domingo, 1 de abril de 2012

EL ESTÍMULO DE RICARDO JAIMES FREYRE A UN JOVEN POETA


Ricardo Jaimes Freyre
Al poeta Raúl Pérez Arias le subyugan las novedades estéticas aunque está lejos de caer en actitudes iconoclastas con el pasado. Por el contrario respeta y admira obras y figuras literarias del ayer. Así fue como cierta vez una informal charla sostenida en casa sobre el modernismo americano, nos condujo a través de la cita de sus principales referentes, al nombre de Ricardo Jaimes Freyre, el escritor, político y diplomático boliviano nacido en el consulado del país del Altiplano en Tacna (Perú) -el 12 de mayo de 1868-; con el tiempo amigo y colega de Leopoldo Lugones y de Rubén Darío: “Que la América escuche tu noble melodía”, le auguró en un soneto alejandrino el nicaragüense. Alguien de quien Borges, que quizá valoraba por sobre todo que hubiera introducido la mitología escandinava en la literatura castellana entre wagnerianas referencias al Walhalla y visiones de la Thule lejana -aquella última Thule invocada en la antigüedad por Virgilio en el Libro I de las Georgicas y por Séneca en Medea-, solía poner como modelo de música verbal el soneto presente en el libro “Castalia Bárbara” prologado por Lugones en 1899, que comienza: “Peregrina paloma imaginaria/ que enardeces los últimos amores;/ alma de luz, de música, de flores,/ peregrina paloma imaginaria.”

La curiosidad de Pérez Arias fue en aumento al enterarse que mi padre lo trató en su adolescencia, mientras cursaba en la ciudad de San Miguel de Tucumán su bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón a cargo de los padres lourdistas. Y más aun al comprobar que éste había dejado escritos y publicados sus recuerdos sobre el autor de “Los sueños son vida” (Buenos Aires, 1917). En efecto y como epílogo en prosa a su primer libro de sonetos, “El cantar del crepúsculo”, editado en Buenos Aires en 1941 por la Librería y Casa Editora de Jesús Menéndez (volumen que entre paréntesis mereció a poco el espaldarazo de un poema ditirámbico –tal su título- de su tío Juan Carlos Dávalos), aparecen las páginas testimoniales y distendidas de “Como conocí a Ricardo Jaimes Freyre”.

Cuenta en ellas que hacia 1931, aquejado por el “mal metafísico”, y sospecho yo que sin duda también por un decadentista “mal du siècle” adquirido en la lectura en francés de Chateaubriand, borroneaba, siendo estudiante sus primeros versos. Fue así que un día primaveral del año siguiente, encontrándose en plena composición de sus cuartetas amatorias, probablemente malas y cursis, en un salón del Círculo, un hotel situado frente a la Plaza Independencia, cuyo propietario era un catalán afable; escuchó a su espalda la voz de Jaimes Freyre, por cierto algo familiar ya que solía frecuentar en sus viajes a Salta el hogar de mis abuelos establecido en la calle Alberdi al 400. (Es tradición que allí supo estrechar vínculos con el hermano del dueño de casa, Monseñor José Gregorio Romero y Juárez, escritor, orador sagrado y obispo diocesano de Saltas y Jujuy que murió en septiembre de 1919, con el poeta de “Rimando el dolor” Calixto Linares Fowlis (1884-1944) y con el médico Juan Pablo Arias Romero (1859-1909), legislador y rector del Colegio Nacional de Salta, en cuyo carácter invitó a visitar el histórico establecimiento al creador boliviano que fuera años después propuesto para ocupar la primera magistratura de su patria .)

Jaimes Freyre, a la sazón -en 1932- presidente del Consejo Provincial de Educación de Tucumán designado por el gobernador Juan Luis Nougués, según dato que aporta Emilio Carilla en su estudio biográfico del poeta (Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1962), con señorial y castizo hablar, propio de quien había cantado a “la heroica edad de corazón de acero” y se ufanaba en un verso dodecasílabo de “Los antepasados” de tener “sangre de los soberbios conquistadores”, le preguntó qué escribía.

-Ah, es usted poeta, comentó entonces y a renglón seguido dio por sentado que el interlocutor había leído a los clásicos.

-No señor, le respondió mi padre.

-¡Bien mi amigo! Usted no debe escribir una línea más sin conocer eso. Yo voy a obsequiarle un volumen de Calixto Oyuela, dictaminó enseguida aquel revelador de las leyes de la versificación castellana.

Y anotará Carlos Gregorio Romero Sosa, al que además entusiasmó el socialismo de signo tolstoiano profesado por quien en 1906 vaticinó en el rebelde poema “Rusia” el fin de la sociedad caduca/ con el sangriento rojo de todos los ponientes, que “…Jaimes Freyre fue, desde entonces, mi guía y mi consulta en las letras. Me corregía mis versos. Me obsequiaba libros. Me enseñaba a escribir y a pensar. ¡Cómo agradezco sus indicaciones y el cariñoso afecto con el que me trataba en esa salita pequeña del hotel tucumano, desde cuya ventana veíase el nacarado ensueño de los naranjos de la Plaza Independencia!”

Si bien es cierto que a poco, mi padre fue abandonando la poesía para adentrarse en los estudios históricos, en especial de la región del noroeste argentino. Encontró abierta la brecha por Jaimes Freyre, autor de magnas obras en la materia como “Tucumán en 1810: Noticia histórica y documentos inéditos” (1907), “El Tucumán del Siglo XVI: bajo el gobierno de Juan Ramírez de Velazco” (1914) o “Historia del descubrimiento de Tucumán” (1916). Pero el maestro que con sobrados títulos lo era también en esa disciplina falleció en Buenos Aires el 24 de abril de 1933, circunstancia que impidió al joven salteño sostener con él diálogos en materia histórica, que sin duda habrían apuntalado su temprana disposición por el arte –y ciencia- de Clio.

Ahora me toca a mí recordar hechos del pasado y personas ausentes; así la habitación del escritorio paterno que lucía un cuadro de aquel preclaro mentor suyo en las letras; obra dibujada a lápiz en 1946 por el artista de origen germano von Scheidt donde captó bien su mirada de fuego y los característicos bigotes que daban a su rostro un aire mosqueteril.

Y por la senda del ensueño, me ilusiona recuperar el eco de lejanas conversaciones mantenidas siendo veinteañero yo, con el escritor y periodista tucumano Eduardo Joubín Colombres muerto en 1988 y autor de un extenso estudio preliminar para la edición de Claridad de las Poesías Completas del boliviano modernista. Me aconsejaba entonces él, con gravedad provinciana, tomar con el debido respeto mi vocación por las letras.

-Y más vos, acentuaba proponiéndome la literatura como un desafío a tomar con responsabilidad.

-Sí, Carlos María, mucho más vos, hijo de un discípulo de Ricardo Jaimes Freyre…
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(*) Comentario de Carlos María Romero Sosa publicado en "Salta Libre" el 9 de febrero de 2012.-