El sábado 25 de julio último
apareció en el diario Las Nación, de Buenos Aires, una extensa nota en la que
se trascribían conceptos del señor Jaime Durán Barba, asesor de campaña del
PRO. Al avanzar en su lectura hallé con estupor una frase ofensiva a la Patrona de América: Nuestra
Señora de Guadalupe, proclamada también Emperatriz
de América por Pío XII. Frente a tales dichos que obran en un contexto discursivo
que a mi entender extrema hasta el dislate y la distorsión del sentido del
conocido axioma “Vox populorum est vox
dei”, ni siquiera entro a discutir lo demagógico que resulta ser la tesis que
se pretendía demostrar con el improperio: la de “acercarse a la gente” –muletilla tan común hoy en la clase política
argentina y en especial entre los dirigentes del partido que este politólogo
asesora-, para lo cual debe repetirse sin
criticar todo aquello que la sociedad quiere escuchar en un momento determinado.
De la ética de la responsabilidad de la que habló Max Weber, nada.
Pero si se puede disentir o no con semejante posición impregnada de
maquiavelismo y populismo, lo que resulta intolerable es que alguien con todo
el derecho del mundo de ser ateo aunque no de afrentar las convicciones
religiosas ajenas, profiera insultos a María Santísima, para el caso en su
advocación de Guadalupe, del tenor de “Si la gente cree que la Virgen de Guadalupe es una
atorranta, pues lo será hasta que se demuestre lo contrario” (SIC).
Si
se quiso sólo argumentar por el absurdo, ciertamente ha sido más que
desafortunado el ejemplo. Y tengo entendido que quien así
habló es un ciudadano ecuatoriano, es decir un compatriota del educador San
Miguel Febres-Cordero, piadoso religioso canonizado por San Juan Pablo II en
1984. Ciertamente es de esperar que el ingeniero Mauricio Macri del
que nada he leído en rechazo de la blasfemia de su consejero, no la suscriba al
menos.
No
obstante debo ser justo y así como me sublevó la expresión antedicha, me ocurrió
otro tanto con lo que escuché o peor aún no escuche decir a poco en
programas oficialistas y propagandistas del kirchnerismo, como 6.7.8., que se
trasmite por el canal oficial. Allí sí se enjuiciaron esos postulados de Durán
Barba; aunque sólo por el oportunismo político que representa instar a adherir
sin más a hipotéticos puntos de vista colectivos silenciando en cambio lo ofensivo
que resulta para los creyentes semejante
exabrupto contra la Madre
de Dios. Olvidaron los columnistas del programa, combativos adherentes a la
causa nacional y popular como se autoproclaman, que el general José de San
Martín, el 5 de enero de 1817, declaró a
la Virgen -en
su advocación del Carmen- patrona del Ejército de los Andes y puso en la mano
derecha de la imagen mendocina su bastón de mando. Pero esa es otra
historia, dirá más de uno embretado en
la campaña electoral. Y así estamos hoy
con la pretendida dirigencia y con sus aplaudidores y propagandistas: “sin savia, sin brote, sin alma, sin vida,/ sin luz, sin Quijote,
sin pies y sin alas,/ sin Sancho y sin Dios”, como escribió Rubén Darío en
sus “Letanías de Nuestro Señor Don Quijote”.
Carlos María Romero Sosa publicado en La Nación
y en La Prensa
como carta de lectores y se recogió en Salta Libre el 10 de agosto de 2015.-