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miércoles, 5 de julio de 2017
ENRIQUE RAMOS MEJÍA: UN JURISTA CONTRA LA CORRUPCIÓN
martes, 4 de julio de 2017
ARTURO FRONDIZI, VISTO POR UN TESTIGO PRIVILEGIADO
ARTURO FRONDIZI POR ALBINO GÓMEZ
Frondizi, visto por un
testigo privilegiado
Dr. Carlos María
Romero Sosa
junio28/2017
A
la proverbial generosidad del embajador Albino Gómez, debo el honor de ver
anunciada mi participación hoy, en este recinto del CARI, en el acto de
presentación de su libro sobre los años de gobierno de Arturo Fondizi.
En
verdad constituye una segunda oportunidad de manifestar aquí, frente a tan
distinguido auditorio, el fraternal cariño y la admiración intelectual que
siento desde antiguo por este proteico exponente de la cultura nacional que
viene enriqueciendo la actividad literaria, la profesión periodística, la vida
política y la vida diplomática argentinas. En efecto: el 7 de agosto de 2014,
también fui inmerecidamente convocado por él para referirme a su obra poética
reunida bajo el título “Sólo se trató de vivir y amar.”
Sin
embargo, en este caso y contra mis más fervientes deseos, me resulta imposible
estar presente. “El hombre propone y Dios dispone”, reza el Libro de los
Proverbios. Un accidente tonto –ningún accidente es ingenioso- ocurrido en la Feria del Libro devino en
una operación de cadera que se complicó con un coágulo en el pulmón, problema
al que espero sobrevivir con la ayuda divina y mariana, pese a que además de la
mala suerte, tironea de parte de Abbadón, el Exterminador, una onerosa prepaga
que no cubre prestaciones imprescindibles para mí en estos momentos.
Hay
signos imposibles de anticipar hasta padecerlos en carne propia,
característicos de una sociedad que se hizo comerciante vil antes que darse a
practicar un capitalismo al estilo del que desarrollaran los viejos puritanos
norteamericanos del siglo XIX. Una sociedad –no toda por supuesto- producto y
cómplice de un Estado que perdió el rumbo sin duda en 1930, y ningún interés
tuvo de reencontrar la senda el 55, el 62, el 66 y menos durante la barbarie
del 76-83. Incluso cabe pensar con optimismo que bastante solidaridad ciudadana
hay, bastantes gauchadas se ejercitan a diario, después que la
negra noche de la dictadura enseñó con la pedagogía de la letra con sangre
entra, a encogerse de hombros frente a sus crímenes; declarado “urbi et orbi” el dogma del “por algo habrá sido”. Sin
embargo ha habido momentos en nuestra historia reciente –momentos estelaresdiríamos
siguiendo a Stefan Zweig- que intentaron
despertar conciencia y revertir ese proceso de decadencia política, económica y
moral. Uno de ellos corresponde sin duda a la gestión que llevó a cabo con sus
más y sus menos el doctor Arturo Frondizi.
Las
más de 330 páginas de la obra de Albino Gómez sobre ese gobierno, salvo un breve y
oportuno apéndice documental, corresponden como bien señala el prologuista,
doctor Rosendo Fraga, a un diario privado,
riguroso y comprometido con los hechos testimoniados con fidelidad, mérito
singular en estos tiempos de postverdades y de mendaces autocorrimientos a
primeros planos.
Juego
a imaginar y me lo permitirá el humorismo del creador del subgénero situado
entre la greguería, el aforismo y la cita erudita que es Albinísimas, que
alguien ajeno al drama argentino de golpes de Estado sucesivos y a la vez
conocedor de la capacidad novelística y creativa de nuestro amigo, podría tomar
el libro como una ficción de espionaje a lo Graham Greene que va encaminándose fecha a fecha a
un dramático final anunciado. Sólo que los planteos militares aquí descriptos
en detalle, los acosos morales al presidente constitucional y los embates de
cierta prensa, ocurrieron hace menos de seis décadas y aquí mismo.
En los primeros capítulos, el pulido verbo
del autor nos sitúa en un momento histórico inaugural; en una suerte de
epifanía donde los proyectos madurados por largo tiempo en los gabinetes de
estudio: los reflexivos sueños acariciados por el mandatario y su principal
asesor:Rogelio Frigerio y su grupo La Usinaal que perteneció el memorialista,
aparecen encaminándose a hacerse realidad. Este libro nos hace entonces
espectadores privilegiados, por ejemplo, de la batalla del petróleo; de la
tesis gubernamental en su hora tan criticada de no aislar a la Cuba revolucionaria; del
afanoso intento de desarrollo de la industria pesada, haciendo caso omiso a las
críticas incluso de una Iglesia local que sin tomar debida nota de lo que
significaba que San Juan XXIII ejerciera la Cátedra de San Pedro y abriera las ventanas del
Vaticano a los aires nuevos, era empecinadamente preconciliar. Prueba de ello
es que llegó a juzgar riesgosa la industrialización porque crearía proletariado
con conciencia de clase y proclive al marxismo, tal como había ocurrido después
de la Guerra
en la Italia
del norte. Algunos jesuitas intransigentes, el padre Julio Meinvielle que tituló un artículo en su revista
Presencia con la pregunta: “Puede
ser presidente de la
República Argentina un agente comunista” y ciertas jerarquías eclesiásticas del
tipo de Monseñor Plaza, ignoraban tanto del mundo y de sus cambios, que un día
26 de marzo de 1967 fueron sorprendidos por la encíclica de Paulo VI Populorum progressiocon su
regla de oro “El desarrollo es
el nuevo nombre de la paz”.
Para
tener una visión totalizadora de Albino Gómez en tanto actor político entonces
veinteañero o poco más, bueno sería haber accedido a las confidencias de
Frondizi y Frigerio sobre los valores sobresalientes que supieron hallar en él
para situarlo en tan importantes situaciones y hacerlo partícipe de momentos
decisivos del gobierno desarrollista. (Hago mea culpa por haberme privado de
esas revelaciones.)
Porque
si al presente resulta fácil dar fe de de su ética sin dobleces, de su
intelecto poderoso dirigido al bien común y el servicio de la Patria , de su actitud ante
el conocimiento más de sabio que de mero erudito, en la que como al romano nada
humano le es indiferente, cuánto habla de la intuición de aquéllos estadistas
el hecho de haber advertido e impulsado el lucimiento de Albino Gómez en el
gran tablero nacional e internacional; y ello al encomendarle responsabilidades
mayúsculas que supo sortear con ingenio, lealtad, habilidad política y
entusiasmo por la causa. No es posible soslayar los detalles de su rol jugado
en la visita del Che Guevara al presidente.
A.G.
llegó al mundo de la diplomacia de la mano de su amigo de juventud: Carlos
Alberto Florit, primer ministro de Relaciones Exteriores del
doctor Frondizi. Al respecto vuelvo a ser autorreferencial con esta anécdota
que conserva patente mi memoria: en vísperas del 1ero. de mayo de 1958, en
tanto yo andaba en los juegos propios de un niño de seis años recién cumplidos,
mi madre, tía de Carlos Alberto, interrogó a varios vecinos de nuestro edificio
si tenían televisión para ver su juramento. Fue en vano, ninguno de los
interrogados contaba con un aparato de TV en esa otra ciudad que también se
llamaba Buenos Aires y en ese otro barrio que también se llamaba de Recoleta,
por parafrasear a Borges.
En
el libro, es de subrayarlo, se le hace justicia al ahora olvidado intelectual
de nota que fue Carlos Alberto Florit, orgulloso
discípulo en España del filósofo Xavier Zubiri y autor de obras de resonancia en su
momento como “Los militares y
la guerra psicológica”, “Política exterior nacional” o “El
roquismo”. No en vano en la página 147 le lee que “el presidente de Brasil, Janio
Cuadros, pronunció en la exposición de pintura en la Casa Argentina en
Río, el discurso que le escribió el ex canciller Florit. Fue entregado en
español y traducido literalmente al portugués, sin modificar una frase.” De igual modo se realza la acción de
otros titulares del Palacio San Martín hasta el golpe de 1962:Adolfo Mugica, Diógenes Taboada y Miguel Ángel
Cárcano, así como de muchos otros dirigentes y funcionarios que
gravitaron en esos momentos siempre críticos, desde Oscar
Camilión, el economista Cecilio Morales o el intelectual Dardo
Cúneo a Carlos Ortiz de Rosas, Raúl Quijano, Lucio García del Solar u Horacio
Rodríguez Larreta.
Mencioné
al comienzo los casi lugares comunes de la decadencia nacional y la pérdida de
rumbo de buena parte de nuestra dirigencia. En ese sentido: ¿Es imaginable que
un ex ministro –Florit fue a poco designado presidente del Comité de los 21-
escriba por estos días discursos para ser leídos, “sin modificar una frase”, por
el presidente de algún otro Estado y mucho menos el Brasil?
Otro
punto para destacar es que la obra cuyo subtítulo alude a “La vigencia de un proyecto de
desarrollo”, antes que un panegírico del gobernante es un historial de su
mandato. Como que uno es el Frondizi, nacionalista de fines, que ocupó el
sillón de Rivadavia desde 1958
a 1962. Otro distinto el más nacionalista de medios que
lo antecedió con “Petroleo y
política”. Y otro aun, aquel don Arturo final al que se lo podía ver
caminando -apenas seguido por un único custodio- por las proximidades de su
domicilio de la calle Beruti frente al Hospital Alemán. Un anciano quizá
demasiado visitado por carapintadas y en extremo generoso perdonador de los
asesinos de su hermano Silvio, influencias u opciones que hacían añorar a aquel
que en los años de plomo suscribía, con valor cívico, solicitadas por los
desaparecidos.
Si
como afirma con convicción Albino, uno de los objetivos de su gobierno fue la
pacificación, cabe lamentar que el contexto de odios y presiones militares hizo
que zozobrara a veces tan alta mira. ¿Qué otra cosa sino represión lisa y llana
fue el Plan Conintes exigido por ciertos altos mandos ofuscados en su
antiperonismo? Pero la
República contaba entonces con preclaras reservas morales y
el primer acto de Alfredo Palacios al ser electo senador nacional por la Capital en 1961, fue
visitar a los presos políticos y gremiales peronistas y a renglón seguido
promover una interpelación al ministro del interior Vítolo. Valga aquí traer el
recuerdo del prócer de la
Justicia Social , los Derechos Humanos, el Reformismo
universitario y el Latinoamericanismo. (El sector ghioldista del socialismo, en
cambio, atacó a Frondizi por sus rasgos progresistas y coadyuvó al golpe).
El
ensayo que no sin atrevimiento comentamos a vuelo de pájaro, como toda historia
bien documentada, ha de ser “advertencia de lo porvenir” de acuerdo con la
enseñaza impartida por Nuestro Señor Don Quijote. Y en ese sentido, fresca aún
la reciente visita oficial del ingeniero Macri a la República Popular
China y el interés demostrado allá por nuestros materias primas como la soja,
en tanto la superpotencia asiática prepara el viaje a Marte para las próximas
décadas, quiero concluir con esta profética inquietud del estadista que fue Arturo
Frondizi, manifestada con socrática interrogación: ¿Nuestro destino es continuar
siendo un país abastecedor de alimentos o tenemos derecho a construir una
Nación con industria pesada, energía, comunicaciones, y pan, trabajo, cultura y
libertad para todos sus hijos?
Vuelvo
a agradecer al embajador Albino Gómez la invitación, al público la atención
dispensada y a la doctora María Cristina Giuntoli, mi mujer, el
haber puesto en su voz tan modestas palabras.
·
(Texto de Carlos María Romero Sosa leído por la doctora María
Cristina Giuntoli en la presentación del libro del embajador Albino Gómez:
“Arturo Frondizi El último estadista de la Argentina ”, en el acto celebrado el 8 de junio en
el CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Se publicó en Salta Libre, el 28 de junio de 2017.)
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