El médico porteño Honorio Pastor Gómez
Langenheim,[1] graduado en 1889 con una
tesis doctoral sobre el mal de Pott, años más tarde solicitaría, por razones de
salud, la baja del Ejército en donde se desempeñaba como cirujano de regimiento
con el grado de capitán. Hacia 1915 se hallaba afincado en General Lavalle, en
los pagos del Tuyú de Santos Vega. Aunque habitaba en la localidad cabecera del
partido bonaerense bautizado en 1891 con ese nombre (antes, Partido de Rincón
de Ajó creado por decreto del gobernador Juan Manuel de Rosas en 1839), era el
único médico actuante en las zonas rurales aledañas.
Y precisamente en el hotel de madera del
entonces pueblo de General Lavalle, por donde se filtraba el viento invernal
que apagaba las velas y agitaba las llamas de las escasas lámparas de kerosén
con que contaba el establecimiento -según es tradición familiar-, el 27 de
julio de aquel año ’15 vino a la vida su hija menor, bautizada poco después con
los nombres de Lía Flora Juliana.
Si el nacimiento ocurrió en tan precaria
situación, fue debido a que la madre de la niña, Flora del Carmen García Black,[2] casi
veinticinco años menor que el esposo, quizá en un arranque de juvenil temeridad
había rechazado viajar las semanas previas al parto a la ciudad de Buenos
Aires, donde hubiera tenido las comodidades y recibido las atenciones que la
época podía ofrecer a alguien en su estado.
Demoró la buena noticia en llegar a los
parientes y amigos del matrimonio Gómez Langenheim-García Black, bendecido en
la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, de Bahía Blanca, en enero de 1903.
Ciertamente tardó el tiempo que el correo ponía entonces para brindar el
servicio, no mucho más lento que ahora, pese a las velocidades y las
tecnologías.
Algo curioso en vinculación próxima con
lo anotado, es que días atrás mi hermana y yo encontramos en cajones cerrados y
hasta es del caso reconocer, que
desatendidos pese a estar al alcance de las miradas cotidianas, varias
esquelas y tarjetas portadoras de felicitaciones por el acontecimiento casi
centenario hoy.
Entre ellas hay dos referencias al
nacimiento de nuestra madre en sendas cartas manuscritas en tinta negra,
enviadas por Rafael Obligado[3] al
progenitor de la criatura, su médico y hermano político por estar casado el
Poeta Nacional con Isabel Gómez Langenheim. Vínculos profundos ambos con el
destinatario, además del hecho de ser
parientes de sangre, al descender todos (Honorio y sus hermanos por la
rama paterna de Gómez Obligado Ibáñez Marín de la Quintana) del sevillano
Antonio de Obligado y de la Rosa, hidalgo arribado desde España a fines del
siglo XVIII y fundador aquí de la estirpe de ese apellido. Don Antonio –“el
bisabuelo español” celebrado en un romance recogido en El
Poema del Castillo, Buenos Aires 1938, por su descendiente Carlos Obligado–
era abuelo de Rafael y tatarabuelo de su esposa Isabel Gómez Langenheim así
como de Honorio. De allí que sea de deducir que los testimonios de afecto entre
los interlocutores epistolares estaban
lejos de representar una mera cortesía.
La primera de las correspondencias
postales en cuestión está fechada el 26
de noviembre de 1915 en Buenos Aires. Se trata de una respuesta a otra enviada
por su cuñado desde General Lavalle, que le interrogaba por la salud de su
hermano menor: Carlos, aquejado por otro de los “males del siglo”, la
tuberculosis.
Obligado lo pone al tanto de los
cuidados que se le prodigaban y hace referencia a las indicaciones del médico que
atendía al paciente, al que cita sólo por su apellido: Castro (Máximo Pablo
Castro Sáenz Valiente[4]), prestigioso
cirujano porteño discípulo de Ignacio Pirovano. Finaliza la comunicación con
estas palabras: “Te supongo encantado y hasta chocho con la nenita. Esos
encantos de hogar, son lo mejor de la vida. Cariños a Efraín[5] y mis
saludos a la señora. Los míos sin novedad. Siempre cariñosamente Rafael
Obligado.”
La segunda también está datada en Buenos
Aires, esta vez el 27 de marzo de 1916. En el encabezamiento reza: “Mi querido
médico” y a continuación hay frases de agradecimiento por el pago de alguna
deuda dineraria contraída con el remitente: “Bueno, pues, acepto la devolución
aunque era otro mi deseo, respetuoso de tus sentimientos de tradicional delicadeza.
Así era tu padre[6], y con esto digo todo.”
Sigue una noticia sobre la evolución de
la salud de Carlos Gómez Langenheim: “Sé que va mejorando y que sale a la
calle. Aún no lo he visto. Luego de otras consideraciones de carácter social,
como dar cuenta del fallecimiento de la señora del sabio químico doctor
Atanasio Quiroga,[7] finaliza con un nuevo
párrafo sobre Lía: “Me imagino que estarás encantado con la nenita.; me dicen
que es preciosa. Dios se las conserve. Cariños al chiquilín, afectos a tu compañera
y a ti el muy estrecho de siempre. R. Obligado.”
*****
¡Qué lejanas suenan hoy esas
enhorabuenas y qué indeleble en cambio ha quedado la letra que las trasmitió!
Será que hay materialidades capaces de trascender los sentimientos. Sí, quizá
en el tiempo, aunque jamás en la intensidad con que fueron expresados ayer.
[1] 1861-1960.
[2] 1884-1976; escritora y
periodista que firmaba con el seudónimo Carmen Arolf.
[3] Nació en Buenos Aires en 1851 y murió en Mendoza en 1920.
[4] 1867?-1924.
[5] Efraín Gómez Langenheim
(1910-1985), el hermano mayor de Lía. Después, docente e historiador.
[6] Honorio Hermenegildo Gómez Ibáñez
(1833-1900), entre otras funciones públicas, ocupó el cargo de prosecretario del Senado de la Nación. Estaba
casado con Isabel Langenheim Anzoátegui y San Martín.
[7] Atanasio Quiroga (1853-1916)
inventó el “tasiómetro”, para medir la presión del gas. Fue jefe del Laboratorio Químico del Ministerio
de Agricultura y creó el doctorado en química en la Facultad de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Buenos Aires. (Cf.:
Vicente Osvaldo Cutolo: Nuevo Diccionario
Biográfico Argentino, tomo V (Buenos
Aires, 1978).
(Carlos María Romero Sosa, se publicó en Ápices Digital, Nro. 17 correspondiente al año 2015.)