domingo, 25 de marzo de 2018

¿JUEGO LIMPIO?




¿JUEGO LIMPIO?

Exige alto rendimiento,
la vida, un plano inclinado, 
para este deporte extraño
de ganar años… perdiendo.

CARLOS MARÍA ROMERO SOSA
 

sábado, 10 de marzo de 2018

EL ABORTO: DISCUSIÓN DEMOCRÁTICA O DESERCIÓN DE PRINIPIOS

Resultado de imagen para marcha en la argentina por el día de la mujer  2018


                                                          

                                                              Como católico practicante, naturalmente  rechazo el aborto. Dicho esto, debo expresar mi comprensión –que no significa aplaudir- para ciertos casos extremos ya desincriminados en nuestra legislación penal, como el que se realiza sobre un embrión o feto  producto de una violación. O el llamado aborto terapéutico,  una situación  a la que de algún modo trata de  responder  desde el plano moral la llamada Ley del Doble Efecto. ¿Cuáles son sus requisitos?: Que la perturbación en la salud  de una mujer embarazada no halle otro modo de resolverse, sino mediante determinada operación quirúrgica y sobre todo que el profesional a realizarla  no tenga como finalidad el aborto aunque éste pueda ser un resultado no buscado y hasta tratado de evitar. El fundamento de esta ley es que no vale para lograr un fin bueno –salvar la vida con mayores posibilidades de seguir adelante-, apelar a  un medio negativo cual es destruir otra vida en gestación; porque ambas son fines en sí mismas. Sin embargo, constituye  un dato de la realidad  que de un único acto pueden desprenderse  dos resultados, uno positivo y otro negativo aunque no sea deseado. Vengo enseñando esto y tratando de insuflar  respeto por la vida en gestación desde hace  casi cuatro décadas a sucesivas promociones de alumnos de la materia Etica y Deontología Profesional, incluida en el diseño curricular  de la carrera de Higiene y Seguridad de la Industria que se cursa en un instituto terciario de la ciudad de Buenos Aires.
                                                             Sin embargo, seré franco, no me resulta grato estar acompañado por determinados sectores y personajes “antiabortistas”,  contradictorios, llenos de soberbia  en su dogmatismo y sin un mínimo de sentido de misericordia hacia la mujer que aborta, a quien  con suficiencia farisaica juzgan pecadora pública, cuando es víctima  también de un infame negocio clandestino.
                                                           Se trata de gente que en general y con todo derecho  a estarlo se encuentra situada a la derecha y más aún a la extrema derecha.  Que se opone a la educación sexual en las escuelas, una asignatura  que puede prevenir tantos embarazos no deseados,  y objeta el uso del preservativo y los anticonceptivos. Gente que en su momento repudió  el matrimonio igualitario y antes el divorcio, demostrando una preocupación por la vida sexual ajena que linda con el voyerismo.  En su selectivo escándalo  por la pérdida de vidas humanas, defiende a los militares genocidas, torturadores de embarazadas y ladrones de bebés y en el plano de la seguridad postula la pena de muerte. Por lo demás, en su tradicionalismo hispanista almibarado con la leyenda rosa, denigra a quienes  rechazamos el exterminio de los naturales de América y más cerca, con hábil disimulo del liberalismo y anticlericalismo del general Roca y  el consiguiente desprecio de raza y de clase a los mapuches sobrevivientes, celebra la Campaña del Desierto cuyas crueldades puso de manifiesto en su hora el mismísimo Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor León Federico Aneiros.  Otro punto  increíble es que  suele ensalzar  “in totum”  a Juan Manuel de Rosas, el más portuario de los caudillos, olvidando el crimen de Camila O Gorman embarazada de su amante el sacerdote Ladislao Gutiérrez.
                                                             Por cierto que  para los abortistas caben también reparos a su fundamentalismo, para el caso no religioso sino religiosamente laicista. Uno de los principales argumentos que esgrimen es que ninguna prohibición impide que se realicen a diario. En términos hegelianos  lo real puede ser racional, la discusión es si es o no justo, porque de la vigencia de un hecho o de una norma no se desprende su validez.  Aparte, ¿por qué  es progresista eliminar el embrión, fruto de una violación, y es reaccionario pedir la pena de muerte para el autor de ese delito aberrante? ¿Será qué están tan seguros algunos de que no hay persona, al menos hasta las doce o catorce semanas del embarazo? De pensar así: ¿por qué según lo he escuchado en  debates, hablan precisamente de que “nadie” lo es hasta ese tiempo en vez de emplear el  “nada” a lo Fernando Pessoa en su poema “Tabaquería: “Yo soy nada/ Nunca seré nada”,  como sería más lógico para reflejar con propiedad  lingüística, su teoría que se presume científica? Y si la respuesta la da la ciencia y no la religión o la moral ¿es que volvemos peligrosamente a la superstición positivista decimonónica olvidando la provisionalidad de los postulados de toda ciencia que enseña Karl Popper al hablar de conjeturas y refutaciones?  Extraña que cuando con equidad se ha  reconocido el derecho a la vida y más que eso de los animales, cosa que habla del avance de la civilización,  se los rechace con énfasis para los no nacidos de humanos, cuando menos proyectos de personas humanas. 
                                                            Otro argumento esgrimido a favor del aborto es que de realizarse en hospitales públicos, se evitarían las muertes de mujeres que suelen ocurrir en las clínicas clandestinas, cuando no en manos de practicones inhábiles carentes de asepsia. Claro que no se cuenta con la mala praxis y con las infecciones intrahospitalarias  de las que ningún centro médico está exento como lo escuché decir al doctor René Favoloro. Sumado al hecho de que la  práctica abortiva en sí misma implica el riesgo de complicaciones, en concepto del profesor Juan Carlos Fustinoni,  destacado médico y humanista.   
                                                            Por si faltara algo sobre el dramático tema que  nos ocupa, la discusión legislativa habilitada ahora por el Poder Ejecutivo con bombos y platillos y no para ejecutar la Marcha Fúnebre de Chopin, suena a estrategia de su gurú  Durán Barba para tapar los graves problemas que el gobierno de Cambiemos está lejos de solucionar, como la inflación y el descontento popular creciente. Incluso resulta algo  absurdo y descomedido que se habilite desde el P.E. ese debate y que las máximas autoridades nacionales que se declaran en lo personal contrarias a la legalización, siendo que  legalizarlo no es obligarlo ni proponerlo,  se autoproclamen “defensoras de la vida”, lo cual  es ofensivo para los que dentro del espacio oficialista sostienen  otra posición y ni qué hablar para los miembros de la oposición que asimismo la convalidan. Valga  además advertir a los neoliberales de uno y otro bando que la vida se defiende proporcionando condiciones dignas para su desarrollo.

                                                         Cabe lamentar que la política pocas cosas  solucionó en nuestro país, por de pronto en las últimas décadas e incluyo por supuesto a la política destructora de vidas y soberanía que llevó a cabo  la última dictadura. La política que se inmiscuye en todo acaba en totalitarismo, pero en otro nivel no menos peligroso se encuentra  la politiquería o sea politización barata de todo, algo que desgasta el juego democrático con estrategias oportunistas y banales, pertrechadas con frases hechas y meros recursos dialécticos.  En ese aquelarre de provisionales intereses tironeados, se pierden de vista los valores y se diluyen los principios. Signos de la posverdad tan de moda.         

(Carlos María Romero Sosa, se publicó en Salta Libre, el 9 de marzo de 2018)

miércoles, 7 de marzo de 2018

NICANOR PARRA, POESÍA CON OVEROL


Si en las clases de lengua y literatura  de los primeros años del bachillerato,  me hubieran enseñado que las matemáticas  y las letras no son antagónicas; y hasta mencionado ejemplos  al respecto, como  el del colombiano Jorge Isaacs, que era ingeniero; el de nuestro Ernesto Sábato, doctor en física; o el del  chileno  Nicanor Parra, que se dedicó con paralelo  ahínco tanto a la docencia e investigación de las  ciencias exactas, como a la poesía y a las traducciones de Shakespeare y otros genios del idioma inglés, sin duda hubiera mirado yo con simpatía la aritmética y la geometría, tan mal enfocadas desde el punto de vista pedagógico en mis lejanos tiempos de estudiante secundario. Traigo esto a cuento, porque fue uno de los primeros sentimientos que me asaltó al enterarme de la muerte del inventor de la “antipoesía” y recordar  que el “futuro poeta de Chile”, según el  augurio de  Gabriela Mistral en 1938, luego de la publicación del  primer libro de Nicanor: “Cancionero sin nombre”, estudió  hasta graduarse matemáticas,  física y  mecánica y enseñó esas disciplinas durante décadas: “Soy profesor de un liceo obscuro,/ He perdido la voz haciendo clases, (Después de todo o nada/ Hago cuarenta horas semanales”)
                                                           Quizá uno de los argentinos que más lo frecuentó  fue el escritor Roberto Alifano,  tan vinculado a Borges. Asiduo visitante  a la casa de Las Cruces, frente al Pacífico, a su generosa intermediación debo  un dibujo que el sin par creador oriundo de la región del Bío Bío me dedicó, hace casi  dos décadas y el que conservo enmarcado. Ese boceto con el que ilustré la tapa de  mi poemario “Otrosi Digo” en 2008,  luce en la característica caligrafía de Parra  la leyenda final: “El Siglo XX y yo nos estamos muriendo”. Por fortuna para él y para el Arte y la Cultura en general, erró en el vaticinio ya que traspasó con holgura el siglo XXI. 
                                                        Como prestigio y popularidad no son sinónimos, gozó siempre por sobre todo de lo primero. En lo segundo le ganaba su hermana Violeta: “Y, para colmo, hermano de Violeta”, repite el leitmotiv de las estrofas  en metro endecasílabo dedicadas por  Joaquín Sabina al ganador en  2011  del Premio Cervantes.  Fue así hasta que, precisamente su longevidad, resultó dar más motivo a los comentarios periodísticos  que su literatura. (Otro tanto ocurrió aquí con el cordobés universal Juan Filloy, que tan antiacadémico como él, llegó a las puertas de los 106 años).  
                                                   Tal vez afloraron a su alrededor resquemores y sectarismos políticos,  ya que su biografía muestra que el compromiso ideológico no fue lo más gravitante en su existencia: “Políticamente, éramos, en general, apolíticos; más exactamente izquierdistas no militantes (…) Yo me inclinaba por la filosofía oriental”, memoró sobre la Generación del 38 a la que pertenecía. Por de pronto el compromiso era  menor que el de  Violeta, próxima al Partido Comunista; y por cierto que el de sus contemporáneos  Pablo Neruda y Gonzalo Rojas. O del bastante mayor en edad Pablo de Rokha que publicó en 1950 “Funeral por los héroes y mártires de Corea”,   un año antes de aparecer los “antipoemas” en los Anales de la Universidad de Chile con un estudio preliminar de Enrique Lihn; anticipo del libro “Poemas y antipoemas” de 1954. Sin embargo, el después crítico del pinochetismo por el atajo de las humoradas en  “Chistes para desorientar a la policía/poesía”,  en septiembre de 2010 con  noventa y seis años, se sumó a  una huelga de hambre en respaldo a los presos políticos mapuches. Y bien se enmarca esa actitud del humanista lector de la Biblia y atento también a la ecología, con su historial solidario. Ya en la muy anterior composición “Los vicios del mundo moderno”, escribió contra: “Las discriminaciones raciales,/ El exterminio de los pieles rojas,/  Los trucos de la alta banca,/ La catástrofe de los ancianos,/ El comercio clandestino de blancas realizado por sodomitas internacionales.”
                                              ¿Por qué lo de “antipoemas”? Se ha teorizado que han de serlo menos por sentido de oposición al arte de Erato, que por significar una anticipación, un ir delante de la Poesía como el antifaz que se antepone al rostro.   En suma, de adelantarle a ella nuevas  posibilidades expresivas, lo hizo con versos nada abstractos sin hiperrealismo, vitales lejos del agobio existencial, escandidos extremando el registro estético sin caer en el mal gusto, de rotundidad aforística o incluso de greguería ramoniana por la metáfora más el humor que los caracterizan. Versos  desprejuiciados, irónicos y, al subrayar de Harold Bloom,  redactor del prefacio de sus Obras Completas editadas por Galaxia Gutemberg: concebidos en los límites de la ironía. Versos  referenciados a lo cotidiano equilibradamente despejados de prosaísmo por chispazos líricos sin desbordes románticos ni adjetivos que “si no dan vida, matan”, como enseñó su compatriota Vicente Huidobro. Por cierto que los animan  el imperativo adánico de renombrar lo existente, sin juegos lingüísticos: “El poeta no cumple su palabra/ Si no cambia el nombre de las cosas.” A veces  el autor se sintió arrastrado en la confusión babélica: ¿Quién hizo esta mezcolanza?;  y –el que advierte no traiciona- se  proclamó mendaz: “Yo digo una cosa por otra.”    
                                            Cronometró del poema el tiempo correspondiente al  encuentro de la conciencia y el  inconsciente, del intelecto y el sentimiento, del recuerdo y la desmemoria. Así, aferrado  para evitar el vértigo del abismo a los objetos y los hechos que lo circundaban, confesó: “Me dediqué a dormir;/ Pero las escenas vividas en épocas anteriores se hacían presentes en mi memoria”.  ¿Habrá de ser  que sus versos tan  ajenos a la solemnidad, suelen iniciarse con letra mayúscula  para significar que cada uno de ellos oficia como una proposición autónoma y articulada con el contexto  de la estrofa y el mundo?  Eso sí: suelen ser versos de overol con manchas de trabajo y  “acción a distancia”, a los que rehusó vestir con lujo esteticista ni evasivo ensueño. Y ello sin haber descuidado en la juventud los latidos del corazón enamorado y pruebas al canto el antológico “Es olvido”, con ecos modernistas y resuelto con el impactante -y oportuno- recurso del hipérbaton: “Juro que no recuerdo ni su nombre,/ más moriré llamándola María,/ No por simple capricho de poeta:/ Por su aspecto de plaza de provincia./ ¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,/ Ella una joven pálida y sombría/ Al volver una tarde del Liceo,/ supe de la su muerte inmerecida,/ Nueva que me causó tal desengaño/ que derramé una lágrima al oírla.”
                                                       Sin embargo y más allá de que se mantuvo ajeno a un idealismo filosófico a lo Borges, al surrealismo y al onerismo,  al leer su producción, bien puede imaginarse a Nicanor Parra  coincidiendo con  Macedonio Fernández –una de sus admiraciones de este lado de la Cordillera, otra era José Hernández- en la experiencia que no todo es vigilia la de los ojos abiertos.                   
                                                               


(Carlos María Romero Sosa, se publicó en la Revista Con Nuestra América, el 17 de febrero de 2018)