sábado, 12 de marzo de 2011

RACHEL CORRIE

 
El bulldozer blindado avanzó. Le tiró tierra. Volvió a avanzar, la volteó y la aplastó. Según los testigos, después volvió a avanzar sobre su cuerpo aplastado. El ejército israelí calificó su muerte como un “lamentable accidente”, pero culpó a los activistas por comportarse imprudentemente en una zona peligrosa. Silvina Heguy, “La pacifista que se volvió un símbolo”. Clarín, 5 de junio de 2010.



Arrasada la tierra dará

flores silvestres.



Las casas derruidas estrenarán

fantasmas de atravesar la altanería compactada al

vacío.



Y sobre el muro a escala del

prejuicio, un insecto pasará delatado por su

sombra lo

mismo que los

hombres.



Será en otra estación del

Calvario de la Franja de Gaza;

entre tajos al aire de

herir una envoltura que no

alcanza a cubrir las

cicatrices.



Las piedras del desierto

con percusión de marcha militar

estrellan una a una sus

porosas prehistorias,

sus vetas -nervaduras de

arcaica utilería-,

en las mentes que

imaginaron muros:

voces de alto impostadas por no

quebrarse en intención de

prójimo.



Filosas como lápidas para

fijar allí leyes de

represalia,

la chispa que

encendió la zarza de Moisés y las

brasas solemnes de

cocinar corderos

en la noche de Pascua no

nació de esas piedras con la

energía ahogada en

cantimploras

castrenses.

*****



En lo idus de marzo del año 2003,

sin conexión los días

con la luz matutina y la

arruga en bandada de los

pájaros, el

trabajo sin nombre de un

blindado Bulldozer.



Mas no un anonimato:


RACHEL CORRIE,

aplastada por una

excavadora.



(Qué intacta y garantida la matriz del
relámpago.)

                     Carlos María Romero Sosa
                        Buenos Aires, junio de 2010