martes, 17 de julio de 2018

DESPIDO EN TÉLAM QUE AGRAVIA LA CULTURA

  
   Tan injusto y arbitrario  como el resto  de las más de trescientas cincuenta cesantías ordenadas por el ingeniero Hernán Lombardi en  TÉLAM, notificadas días atrás, es el despido del destacado fotógrafo gráfico Carlos Brigo al que no tengo el honor de conocer personalmente. Sin embargo  yo como  muchos otros, recuerdo y admiro en él su arte comprometido con las causas nacionales y populares.
  Sin ir más lejos, Brigo nos emocionó hace poco, igual que a tantos compatriotas, al inmortalizar con su cámara el velatorio del sacerdote Luis Farinello, que cumplió su apostolado en los barrios más marginales de los empobrecidos cordones suburbanos  bonaerenses; nos llenó de rabia e impotencia con sus tomas de la actuación policial frente a manifestantes sin palos ni caras tapadas reprimidos en el contexto del tan mentado protocolo contra los piquetes o nos trasmitió el más noble  sentimiento de patriotismo –“Amar la patria es el amor primero/ y es el postrer amor después de Dios,” escribió en un soneto el padre Leonardo Castellani- con sus instantáneas de multitudes portando  la bandera argentina en las marchas recientes contra el FMI reunidas ante el convencimiento que “la Patria está en peligro”. 
  Pero asimismo, los que tenemos algunos años vividos, podemos recordar cómo despertó nuestro estupor allá por 1984 cuando la primavera democrática de Alfonsín,  su impactante trabajo de documentar en una foto histórica la actitud patoteril del militar genocida Luciano Benjamín Menéndez que cuchillo en mano intentaba arremeter  contra las Madres de Plaza de Mayo encabezadas por Nora Cortiñas, a la salida de Canal 13 luego de ser reporteado por Bernardo Neustadt y Mariano Grondona en el programa Tiempo Nuevo.  (También esa noche del 21 de agosto del 84´, un colega de Brigo, el también fotógrafo gráfico Enrique Rosito, de la Agencia DYN, captó otra imagen del mismo hecho que dio la vuelta al mundo.)                        

 Definitivamente la agencia oficial TÉLAM no puede prescindir de alguien de tal trayectoria, eso debiera saberlo el ingeniero Lombardi, tan obsesivo con hacerle ahorrar dinero al Estado, claro está que si no se trata de sus propios sueldos oficiales que de una manera u otra –salvo alguna breve interrupción-  viene percibiendo desde que en 1999 fue designado por el gobierno de la Alianza a cargo de la Secretaría de Turismo de la Nación. Y lo antedicho vale para el resto de los injustamente despedidos, algunos con serios problemas de salud según informaron y denunciaron varios órganos de prensa orales y escritos, y sin duda imprescindibles trabajadores todos de la información pública, actividad cada vez hoy más concentrada y en manos de los amigos del gobierno.
 Bueno sería entonces que el otro ingeniero, el presidente Mauricio Macri,  conociera el pensamiento hace pocos días manifestado por el Papa Francisco  en Santa Marta contra los medios que buscan destruir la comunicación libre, para entregar todo el aparato comunicacional a empresas que dicen falsedades y debilitan la vida democrática.-


(Carlos María Romero Sosa, se publicó en la Revista Con Nuestra América, de San José de Costa Rica, el 14 de julio de 2018 y algo más reducido en la sección Correo de Lectores de La Prensa del mismo día.-)
  


sábado, 7 de julio de 2018

ARGENTINA: DÓLAR IMPARABLE: EL AMARGO TÉ VERDE DEL MACRISMO

  
 Refiere Nietzsche en uno de los capítulos de su libro “Hecce Homo”, que en agosto de1881,  cuando caminaba a través de los bosques junto al lago de Silvaplana,  se detuvo frente a una imponente roca elevada en forma de pirámide no lejos de Surlei “a seis mil pies del hombre  y del tiempo”, con la intuición del eterno retorno. Yo vivo en el año 2018 y no estoy en el valle suizo de Engadina sino en la ciudad Autónoma de Buenos Aires: sin embargo me invade, no por cierto un pensamiento creador, sino otro de preocupación por el descalabro económico producto de la pésima gestión del ingeniero  Mauricio Macri y su equipo de empresarios y ex condiscípulos suyos del colegio secundario, hoy devenidos en  ministros del Poder Ejecutivo. Circunstancia que todo hace pensar resultará en otra de las cíclicas crisis terminales de las que aproximadamente cada década  resultamos víctimas los argentinos y cuyo primer síntoma es el desbocarse del dólar.  
  Se trata ciertamente de una suerte o para el caso mala suerte de eterno retorno, que poco tiene que ver con aquella fórmula suprema de afirmación que decía el filósofo alemán y en cambio pone en acto una decadente repetición de nuestro fracaso como sociedad, en gran medida responsable  de elegir pésimos gobernantes y apostar al triunfalismo futbolero, en cuestiones que hacen al bien común. Por de pronto  es esta una sociedad siempre propensa en su inmadurez a  tener a mano a frases echadas a rodar por la propaganda oficial,  en los multimedios monopólicos que  ahora sostienen y promueven este proyecto neocolonial y hambreador, igual que ayer al menemismo y anteayer a la dictadura y el plan de Martínez de Hoz bendecido por la Trilateral y Kissinger. Se trata de medios que son en verdad los mandantes de gobiernos antinacionales y  que a este presidente lo mantienen  a rienda corta dictándole lo que debe hacer. Ya antes de asumir el diario La Nación le indicó, con el viperino mensaje que caracteriza a la “Tribuna de Doctrina”, amnistiar a los militares genocidas presos. Concedámosle una a favor a Mauricio Macri: no lo hizo.
  Entre la opinión pública y la publicada debería haber un abismo, a juzgar por los intereses sectoriales del cuarto poder   enfrentados a la calidad de vida del común de la gente, salvo excepciones como el canal C5N con sus directivos presos.  No lo hay sin embargo y en cambio la pretendida inteligencia suele acuñar y difundir desde allí nuevas zonceras argentinas, con riesgo semejante para la Nación y el Pueblo a un reguero de pólvora. Así: “Si le va bien a Macri, nos irá bien a todos”;  un oxímoron a la vista del ideario neoliberal que en la campaña disimulaba el entonces candidato. Porque si tuviera éxito su plan y los números macroeconómicos le cerraran, esto acarrearía como contrapartida la recesión y la miseria imaginables, siendo los beneficiados los mismos sectores del privilegio que lo fueron siempre y lo siguen siendo ahora pese al abultado déficit fiscal: las oligarquías, el FMI y los usurarios acreedores de la deuda externa que el gobierno agigantó desde diciembre de 2015.   
  Con los que le creyeron, los que le quisieron creer y aquéllos a los que les convenía su triunfo electoral,  ganó las elecciones presidenciales en 2015, para disgusto de su padre el empresario Franco Macri,  prebendario pero poco  dado a equivocarse quien decía no verle manos para la política a su hijo. A renglón seguido comenzaron el mandatario y su famoso “equipo” en la terminología duranbarbista, con la tarea de ir destruyendo una a una las conquistas sociales, que incluso buena parte de sus votantes de clase media y de manera inverosímil de sectores humildes, esto último explicable sólo por el bombardeo mediádico antedicho,  daban por irreversibles. En lo que no mintió el ingeniero fue en el slogan de “Cambio”. Un cambio por cierto reaccionario mostrado al elevar hasta cifras delirantes e impagables el precio de los servicios de agua, electricidad y gas; modificar en  menos la fórmula de actualización de jubilaciones y pensiones, impedir la paritaria nacional docente; quitar retenciones a los eternos ganadores de la Sociedad Rural y a los empresarios mineros; favorecer al sector bancario y financiero en detrimento de la producción y embretar a la población con una inflación que día a día carcome sus ingresos. La fanfarroneada creación de puestos de trabajo del año pasado, se redujo a actividades precarizadas y a monotributistas; grupos que al presente son las primeras víctimas de la desocupación.   
  A poco la suerte de populismo de derecha,  del otrora sonriente y danzante candidato fue endureciéndole el gesto y ante la creciente protesta social apareció la amenaza de la represión; una respuesta oficial que se llevó primero la vida del joven artesano Santiago Maldonado cuando apoyaba las  reivindicaciones de los mapuches en la Patagonia y poco después, allí mismo, la de Rafael Nahuel en manos del grupo Albatros de la Prefectura Naval. 
  Para tranquilizar a los ultras y halcones que están a su derecha y exigen mano dura,  el Jefe de Estado anunció  el último 29 de mayo: Día del Ejército –y también aniversario del Cordobazo, porque la cronología suele hacer guiños de ojo en el juego de truco de la historia-  la necesidad de que  las Fuerzas Armadas  brinden apoyo logístico a las Fuerzas de Seguridad, para lo cual deberá  modificarse el Decreto 727/2006 reglamentario de la ley 23.554 que lo impide.  
  En tanto, la alianza “Cambiemos” va sin rumbo y no precisamente a los estadios del Mundial de  Rusia, descalificada la lamentable y caótica Selección Argentina en el partido con Francia. Va a los saltos con la inefable diputada Elisa Carrió mixturando politiquería barata con Ciencias Sagradas y proponiendo dar propina en una caricaturesca versión posmoderna de la Damas de Beneficencia del pasado, que la hacían en serio y tenían distinción y  refinamiento, cualidades de las que no  goza  la pretendida Fiscal de la República. Con el radicalismo apostatando de su tradición reformista y mirando para otro lado cuando la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal manifiesta que los pobres no van a la universidad. Y con sus casi aliados en el Congreso, como el oportunista ex UCD Sergio Massa, y entre los gobernadores  Juan Manuel Urtubey, toman ya prudencial distancia al oler como las mulas la tormenta en ciernes previendo que no habrá fácil reelección en el 2019 para Macri, que desde hace meses debe beber el amargo te verde de la corrida cambiaria.  
  Nada novedosa por lo demás resulta esta debacle. La naturaleza de las cosas, verbigracia del capitalismo periférico,  a más de la historia reciente enseñan que las experiencias neoconservadoras, por de pronto en la Argentina y el Tercer Mundo, están condenadas al fracaso, así gobernaran verdaderos estadistas. Cuánto más en el caso de ineptos bajo sospecha de corrupción o de “conflicto de intereses”, según el justificante eufemismo que gusta emplear la señora Laura Alonso, titular de la Oficina Anticorrupción del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.-

(Carlos María Romero Sosa, se publicó en la revista Con Nuestra América, de San José de Costa Rica, el 7de julio de 2018)