domingo, 26 de agosto de 2018

SAN AGUSTÍN

In interiore homine habitat veritas
San Agustín


¿Acierto o me extravío por mi senda?
Debe el alma ser meta,  donde espera
desnuda la Verdad,  blancor de cera,
a la que doy cegueras como ofrenda. 

Y el nocturnal tanteo tras mi venda
de un espesor que calcular quisiera;
romero y penitente a mi manera,
herido quedo en la fatal contienda,

entre engaño y certeza: alud de piedras
lapidándome en medio de un incendio,
de Dios la chispa en combustión profana.

Voy  por sangres cerrando mi compendio;
trepando muros  aferrado a hiedras.
¿Pierde pie, en la Verdad, la duda humana?  


 (CARLOS MARÍA ROMERO SOSA, se publicó en La Prensa el 19 de agosto de 2018)

martes, 7 de agosto de 2018

EL REBELDE JULIO VÍCTOR GONZÁLEZ

    El martes 8 de noviembre de 1955, LA PRENSA  en la página 7, bajo otras noticias de carácter político y junto al anuncio de un acto de recordación al médico y dirigente del Partido Comunista Juan Ingalinella, desaparecido y asesinado en Rosario durante una sesión de tortura en junio de aquel año, daba cuenta del fallecimiento -el día anterior- del doctor Julio V. González. Luego de destacar su trayectoria de hombre público y publicista, informó que sus restos fueron sepultados en el cementerio de Olivos.  Por su parte el diario La Nación, en la nota necrológica que le dedicó en esa misma fecha, resaltó que el socialismo del hijo rebelde de Joaquín V. González, que ciertamente un conservador progresista, no obedecía tanto a coincidencias económicas con el partido fundado por Juan B. Justo en 1896, sino en la severa conducta política en pro de un mejoramiento colectivo enraizado en gran parte en lo intelectual.  Una formulación  con la que cabe coincidir a la luz de las obras escritas y la acción legislativa del doctor González. Porque en efecto simpatizó con la planificación económica llevada a cabo en la Rusia Soviética a la que juzgó a poco de ocurrida la Revolución de Octubre: “Símbolo de un idealismo rebelde y reconfortante” y en un artículo aparecido en la Revista de Filosofía -lo anota el “Diccionario Biográfico del a Izquierda Argentina” (2007) dirigido por Horacio Tarcus- llegó a exaltar la figura de Lenín. En tanto varios de sus correligionarios se manifestaban librecambistas, obsesionados por la moneda sana y carecían de visión latinoamericanista.
   Consecuentemente en el plano de los recursos naturales González era estatista y nacionalista, sobre todo en materia petrolera: “No existe país en el mundo, grande o pequeño, débil o poderoso, con o sin petróleo en su subsuelo, que no entienda el control absoluto del Estado sobre esa precioso e indispensable sustancia mineral”, escribió en su libro de 1947: “Nacionalización del petróleo”, donde  criticó la política  a su juicio ambigua del primer gobierno de  Perón, que: “sale por la puerta de la nacionalización y vuelve por la de la sociedad mixta. Otro militar será en cambio merecedor de su admiración en la materia: el general Enrique Mosconi,  quien había sostenido que en el tema del petróleo: “No queda otro camino que el monopolio de Estado en forma integral.” En esa misma línea de nacionalismo económico antiimperialista y antioligárquico,  en la Cámara de Diputados a la que ingresó en 1940 por la ciudadanía porteña en la misma lista que los también electos miembros del Partido Socialista: Américo Ghioldi, Silvio Ruggieri, Juan Antonio Solari y Carlos Sánchez Viamonte,   interpeló al ex presidente de la Sociedad Rural Argentina devenido ministro de agricultura, Cosme Massini Ezcurra, al tiempo que denunció los negocios de la multinacional Standard Oil: “La Nación se halla a merced del capital extranjero que opera en nuestro territorio.”
                                                               
 HERMANO DE “MIS MONTAÑASy “LA TRADICIÓN NACIONAL

  Julio Víctor González, nació en 1899 y era el quinto  de los diez hijos del autor de “Mis Montañas” y “La Tradición Nacional” y de su esposa Amalia Luna Olmos. Cuenta su amigo el caricaturista Ramón Columba en “El Congreso que yo he visto” (1978), que le llamaban familiarmente “Bebe” (Más tarde su apodo fue “Palito, debido a su quijotesca figura). En las huellas de su padre, traductor de las Rubaiyat de Omar Kayyan, estudió “La interpretación de la naturaleza en los poetas persas”, un ensayó dado a conocer en la revista “Nosotros” de Roberto Giusti y Alfredo Bianchi.  Se graduó como abogado en la Universidad Nacional de La Plata. Fue profesor de Historia de las Instituciones Políticas Argentinas  en esa casa de estudios, hasta ser cesanteado por la dictadura de Uriburu que lo encarceló acusado de “agitador reformista”. Su libro “Historia Argentina. La era colonial” publicado en 1957, es decir después de su muerte, es en gran medida resultado de sus clases universitarias. Así como revelan la vocación por el Derecho Constitucional y la Ciencia Política tanto su análisis sobre “La filiación histórica del gobierno representativo argentino” de 1937, como la interpretación positiva de Gaspar Mechor de Jovellanos y la influencia del  “Informe sobre Ley Agraria” del asturiano en el pensamiento de Manuel Belgrano y Mariano Moreno, que desarrolló en el libro “Jovellanos y la emancipación argentina” (1945). 

  Reintegrado a sus cátedras en La Plata fue nuevamente exonerado de ellas  bajo la intervención de Ricardo De Labougle y otra vez detenido por el golpe militar de 1943. Una clara manifestación de  los errores y sectarismos de esa asonada llena de contradicciones internas, que tan pronto permitía que germinara en su seno la política pro obrera del entonces coronel Perón, como prohibía el lenguaje lunfardo en los tangos, ungía ministro de Justicia e Instrucción Pública al escritor antisemita Gustavo Martínez Zuviría  o designaba interventor de la Universidad Nacional del Litoral al autoproclamado reaccionario Jordán Bruno Genta, asesinado en 1974 por el ERP. (Genta fue destinatario tras su nombramiento de la crítica de Arturo Jauretche en su texto: “La falsa opción de los dos colonialismos”, lo que  le valió al forjista un juicio por desacato y hasta unos días de prisión). Con respecto a la década del primer justicialismo en el poder iniciada en 1946, González si bien fue por idiosincrasia liberal un severo crítico de todo avance contra las libertades individuales y por aristocracia espiritual repudió la demagogia, llegó a cuestionarse la razón por la que las masas obreras se alejaron del socialismo y polemizó  con la derecha del partido encabezada por Ghioldi, en concordancia con otras figuras partidarias como Enrique Dickman, Carlos María Bravo o Dardo Cuneo, ello sin contar a los socialistas que abiertamente se sumaron al peronismo como el canciller Juan Atilio Bramuglia, el dirigente sindical de los empleados de comercio y después ministro del Interior Ángel Borlenghi, Manuel Ugarte, designado embajador en México y Nicaragua o  Joaquín Coca, ex legislador nacional, periodista y autor del libro “El contubernio”.  Comenta al respecto Vicente Osvaldo Cutolo en “Buenos Aires: historia de las calles y sus nombres” (Tomo I, 1988), que González “cuando apareció el peronismo no aceptó la interpretación que lo definió como un fascismo vernáculo, y quiso indagar sobre el fenómeno político, buscando los aspectos positivos, denunciando sus limitaciones y errores.”

EL REFORMISA UNIVERSITARIO

  En este año 2018, cuando se conmemora el centenario de la Reforma Universitaria, es de advertir que poco se menciona a González, uno de sus ideólogos y protagonistas y como tal reconocido en su hora al par que Alfredo Palacios: “Maestro de la Juventud”. En efecto, a poco de iniciarse el conflicto viajó a Córdoba en representación de la Federación Universitaria de La Plata –“La primera tentativa de reforma se llevó a cabo con la fundación de la Universidad Nacional de La Plata”, concluyó Carlos Sánchez Viamonte-  y su ideario juvenilista, en buena medida influenciado por José Ingenieros, el “arielismo” del uruguayo  José Enrique Rodó, el “raciovitalismo”  de Ortega y Gasset  y a tono con el “Paso a los jóvenes” que había reclamado ya en 1896 desde las columnas de “El Tiempo” el entonces “poeta socialista” Leopoldo Lugones, según la calificación de Rubén Darío, se plasmó en los sucesivos volúmenes: “La revolución universitaria” (1922), “La reforma universitaria” (1927 y “La emancipación de la universidad” (1929). Pero no  quedó en la teoría o en el recuerdo de las épicas jornadas cordobesas vividas junto a Deodoro Roca, Gregorio Bermann, Saúl Taborda, Ismael Bordabehere, Emilio Biagosch y tantos otros, su programa y toma activa de posición por una Universidad nueva y abierta a la modernidad y al pueblo, con cogobierno estudiantil, docencia calificada, libertad de cátedra y carente de rigores dogmáticos, algo que por cierto escandalizó a los sectores de poder  y al mismísimo  obispo de Córdoba, el franciscano Monseñor Zenón Bustos y Ferreyra, que en su carta pastoral “La revolución social que nos amenaza” combatió la acción de los jóvenes alzados en la Casa de Trejo.    
  Como bien han recordado en el libro “Los reformistas” (1968) sus autores  Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti, en junio de 1925 González, miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho de la UBA,  redactó de su puño y letra la impugnación al decano Ramón Castillo, documento suscripto también por Carlos Sánchez Viamonte y Florentino V. Sanguinetti, reclamando entre otras cuestiones  al  después Presidente de la Nación, haber recibido al príncipe Humberto heredero de la dinastía de los Saboya, en agravio de  la tradición democrática y los principios universitarios.
  Su gravitación en el campo reformista resultó tal que en 1929 el alumnado de la Facultad de Derecho de la UBA lo proclamó Decano Revolucionario. Intentó fundar un Partido Reformista con un trasfondo socialista, (antes había militado en la Democracia Progresista); proyecto que no llegó a cuajar, en parte por el advenimiento del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, al que consideró una “restauración oligárquica” y a partir del cual  no sólo se rompió el orden constitucional  sino que se impugnaron desde el poder tanto los afanes de la Generación del 18¨, iniciándose la etapa antirrefomista con las intervenciones a las universidades nacionales –Alfredo Palacios, decano de Derecho (UBA) desde 1930, fue destituido-  y la aprobación en 1931 de un estatuto que limitaba  la participación estudiantil en el gobierno de la Universidad, como así también se revió la política petrolera nacionalista de Hipólito Yrigoyen y el general Mosconi.
  La empresa YPF en ejercicio del monopolio de nuestra riqueza de hidrocarburos y la Reforma que conquistó  la “Universidad señorial” (para) “el hombre libre” al decir de Aníbal Ponce en 1935; una Universidad donde  los pobres puedan concurrir  como de hecho lo vienen haciendo –algo que parece desconocer la  gobernadora bonaerense Vidal en sus declaraciones con alta propagación mediática-,  fueron dos progresistas y patrióticos desafíos que convocaron siempre el nervio y la mente del doctor Julio Víctor González. Un rebelde con causa al que homenajea una calle que rodea la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales porteña, así designada desde  1960 por Ordenanza Número  16358.


(Carlos María Romero Sosa, se publicó en La Prensa el 29 de julio de 2015)                     

sábado, 4 de agosto de 2018

UNA ORIGINALIDAD ARGENTINA: REPETIR EL JARDÍN DE INFANTES


                                                                     
                                                                        Fue la poeta y juglar María Elena Walsh quien acuñó en 1979 la expresión “País jardín de infantes”. Una imagen  que hacía referencia en momentos de dictadura militar,  a los desvaríos de la censura y el silencio sobre  múltiples temas exigido desde las esferas oficiales: “Cuando ya nos creímos libres de brujos, nuestra cultura parece regida por un conjuro mágico: no nombrar para que no exista.” Y aunque la escritora no lo decía, lo peor del caso era que toda la represión  era aceptada, de algún modo, por la inmadurez y la ciclotimia de gran parte de los habitantes, triunfalistas y patoteros en el fútbol, pero desinteresados en imaginar grandes epopeyas nacionales, en las que resultara necesario jugarse o exponer algo más que una ronquera gritando un gol de la Selección. Eran otros tiempos y entre tamañas desventuras no se hablaba entonces de “bullyng” escolar, algo que desnuda hoy la crueldad infantil y que hace mirar con cierta preocupación el mundo de los niños. 
                                                                       La Argentina del presente sigue siendo ese Jardín de Infantes, poblado con gente ciclotímica e irresponsable como lo muestran los índices de accidentes de tránsito, y dirigentes políticos corruptos  carentes de  criterio, vocación por el bien común y  en consecuencia afectos a callar la realidad o disfrazarla con estadísticas mendaces. Tanto aquellos que desde el poder son  capaces de destruir la calidad de vida de grandes sectores de la población, arrastrándolos a condiciones infrahumanas al  hacer de los servicios de agua, electricidad, gas y  transporte público bienes imposibles de pagar, y también los otros de la presunta oposición -los Picheto, los Urtubey, los Massa, etcétera-, colaborando, con el argumento de la defensa de la institucionalidad más allá de algunas críticas puramente formales, con el plan económico hambreador del pueblo al servicio de los grupos adinerados del país  y del  capitalismo internacional.
                                                                  En tanto la sociedad, con honrosas excepciones,  más que reunida para epopeyas colectivas con antecedentes que van quedando cada vez más lejanos –las huelgas revolucionarias de la FORA anarquista; el “Ultimo Malón” de los aborígenes mocovíes  en 1904;  la elección de Alfredo Palacios como primer diputado socialista de América  ese mismo año con el voto de la barriada popular e inmigratoria de la Boca del Riachuelo;  el Grito de Alcorta de los chacareros pobres de 1912; la rebelión estudiantil reformista de 1918; el 17 de octubre de 1945; la resistencia peronista, el Rosariazo y el Cordobazo de 1969; las rondas de las Madres de Plaza de Mayo y la masiva irrupción del movimiento de Derechos Humanos como respuesta al golpe de 1976 y el genocidio subsiguiente; el estallido social que se llevó puesto a Cavallo-De la Rúa  y su plan recesivo y entregador de soberanía a los intereses financieros en diciembre de 2001, entre otras gestas-,  parece estar distribuida en rincones jardineros. Y lo peor es que pocos son los que atienden al suyo.
                                                                Así se plantean grandes debates que acaban en groseros tironeos de fanáticos. Uno de ellos ha sido el tema de la legalización del aborto. No se han escuchado en las audiencias públicas  llevadas a cabo en el Senado de la Nación, líneas intermedias ni puente alguno tendido entre posiciones irreconciliables: todo se reduce a actitudes binarias y maniqueas; sin voces capaces de repudiar a la vez el jolgorio de muchos, muchas y muches ante la posibilidad de aprobar  la interrupción voluntaria del embarazo y con la misma fuerza oponerse al retorno de la inquisición con sus autos de fe  de la mano de grupos autodenominados “ProVida”, con integrantes que ahora descubren la beatitud del Papa Paulo VI por su discutible encíclica de 1968 “Humanae Vitae”, contra la píldora anticonceptiva, cuando sus mentores de ayer como el ultraderechista Carlos A. Disandro, ideólogo de la parapolicial CNU, gustaban  tratarlo de apóstata y arriano debido a la apertura demostrada en otros órdenes por ese Pontífice, como su ecumenismo y la objeción a culpar al pueblo judío por la muerte de Jesús.
                                                            Unos y otros fueron  distorsionando el sentido de  la discusión, al punto que algunos antiabortistas no sólo se oponen al aborto legal o desincriminado, sino que critican la educación sexual que enseña a evitar embarazos no deseados; llegándose al extremo que un médico vinculado con los sectores más conservadores del gobierno del que su ONG recibe abultados subsidios, llegó al absurdo y la inconciencia criminal, de cuestionar el uso del preservativo contra toda razón científica y humanitaria frente a flagelos como el SIDA y demás enfermedades de transmisión sexual.
                                     La Iglesia Católica -a la que pertenezco- lógicamente es antiabortista y mueve en bloque su influencia en ese sentido, lo cual lleva a pensar cuántas vidas se hubieran salvado de haber tomado una actitud tan clara y compacta frente a la dictadura genocida de Videla y sus secuaces. Para no ser injusto recordaré que no precisamente desde la tribuna abierta en el Congreso, sino trabajando en los barrios más carenciados, los curas villeros como el padre Pepe Di Paola o el padre de Lorenzo de Vedia –en 2017 prepoteado por integrantes de la Prefectura Naval-, además de cuestionar el aborto por momentos con argumentación de difícil verificación el primero de los nombrados, como que la proyectada ley que se discute responde a una imposición del FMI, dan contención efectiva a las mujeres embarazadas y no señalan con el dedo acusador a las que interrumpieron o interrumpen el embarazo. Nada que ver con el fariseísmo de ciertos sectores  “ProVida”, que hasta hace muy poco criticaban con saña el hecho que “los pobres tengan muchos hijos”,  y ahora se rasgan las vestiduras frente al drama –que lo es en cualquier caso- del aborto.   
                                                            Macri, quien abrió la caja de Pandora al promover este debate legislativo, se siente tironeado tanto por sus votantes ultras, más inquisitoriales que Torquemada y Eymeric juntos, como por los más progresistas que integran su espacio neoliberal. Entonces acaba de sacar otra carta de la manga: el Decreto 683 sobre las reformas del rol de las Fuerzas Armadas en la Defensa Nacional, algo que contradice la legislación vigente en la materia, fruto del consenso social después de la experiencia del terrorismo de Estado y los 30.000 desaparecidos. Tal nuevo instrumento, a todas luces repiquetea como aprestos  de  represión ya que más que una maniobra de distracción  aconsejada por el inefable asesor Durán Barba, podría decirse  que es una táctica para curarse  en salud, ante la creciente conflictividad social resultado del plan económico de ajuste perpetuo acorde con los dictados, esos sí indudables,  del FMI.
                                                          Todo vale en este kindergaten inimaginado por Friedrich Fruebel, pero anticipado por nuestra María Elena Walsh. Así hay que hacer alharaca con las por cierto torpes declaraciones recientes del dirigente piquetero Luis D´Elía sobre que habría que fusilar al ingeniero Macri en la Plaza de Mayo. Lo ilustrativo es que sus detractores y denunciantes ante un Poder Judicial presto a encarcelar opositores –Milagros Sala cumple prisión preventiva en Jujuy (en la actualidad domiciliaria) desde pocos días después de la asunción del gobernador Gerardo Morales en esa provincia feudal, en diciembre de 2015-, suelen condolerse públicamente de los militares  condenados por crímenes de lesa humanidad, pedir su liberación y hasta exigirla como en  2015 en que desde un artículo editorial lo hizo (sería bueno saber quién fue su redactor) el viperino diario La Nación, por fortuna para la democracia sin eco alguno.  (La vomitiva “Tribuna de doctrina” según se autotitula La Nación, está tan “jugada por la vida” que el domingo 29 de julio del corriente publicó un artículo de fondo contra el aborto y el 30, en la misma sección pretende, a través de un libelo, encubrir el asesinato del obispo Enrique Angelelli perpetrado el 4 de de agosto de 1976 y dudar de su evangélica acción pastoral oponiéndose a la apertura de su  proceso de beatificación.)

        Los argentinos somos originales: repetimos el Jardín de Infantes, aunque no reprobamos ciertas asignaturas como la que podría llamarse juegos prohibidos al mantener el tic de elegir malos gobernantes; así como otra: amistades peligrosas,  según lo prueban los estrechos vínculos con el FMI, el Banco Mundial y la nueva “relación carnal” con los Estados Unidos de América.             

Carlos María Romero Sosa, se publicó el 4 de agosto de 2018 en la Revista Con Nuestra América, de San José de Costa Rica, y en Salta Libre.net.)