martes, 7 de agosto de 2018

EL REBELDE JULIO VÍCTOR GONZÁLEZ

    El martes 8 de noviembre de 1955, LA PRENSA  en la página 7, bajo otras noticias de carácter político y junto al anuncio de un acto de recordación al médico y dirigente del Partido Comunista Juan Ingalinella, desaparecido y asesinado en Rosario durante una sesión de tortura en junio de aquel año, daba cuenta del fallecimiento -el día anterior- del doctor Julio V. González. Luego de destacar su trayectoria de hombre público y publicista, informó que sus restos fueron sepultados en el cementerio de Olivos.  Por su parte el diario La Nación, en la nota necrológica que le dedicó en esa misma fecha, resaltó que el socialismo del hijo rebelde de Joaquín V. González, que ciertamente un conservador progresista, no obedecía tanto a coincidencias económicas con el partido fundado por Juan B. Justo en 1896, sino en la severa conducta política en pro de un mejoramiento colectivo enraizado en gran parte en lo intelectual.  Una formulación  con la que cabe coincidir a la luz de las obras escritas y la acción legislativa del doctor González. Porque en efecto simpatizó con la planificación económica llevada a cabo en la Rusia Soviética a la que juzgó a poco de ocurrida la Revolución de Octubre: “Símbolo de un idealismo rebelde y reconfortante” y en un artículo aparecido en la Revista de Filosofía -lo anota el “Diccionario Biográfico del a Izquierda Argentina” (2007) dirigido por Horacio Tarcus- llegó a exaltar la figura de Lenín. En tanto varios de sus correligionarios se manifestaban librecambistas, obsesionados por la moneda sana y carecían de visión latinoamericanista.
   Consecuentemente en el plano de los recursos naturales González era estatista y nacionalista, sobre todo en materia petrolera: “No existe país en el mundo, grande o pequeño, débil o poderoso, con o sin petróleo en su subsuelo, que no entienda el control absoluto del Estado sobre esa precioso e indispensable sustancia mineral”, escribió en su libro de 1947: “Nacionalización del petróleo”, donde  criticó la política  a su juicio ambigua del primer gobierno de  Perón, que: “sale por la puerta de la nacionalización y vuelve por la de la sociedad mixta. Otro militar será en cambio merecedor de su admiración en la materia: el general Enrique Mosconi,  quien había sostenido que en el tema del petróleo: “No queda otro camino que el monopolio de Estado en forma integral.” En esa misma línea de nacionalismo económico antiimperialista y antioligárquico,  en la Cámara de Diputados a la que ingresó en 1940 por la ciudadanía porteña en la misma lista que los también electos miembros del Partido Socialista: Américo Ghioldi, Silvio Ruggieri, Juan Antonio Solari y Carlos Sánchez Viamonte,   interpeló al ex presidente de la Sociedad Rural Argentina devenido ministro de agricultura, Cosme Massini Ezcurra, al tiempo que denunció los negocios de la multinacional Standard Oil: “La Nación se halla a merced del capital extranjero que opera en nuestro territorio.”
                                                               
 HERMANO DE “MIS MONTAÑASy “LA TRADICIÓN NACIONAL

  Julio Víctor González, nació en 1899 y era el quinto  de los diez hijos del autor de “Mis Montañas” y “La Tradición Nacional” y de su esposa Amalia Luna Olmos. Cuenta su amigo el caricaturista Ramón Columba en “El Congreso que yo he visto” (1978), que le llamaban familiarmente “Bebe” (Más tarde su apodo fue “Palito, debido a su quijotesca figura). En las huellas de su padre, traductor de las Rubaiyat de Omar Kayyan, estudió “La interpretación de la naturaleza en los poetas persas”, un ensayó dado a conocer en la revista “Nosotros” de Roberto Giusti y Alfredo Bianchi.  Se graduó como abogado en la Universidad Nacional de La Plata. Fue profesor de Historia de las Instituciones Políticas Argentinas  en esa casa de estudios, hasta ser cesanteado por la dictadura de Uriburu que lo encarceló acusado de “agitador reformista”. Su libro “Historia Argentina. La era colonial” publicado en 1957, es decir después de su muerte, es en gran medida resultado de sus clases universitarias. Así como revelan la vocación por el Derecho Constitucional y la Ciencia Política tanto su análisis sobre “La filiación histórica del gobierno representativo argentino” de 1937, como la interpretación positiva de Gaspar Mechor de Jovellanos y la influencia del  “Informe sobre Ley Agraria” del asturiano en el pensamiento de Manuel Belgrano y Mariano Moreno, que desarrolló en el libro “Jovellanos y la emancipación argentina” (1945). 

  Reintegrado a sus cátedras en La Plata fue nuevamente exonerado de ellas  bajo la intervención de Ricardo De Labougle y otra vez detenido por el golpe militar de 1943. Una clara manifestación de  los errores y sectarismos de esa asonada llena de contradicciones internas, que tan pronto permitía que germinara en su seno la política pro obrera del entonces coronel Perón, como prohibía el lenguaje lunfardo en los tangos, ungía ministro de Justicia e Instrucción Pública al escritor antisemita Gustavo Martínez Zuviría  o designaba interventor de la Universidad Nacional del Litoral al autoproclamado reaccionario Jordán Bruno Genta, asesinado en 1974 por el ERP. (Genta fue destinatario tras su nombramiento de la crítica de Arturo Jauretche en su texto: “La falsa opción de los dos colonialismos”, lo que  le valió al forjista un juicio por desacato y hasta unos días de prisión). Con respecto a la década del primer justicialismo en el poder iniciada en 1946, González si bien fue por idiosincrasia liberal un severo crítico de todo avance contra las libertades individuales y por aristocracia espiritual repudió la demagogia, llegó a cuestionarse la razón por la que las masas obreras se alejaron del socialismo y polemizó  con la derecha del partido encabezada por Ghioldi, en concordancia con otras figuras partidarias como Enrique Dickman, Carlos María Bravo o Dardo Cuneo, ello sin contar a los socialistas que abiertamente se sumaron al peronismo como el canciller Juan Atilio Bramuglia, el dirigente sindical de los empleados de comercio y después ministro del Interior Ángel Borlenghi, Manuel Ugarte, designado embajador en México y Nicaragua o  Joaquín Coca, ex legislador nacional, periodista y autor del libro “El contubernio”.  Comenta al respecto Vicente Osvaldo Cutolo en “Buenos Aires: historia de las calles y sus nombres” (Tomo I, 1988), que González “cuando apareció el peronismo no aceptó la interpretación que lo definió como un fascismo vernáculo, y quiso indagar sobre el fenómeno político, buscando los aspectos positivos, denunciando sus limitaciones y errores.”

EL REFORMISA UNIVERSITARIO

  En este año 2018, cuando se conmemora el centenario de la Reforma Universitaria, es de advertir que poco se menciona a González, uno de sus ideólogos y protagonistas y como tal reconocido en su hora al par que Alfredo Palacios: “Maestro de la Juventud”. En efecto, a poco de iniciarse el conflicto viajó a Córdoba en representación de la Federación Universitaria de La Plata –“La primera tentativa de reforma se llevó a cabo con la fundación de la Universidad Nacional de La Plata”, concluyó Carlos Sánchez Viamonte-  y su ideario juvenilista, en buena medida influenciado por José Ingenieros, el “arielismo” del uruguayo  José Enrique Rodó, el “raciovitalismo”  de Ortega y Gasset  y a tono con el “Paso a los jóvenes” que había reclamado ya en 1896 desde las columnas de “El Tiempo” el entonces “poeta socialista” Leopoldo Lugones, según la calificación de Rubén Darío, se plasmó en los sucesivos volúmenes: “La revolución universitaria” (1922), “La reforma universitaria” (1927 y “La emancipación de la universidad” (1929). Pero no  quedó en la teoría o en el recuerdo de las épicas jornadas cordobesas vividas junto a Deodoro Roca, Gregorio Bermann, Saúl Taborda, Ismael Bordabehere, Emilio Biagosch y tantos otros, su programa y toma activa de posición por una Universidad nueva y abierta a la modernidad y al pueblo, con cogobierno estudiantil, docencia calificada, libertad de cátedra y carente de rigores dogmáticos, algo que por cierto escandalizó a los sectores de poder  y al mismísimo  obispo de Córdoba, el franciscano Monseñor Zenón Bustos y Ferreyra, que en su carta pastoral “La revolución social que nos amenaza” combatió la acción de los jóvenes alzados en la Casa de Trejo.    
  Como bien han recordado en el libro “Los reformistas” (1968) sus autores  Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti, en junio de 1925 González, miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho de la UBA,  redactó de su puño y letra la impugnación al decano Ramón Castillo, documento suscripto también por Carlos Sánchez Viamonte y Florentino V. Sanguinetti, reclamando entre otras cuestiones  al  después Presidente de la Nación, haber recibido al príncipe Humberto heredero de la dinastía de los Saboya, en agravio de  la tradición democrática y los principios universitarios.
  Su gravitación en el campo reformista resultó tal que en 1929 el alumnado de la Facultad de Derecho de la UBA lo proclamó Decano Revolucionario. Intentó fundar un Partido Reformista con un trasfondo socialista, (antes había militado en la Democracia Progresista); proyecto que no llegó a cuajar, en parte por el advenimiento del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, al que consideró una “restauración oligárquica” y a partir del cual  no sólo se rompió el orden constitucional  sino que se impugnaron desde el poder tanto los afanes de la Generación del 18¨, iniciándose la etapa antirrefomista con las intervenciones a las universidades nacionales –Alfredo Palacios, decano de Derecho (UBA) desde 1930, fue destituido-  y la aprobación en 1931 de un estatuto que limitaba  la participación estudiantil en el gobierno de la Universidad, como así también se revió la política petrolera nacionalista de Hipólito Yrigoyen y el general Mosconi.
  La empresa YPF en ejercicio del monopolio de nuestra riqueza de hidrocarburos y la Reforma que conquistó  la “Universidad señorial” (para) “el hombre libre” al decir de Aníbal Ponce en 1935; una Universidad donde  los pobres puedan concurrir  como de hecho lo vienen haciendo –algo que parece desconocer la  gobernadora bonaerense Vidal en sus declaraciones con alta propagación mediática-,  fueron dos progresistas y patrióticos desafíos que convocaron siempre el nervio y la mente del doctor Julio Víctor González. Un rebelde con causa al que homenajea una calle que rodea la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales porteña, así designada desde  1960 por Ordenanza Número  16358.


(Carlos María Romero Sosa, se publicó en La Prensa el 29 de julio de 2015)                     

1 comentario:

Unknown dijo...

Estimado Profesor Romero Sosa,

tomo contacto con usted por esta vía porque no encontré un correo al cual escribirle. Estoy trabajando en una tesis sobre José Arce y quisiera consultarle acerca de ciertas fuentes. He visto su trabajo sobre él y se me ocurría que tal vez usted podría orientarme.

Saludos cordiales,

Rodrigo López Gadano (r.lopez.gadano@gmail.com)