No quiero pecar de hiperbólico
si al parafrasear a Leopoldo Marechal sintetizo sobre la marcha del 21: era
febrero y parecía Mayo; y ello por el
Grito Sagrado presente en las consignas
de Patria, Pan y Trabajo que se escucharon al unísono. Concurrí en compañía de un joven militante socialista de
87 años y los dos quedamos asombrados ante lo multitudinario de la respuesta a
la convocatoria –más de siete cuadras sobre una de las avenidas más anchas del
mundo como es la 9 de Julio- y más aún por el fervor de los presentes, juventud en su mayoría.
Sin embargo, horas antes de comenzar la marcha no parecía fácil su
éxito. Toda la artillería del periodismo
canalla venía disparando desde que se anunció su realización contra quien la convocó, el sindicalista
camionero peronista Hugo Moyano, ex Secretario General de la CGT , sacándole los trapitos al
sol de posibles actos de corrupción, naturalmente bien disimulados cuando no se
presentaba como opositor irreductible del ingeniero Macri y su programa neoconservador
y neoliberal que, como era de prever, sólo viene trayendo ajuste, desempleo,
inflación, recesión y endeudamiento externo que hipoteca el futuro de los argentinos.
En forma paralela a la campaña antimoyanista, vinieron las críticas a
los sectores que anunciaban su presencia en el acto: el kirchnerismo, los
movimientos sociales y la izquierda en sus diferentes matices. Y ello al tiempo que los periodistas de los multimedios M, destacaban y celebraban cual fanáticos hinchas de fútbol los goles de su equipo,
las noticias sobre los gremialistas que se bajaban de la movilización
amenazados y comprados por el gobierno o cuando no en busca de
prebendas del poder como el próximo viaje a Europa a invitación del Ministro de Trabajo Jorge Triaca,
confirmado en el gabinete luego del escándalo suscitado por el despido a
insultos de su empleada doméstica. Este
cóctel venenoso se batió durante semanas
con el hielo molido de los posibles incidentes que ocurrirían y no sucedieron,
cosa de intimidar y desanimar a los posibles concurrentes espontáneos. Así y todo varios centenares de miles de
personas se acercaron a la intersección de las avenidas 9 de Julio y Belgrano,
a buen entendedor un lugar oportuno para las reivindicaciones sociales, de cara
al racionalista edificio del Ministerio de Desarrollo -o subdesarrollo- Social,
a cargo de la señora Carolina Stanley, justo es decirlo no de lo peor del
equipo gubernativo, aunque responsable el año pasado de disponer la baja de las
pensiones por discapacidad, magros beneficios
que ante el rechazo público debió
restituir en breve.
Concluido el
acto, organizadores y oradores mostraron su satisfacción en tanto que el
gobierno debió callar o ironizar sobre las motivaciones presuntamente destituyentes
cuando no destinadas a amedrentar al
poder judicial que sabemos que en la Argentina
se escribe con letras minúsculas. Sin embargo nada debe ser igual a
partir del 21 de febrero y si eso no ocurre
la responsabilidad caerá sobre una oposición que amaga con la unidad
pero que en los hechos la socava con
personalismos, sectarismos y sobre todo con dogmatismos que corren en franca desventaja
con las pragmáticas posverdades que va sacando de la manga el poder asesorado
por su gurú Durán Barba, para reinstaurar un decimonónico modelo antiindustrialista
y exportador de materias primas, en la mejor reedición de la factoría pastoril
y ganadera en beneficio de las oligarquías nativas y las metrópolis centrales dispuesta
por la División Internacional
del Trabajo. Lo que no significa postular el fin de las ideologías sino fenomenológicamente ponerlas entre paréntesis
o dicho en lenguaje más casero y con ecos de la política exterior entreguista
de Ménem sobre Malvinas, “bajo un
paraguas”, mientras se combate el plan económico hambreador del presidente Macri.
¿Y ahora qué? es la pregunta, en tanto los periódicos del día siguiente
se esmeraron en mostrar la
Biblia y el calefón discepoliano en la concurrencia de la
víspera y así se habla con desprecio del “acting
organizado por Cristina Kirchner, el Papa Francisco y Hugo Moyano”(La Prensa ) mientras el
columnista estrella de La
Nación , Joaquín
Morales Solá, jugó al oxímoron titulando sobre “Una multitudinaria soledad
política” (de Moyano.)
No deja de resultar curiosa y para muchos alentadora esa pretendida
denigración del “papismo” como llaman
las derechas -copiando el término empleado contra los católicos por la
ultraderecha racista protestante norteamericana y el mismísimo Ku Klux Klan- a
los sectores socialcristianos o de izquierda cristiana comprometidos con los
humildes y con influencia en los movimientos sociales y piqueteros. Sucede que
por primera vez el Obispo de Roma es sentido como alguien próximo a los
trabajadores y a los villeros y esto se debe no sólo a que Francisco es un Papa
argentino, sino también a su prédica contra el capitalismo salvaje y a su
cercanía espiritual con los excluidos de la fiesta del mundo globalizado.
¿Y ahora qué? Una respuesta afirmativa
por la unidad en la lucha la dieron los concurrentes a la marcha del 21 en
Buenos Aires, replicada en varias
ciudades del interior del país, atisbo de nuevo polo de poder. Otra corresponde a los dirigentes opositores si están a la altura
de las circunstancias.
(Carlos
María Romero Sosa, se publicó en la revista CON NUESTRA AMÉRICA, de San José de
Costa Rica, el 24 de febrero de 2018)