domingo, 13 de enero de 2019

TANTO VA EL CANTARILLO A LA FUENTE...,Y NO TE DIGO MÁS



   La situación que atraviesa el pueblo argentino es angustiante y nada nuevo se descubre al decirlo; nada, conocidos los recientes índices del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina  de más del 33% de pobreza y en aumento y hasta los números del INDEC que revelan que la actividad industrial se retrajo en 13, 3 % interanual en noviembre y la construcción se desplomó un 15,9 % en igual periodo. Lo distintivo aquí es otra cosa: no hubo gobierno constitucional -y me temo que no hubo gobierno- que haya empobrecido tanto a la mayoría de los habitantes de la Nación en beneficio del poder concentrado de ciertos grupos oligárquicos y financieros  afines al Ejecutivo. En ese sentido si hay algo que no puede achacarse a la Casa Rosada es que haya hecho excepciones con sus votantes, porque la clase media viene siendo la que más golpes recibe con la carestía de la vida representada por una inflación de más de 47 por ciento en el 2018, las jubilaciones y pensiones a la baja debido al nuevo cálculo de ajuste previsional aprobado en diciembre de 2017 por un oficialismo que convirtió al Congreso en una escribanía de usureros; los impuestos al salario, al ahorro, a los alquileres, a la venta y compra de propiedades y hasta por respirar si uno se descuida: “La carga impositiva en 2019 será la más alta en sesenta años”, anuncia en su edición del 5 de enero La Nación, insospechada de opositora. Aparte de ser elemento necesario de este  plan de ajuste salvaje el desempleo, verificado en los despidos en la Administración Pública y los entes estatales, tal  el caso de los trabajadores de TELAM y ni qué hablar de las más de 120.000 pérdidas de trabajo privado durante el 2018 con la paralización de la obra pública y la quiebra de las PYMES.
   Con una cuota de sadismo e imprudencia que pudo costarle caro al gobierno habida cuenta del antecedentes del 2001,  los tarifazos para 2019 se anunciaron a fin de año, en víspera del día de inocentes y del viaje a Punta del Este del ministro Dietrich, que en función de verdugo y a la vez  de autor del género de terror que deja chicos a Mary Shelley y a Stefhen King, dio cuenta de las subas del trasporte público, todo en una macabra tomada de pelo a asalariados y jubilados que mal podrán pagar 21 pesos por cada viaje en subterráneo en los meses venideros y 18  los que lo hagan en colectivo. Pero contra la resignación  cabe pensar que no hay mal que por bien no venga y  por esa línea, cuanto peor, mejor.
 Claro que razonar así conduce necesariamente a preguntarse sobre cuál será la gota que rebalse el vaso. “Mira, Sancho, lo que hablas, porque tanto va el cantarillo a la fuente…, y no te digo más”, reprendía Don  Quijote a su escudero. Y más cerca y con menos sugerencia fue el mismísimo Juan Perón quien habló del tronar de los escarmientos cuando los pueblos agotan su paciencia.     
 Como la realidad está constituida por cabos sueltos que Dios vincula y a los humanos les es dado imaginar –e ilusionar- que no son azarosos para no sentirse perdidos en el caos, fue el 24 de diciembre al sumarse  la noticia de la muerte de Osvaldo Bayer a la desilusión  -en mi caso- frente la anestesia general de la sociedad que contra todo pronóstico no protestó en forma masiva reviviendo gloriosas gestas decembrinas,  cuando me asaltó de inmediato  el recuerdo de “La Chispa”, aquel  periódico quincenal  fundado por Osvaldo en Esquel  y aparecido entre diciembre de 1958 y abril de 1959  para denunciar a los latifundistas y defender los derechos de los pueblos originarios en momentos en que nadie mencionaba el tema. Resultó ser un oportuno recuerdo que me reanimó el ánimo,  una  prueba que como el Cid Campeador, el autor de “Di Giovanni el idealista de la violencia”  sigue ganando batallas después de muerto. Y eso porque en las circunstancias actuales será otra chispa menos pensada, la que más temprano que tarde generará acontecimientos cívicos purificadores.
 Hasta tanto seguirán las interpretaciones sobre porqué esta vocación de tantos a ser conducidos al matadero sin chistar. ¿Abulia? ¿Descreimiento en otras opciones políticas? ¿Influencia como nunca antes  de los medios oficialistas en las decisiones colectivas o dicho mejor en la falta de ellas? Sin duda será una sumatoria de todo lo dicho con más el condimento del odio de clase de los sectores del medio pelo,  prejuicio  más fuerte que la contrariedad ante la notoria rebaja en su calidad de vida.
 A esto cabe sumar las malas artes de una dirigencia sindical traidora y desmovilizadora; reticente  durante estos tres años de desquicio hasta a decretar esos famosos y tristes paros domingueros de los que no se salvó ningún gobierno anterior y por de pronto se abusó en tiempos del presidente Alfonsín. ¿Por qué no reacciona la clase media que nunca lo hace por ideales sino al sentir tocado el bolsillo? ¿Por qué si  no hubo administración más depredadora que la actual?  En tiempos de Menem el voto cuota demostró  falta de solidaridad con los excluidos –que eran menos que hoy- y naturalmente carencia      de patriotismo cuando se celebraba en los aquelarres de Olivos, entre pizzas y champanes, las relaciones carnales con los Estados Unidos de América. Pero entonces, quienes no habían salido del sistema accedían efectivamente al pago en cuotas sin interés para consumir a lo loco bienes o servicios como viajes a Miami para ejercitar el “déme dos”.  Con eso llenaban las pequeñas burguesías sus expectativas económicas, único sentido de sus existencias. Y tampoco había inflación por los pases mágicos del uno a uno cavallista, hasta estallar todo por los aires. Sucede que la previsión es un elemento de la  prudencia y el ejercicio de esa virtud corresponde según Platón a los gobernantes, con lo cual no cabe exigir prudencia y menos grandeza de alma a las clases medias que aprovecharon la coyuntura sin prevenciones de futuro ni conmiseración  por las víctimas de las reformas del Estado  del menemismo. Con Macri la cosa es bien diferente, a la larga primavera consumista de los años noventa se le contrapone la caída del consumo y en suma el detrimento de la calidad de vida de la población. Y sin embargo no pasa nada. O nada más que el crecimiento de la deuda externa,  de la interna lacerante y del riesgo país. No hay duda que el relato de la prensa canalla tiene efecto. Basta una muestra: no hay columnista ni panelista televisivo que defienda a Franco Macri, para mi gusto con sus más y sus menos o sus menos menos, más inteligente, industrialista y emprendedor que su descendencia. Pero vale emplear públicamente su figura de “padrino”, algo así como de válvula de escape para dispersar los rumores de corrupción oficial en una suerte de términos dialécticos familiares antitéticos. Una oportuna paráfrasis del cuento del policía malo y el policía bueno. De modo que puede aceptarse sin chistar que Franco hizo  su fortuna -o parte de ella- de manera “non sancta”, pero eso no salpica a su hijo hoy en el poder y ayer a cargo de las empresas paternas. Si de ética habla tanto la diputada Carrió, no sabe o no quiere saber que nadie debe beneficiarse del dinero mal habido y que en  caso de ser así, Mauricio no sería una pobre víctima sino un cómplice.    


  Vuelvo a pensar en Bayer –con el que una sola vez hablé por teléfono- y en su periódico de nombre La Chispa,  esperando que desde el Paraíso en que no creía y al que habrá accedido por aquello de  que son bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, nos de una mano y nos ayude a encenderla aquí y ahora. Tal vez ya lo está inspirando dado que en estos primeros días de enero comienzan a sonar cacerolas y  al golpearlas: ¡saltan chispas! 

(Carlos María Romero Sosa, se publicó en la Revista Con Nuestra América, de San José de Costa Rica, el sábado 12 de enero de 2019.-)   

LA REVISTA "SEXTO CONTINENTE" Y ALICIA EGUREN


 Al revisar las cajas del archivo epistolar de Carlos Gregorio Romero Sosa (1916-2001), circunscribiendo por algún motivo ese rastreo a los años cuarenta del siglo pasado, apareció una carta autógrafa de la escritora y militante política Alicia Eguren.  Participaba al historiador y hombre de letras salteño para entonces ya radicado en Buenos Aires, de la inminente aparición de la revista “Sexto Continente” y le que sugería enviara algún artículo para la misma. Esa publicación proyectada como bimestral, durante sus cuatro primeros números correspondientes a julio-agosto y septiembre-octubre de 1949, fue coeditada por  Eguran y el intelectual rosarino Armando Cascella (1900-1971), posteriormente autor entre otros libros de “La traición de la oligarquía”, reeditado en 1969 con prólogo de Arturo Jauretche. A partir del quinto número la antedicha coeditora fue suplantada  en la función aunque prosiguió en calidad de articulista, por el abogado y periodista Valentín Thiebaut, que en 1947 había cubierto para el diario Democracia el viaje de Eva Perón a Europa.
     Algo se ha escrito sobre la publicación que se ofrecía con el formato de revista libro y cuyo título alude a lo indiviso de América Latina. El último número 7/8 correspondió a los meses de noviembre y diciembre de 1950. Al respecto vale la pena consultar la obra de Héctor René Lafleur, Sergio Provenzano y Fernando Alonso: “Las revistas literarias argentinas 1893-1967” y más específicamente  el ensayo de Pablo Martínez Gramuglia: “La práctica crítica como juicio ideológico: Sexto Continente”. Su  vida corta pero posible gracias a la publicidad oficial, en especial de la provincia de Buenos Aires gobernada por el coronel Domingo Mercante, no resta valor a ese esfuerzo editorial, en la línea doctrinaria de la revista Cultura que editó la Oficina de Publicaciones del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires, a cargo del ex forjista y poeta Julio César Avanza.
    Es de advertir la calidad de sus colaboradores, entre otros los pensadores Ernesto Palacio, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Guglielini y Ramón Doll; los historiadores Carlos y Federico Ibarguren,  José María Rosa y  Alberto Ezcurra Medrano; los juristas Arturo Enrique Sampay y Norberto Gorostiaga; el médico Ramón Carrillo; el legislador Joaquín Díaz de Vivar; el sociólogo francés Jaime María de Mahieu; el arqueólogo Andrés Campanella de anterior trabajo con Enrique Palavecino en la Universidad Nacional de Tucumán; el etnógrafo, folclorólogo y médico santiagueño Orestes Di Lullo; el musicólogo Lucas Rivara;  los filósofos Octavio Derisi, Carlos Astrada y Miguel Ángel Virasoro; los novelistas Arturo Cancela y Pilar de Luzarreta  y los poetas Leopoldo Marechal,  José María Castiñeira de Dios, Antonio Puga Sabaté, Enrique Lavié, Héctor Villanueva, Raúl de Ezeiza Monasterio, María Granata  y Vicente Trípoli.  Y sobre todo será de destacar  la confluencia, frente a los  cambios en la estructura social que se verificaban por entonces,  de personalidades de diferente procedencia y pensamiento. Así  más allá de la clara línea editorial de signo oficialista a la que se hallaba adscripta y que de algún modo vinculaba a la mayoría de los colaboradores aunque no a todos,  puede entenderse la inclusión en sucesivos números, aparte de  los textos de los autores argentinos mencionados,  de la visión  latinoamericanista del mexicano José Vasconcelos, de las inquietudes sociales del brasileño Josué de Castro,  del boliviano Augusto Céspedes o del guatemalteco de clara adscripción izquierdista Miguel Ángel Asturias. Lo mismo que el aporte del filólogo gallego José Gabriel, de fuertes simpatías trotzquistas y durante la Guerra Civil adherido al Partido Obrero de Unificación Marxista, tan perseguido por los comisarios políticos y agentes enviados a la contienda española por Stalin. Y la presencia en el número  quinto de Ramón Gómez de la Serna con sus ismos a cuestas, lo que poca gracia debía causar a algunos lectores  que no pasarían de las novelas costumbristas del carlista José María de Pereda. Aunque “Sexto Continente” compensó en su última entrega  el antiacademicismo de Ramón, con la prosa académica del catalán franquista  Eugenio d´Ors.  Es curioso a la distancia comprobar que el nacionalista revolucionario Céspedes y el vindicador de los  mayas Asturias, coexistían en las páginas con el pro fascista rumano –aunque víctima del nazismo que lo recluyó en un campo de concentración- Vintila Horia y con el maurrasiano  y difusor del teórico de la huelga general revolucionaria George Sorel, Jaime María de Mahieu.  
     Se ha insinuado que “Sexto Continente” pretendió  ser la contracara cultural de SUR de Victoria Ocampo, de ideario liberal y sobre todo vocación europeizante. Por cierto detractores no le faltaron en su momento ni le faltan al presente y así el sociólogo Máximo Plotkin, en su libro “Freud en la pampa”, frente a la lista de los colaboradores y el tenor de sus textos  ha criticado la “mezcla incoherente de nacionalismo, nativismo, catolicismo derechista y elogios al régimen”. Algo que desde otro ángulo de análisis, bien podría juzgarse como una ausencia de sectarismo. Sucede que en la Argentina de casi setenta años atrás había ámbitos de encuentro más allá del reñido peronismo-antiperonismo e incluso de las vertientes, muchas veces hijas de antitéticas visiones que conformaron esos opuestos hasta hoy irreconciliables de la Argentina. Tales puntos de reunión, en ocasiones eran espacios físicos como la casa de la calle Charcas 4741 donde vivía Alfredo Palacios; tan socialista, agnóstico y admirador de la figura de Jesús de Nazareth, como demócrata y nacionalista con c. Allí era habitual la concurrencia a almorzar de notorias figuras del nacionalismo católico y asimismo de otras que nada tenían que ver con ese ideario sino al contrario. Como que llegaron a compartir la mesa por esos tiempos los nacionalistas Ignacio B. Anzoátegui, Hipólito Jesús Paz y el capellán militar R.P. Amancio González Paz, con el doctor Eleazar Levín, el poeta Arturo Capdevila de vieja tradición reformista, el mexicano Jesús Silva Herzog que presidió el comité petrolero en pro de  la nacionalización del hidrocarburo bajo el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas  y el escritor colombiano Germán Arciniegas, un americanista de centro acusado por el dictador Rojas Pinilla de comunista. 
     Da para meditar y más  para lamentarse  el hecho de advertir cómo el paso del tiempo enfrentó a personalidades de la cultura que en algún momento compartieron las páginas de “Sexto Continente”; una muestra de laboratorio de la explosión de idearios e ideales que marcó a sangre y fuego el clima posterior del país. Así su crítico cinematográfico Miguel P. Tato epilogó su carrera ejerciendo funciones de censor oficial en el burocrático Ente de Calificación Cinematográfica durante el gobierno de Isabel Perón y después con la dictadura. En tanto Armando Cascella se convertía en un “maldito” de la cultural oficial silenciado por muchos de sus exponentes de machacado liberalismo –sobre todo económico- que aceptaban de buena gana los cortes de las películas por Tato –podían disfrutarlas completas en Punta del Este-, y miraban para otro lado cuando el socialista Luis Pan, a cargo de Eudeba al comienzo del Proceso, ofrecía el tributo de millares de libros a Suárez Mason para ser quemados en una suerte de auto de fe. De igual modo, los caminos se habían separado a finales de los sesenta entre Carlos Astrada,  que se acercó al maoísmo, y  su amigo y colega Miguel Ángel Virasoro, traductor de Sartre, frente al perseverante socialcristianismo de Basilio Serrano y el severo escolasticismo de monseñor Derisi -quizá ajeno a la tesis de Maritain: “El tomismo no es de derecha ni de izquierda”- o el tradicionalismo esotérico de Vintila Horia. Y otro tanto cabe para la concepción antropológica  racista y nostálgica de la arianidad de de Mahieu, tan antitética del  indigenismo de Andrés Campanella y Di Lullo. Y ni qué hablar de la opción revolucionaria asumida hasta las últimas consecuencias por la propia Alicia Eguren en tanto Valentín Thiebaut, sucesor suyo en la coedición de “Sexto Continente” y sin duda con tanta buena fe como ella en su bando, colaboró en 1974 desde las funciones de director ejecutivo de EUDEBA, con la intervención a la Universidad de Buenos Aires del negacionista del Holocausto Alberto Ottalagano.

SONETISTA CATÓLICA Y MILITANTE RADICALIZADA

     Alicia Eguren nació en Buenos Aires en 1925 y fue víctima de desaparición forzada el 26 de enero de 1977. Se graduó como profesora de letras en la Facultad de Filosofía y Letras de  la UBA y publicó los libros de poemas: “El canto de la tierra” (1949), “Dios y el mundo” (1950), “El talud descuajado” (1951) y “Aquí, entre magras espigas” (1952). Además dio a conocer una obra de teatro: “La pregunta” (1949). Funcionaria de la Cancillería y casada con el diplomático y más arde experto en el conflicto árabe-israelí Pedro Catella, vivió en Inglaterra donde  cumplió funciones oficiales. María Seoane en su libro “Bravas”, una entrelazada biografía de Eguren y de Susana Lugones Aguirre: “Pirí” Lugones,  da cuenta que en la casa de Ernesto Palacio conoció al padre Leonardo Castellani,  que tanta influencia tuvo en su  desarrollo intelectual y fue su confesor. (Algo más  sobre ese vínculo está explicitado en el libro “Los zurdos y Castellani” (2012) de Pablo José Hernández).  Inquieta. Tan ávida de experiencias religiosas como de conocimientos y justicia terrena, la escritora y docente universitaria Graciela Maturo nos ha recordado en fecha reciente: “A Alicia Eguren, mayor que yo, la conocí personalmente en el Congreso de Filosofía del 49, al que asistí a mis 20 años, como alumna del 3er. año de Letras de la Universidad de Cuyo. Ya había nacido mi primer hijo, Tristán, y yo participaba no sólo como alumna sino por ser la esposa del profesor Alfonso Sola González, uno de los organizadores del Congreso, aunque él también era de Letras. Alicia era amiga suya.”
    En su poética se advierten las lecturas de los místicos y ascetas españoles, así como de los autores del renacimiento peninsular. Rasgos evidentes incluso en la métrica empleada en su inicial poemario: “El canto de la tierra”,  escrito íntegramente en liras que traen reminiscencias de Garcilazo. En tanto  los sonetos de “Dios y el mundo” documentan su dominio de esa forma estrófica. Una constante en la lírica de Eguren era el ideal del “beatus ille” manifestado en la reiterada inspiración bucólica, algo paradojal atendiendo a su historia posterior. Mujer de su tiempo, no le fue ajena la impronta del último modernismo que aquí supo enarbolar la Generación del Cuarenta oponiendo -con excepciones como la del rebelde  César Fernández Moreno- a los  vientos rupturistas un otro ondear de romántica melancolía  y en ocasiones de fondo telúrico. En algunos pasajes de la poética de Eguren el salto metafísico y religioso es dado desde el movilizante  plano existencial. Lejos de caer en el  parricidio literario, debió ser lectora del Horacio Rega Molina de “Domingos dibujados desde una ventana”, hecho verificable en estos alejandrinos: “”Con el rostro perplejo por el ángel y el diablo/ ahora, cuando crezco, cuando mi ser extingo,/ en esta gran dulzura por la que con Dios hablo/ me vuelca su sentido la tarde del domingo.
     Si bien inclinada  desde la juventud a la acción política, su encuentro con John William Cooke, con quien formó pareja algo después de separarse de Pedro Catella,  marcó en forma definitiva su vida. Amiga del Che Guevara en Cuba y figura icónica del llamado peronismo revolucionario liderado por el mayor Bernardo Alberte, fue capaz de cuestionar al jefe del movimiento en una carta abierta fechada el 4 de octubre de 1971. Alicia no admitía medias tintas. Su trayectoria de militante cada vez más radicalizada, no consumió  y al contrario avivó el fuego poético aunque ya no publicara versos. Vale para ella la sentencia de Gabriel Celaya: “La poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo”. Su sacrificio final demuestra que no hubo en su mensaje palabras vacías. Más que cantar la lucha ajena en cómoda actitud de burguesa “progre”,  forjó a golpes de martillo un canto de  insurrección. Lo había anunciado en el prólogo de “Aquí, entre magras espigas”: “mientras no reciba algún mandato más claro, humildemente, pienso llenar mi vida escribiendo”.  Hoy lo sigue haciendo en las hojas perennes del Árbol de la Justicia. 

(Carlos María Romero Sosa, se publicó en Calchaquimix, Salta,  el martes 25 de diciembre de 2018 y con alguna  mínima modificación en La Prensa el domingo 30 de diciembre de 2018.-)