La historia se nutre y requiere
de fuentes documentales pero también de testimonios; y en ese sentido cabe aquí
comenzar remontando la evocación hacia
1961 cuando un niño de menos de diez años solía concurrir llevado por su
madre a cierto consultorio médico situado en la Avenida Belgrano a
la altura del 1625, en las proximidades
del Departamento de Policía. En el piso, contiguo al sitio donde estaba
la camilla y en una vitrina el instrumental profesional, le impresionaba a ese
alumno de los primeros grados de la escuela primaria ver colgado un enorme mapa de la provincia de Neuquén así
como en otra pared, puntas de flechas y
enmarcada la fotografía de un hombre joven con guardapolvo blanco inclinado
sobre un microscopio. Cierta vez al advertir esa mirada atónita posada sobre aquellos
objetos, el facultativo que sentado en su escritorio confeccionaría sin duda la
receta de algún tónico o alguna vitamina para fortalecer a su paciente en
extremo delgado, explicó sonriendo algo así como tuvo que quitar varios
diplomas para que luciera el mapa de su provincia.
El pediatra se llamaba Gregorio Álvarez, tenía a la sazón 71 años que representaba pese a su
jovialidad y el pequeño no era otro que el autor de esta nota. El mismo que
pasadas las décadas no pudo olvidar el ambiente severo y mágico a la vez de esa
vivienda y consultorio del barrio de
Monserrat donde era fácil
reconocer con treinta o cuarenta años menos al hombre del microscopio,
orgulloso descendiente por vía materna de mapuches y tan devoto de su patria
chica que la tenía representada en escala en su lugar de trabajo. Aunque más
aún hubiera volado la fantasía de imaginar que tres décadas después, en 1991,
el paleontólogo José Bonaparte descubrió y bautizó en homenaje al médico y
humanista una especie de dinosaurio terópodo que vivió en la Patagonia hace 95
millones de años, Alvarezsaurio Calvoi.[1]
MAESTRO
Y SABIO
El
doctor Gregorio Álvarez nació en Ranquillón (Departamento Ñorquín), en la Cordillera de los
Vientos, el 28 de noviembre de 1889. Realizó los estudios primarios en Chos
Malal mientras trabajaba como mensajero en la oficina de correos de esa
localidad y luego, merced a una beca para la Escuela
Nacional del Profesorado Mariano Acosta de la ciudad de
Buenos Aires, se graduó como maestro normal en 1910, el primero entre los
nativos de la Patagonia
en obtener ese título. Después ingresó a la Facultad de Medicina y en 1919 se doctoró con una
tesis sobre “Ciego móvil en los niños”. En la faz profesional abrazó la pediatría y
se destacó en el campo de la dermatología. Desempeñó la jefatura del
servicio de esta última especialidad en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez durante
varios años. Publicó con el sello de La Semana Médica , “Eczemas
infantiles: contribuciones de etiopatogenia y tratamiento” (1933) y más allá de
la faz académica –fue fundador de la Sociedad Argentina
de Dermatología- y el reconocimiento de los colegas en la medicina, alcanzó
quizá el más preciado de los trofeos a que puede aspirar un galeno, cual es la
gratitud de los pacientes por su humanitarismo.
Hombre ciencia y de letras no solo tuvo inquietudes múltiples sino que
desarrolló cada una de ellas en grado superlativo. Así, en virtud a sus méritos
como historiador y folclorólogo la Academia Nacional de la Historia lo designó
miembro correspondiente en Neuquén en 1961. Su monumental labor investigativa
coronada por los siete tomos de “Neuquén, historia, geografía, toponimia” cuya
publicación se iniciaría en 1971 le dispensó la amistad y la admiración de
figuras como la del zoólogo José Lieberman, la escritora Carmen Arolf y el
historiador y jurista Ricardo Zorraquín Becú. Como docente participó de la fundación de la Universidad de Neuquén
y se lo designó profesor emérito de la Universidad Nacional
del Comahue. En tanto el poeta recibió
premios a su producción lírica y el dramaturgo pudo ver representados sus ensayos teatrales. Consubstanciado
con su tierra natal cantó a sus paisajes y celebró el heroísmo de cuño homérico
de los hijos de los pueblos originarios que no se rendían a los designios de
una civilización que secularmente los venía excluyendo y masacrando.
En 1951 publicó “Grabados
rupestres pehuenches de Colo Michi Co (Neuquén)”, un trabajo en la senda de
otros de temática arqueológica y etnográfica dados a conocer en la Revista de Educación de La Plata como “Los aborígenes
primitivos del Neuquén”, en 1960; en el Boletín de la Academia Nacional
de la Historia ,
como “Algunas costumbres interesantes del aborigen del Neuquén”, en 1961; o su
ponencia en el Primer Congreso del Área Araucana Argentina: “Alimentación del
antiguo aborigen del Neuquén”, en 1963.
En 1953 editó “Pehuén Mapu. Tragedia esotérica del Neuquén tierra de la Araucania ”. Y más tarde
en otro drama histórico en tres actos de la conquista del Neuquén: “Baigorrita”
(1964), Álvarez sin panfletismo pero con sentido de justicia histórica y evidente compromiso
social, exaltó el sentido del honor y la justicia de aquel cacique ranquel recordado con simpatía por Lucio
V. Mansilla en su “Excursión a los indios ranqueles”, que murió peleando contra
las avanzadas de la 4ta. División al mando de Napoleón Uriburu en 1879. Se
advierte en el espíritu y el mensaje de la obra la oposición entre el indómito
ideal de libertad del cacique con la desmesurada estrategia de Roca –y antes de Rosas- de
aniquilamiento: “El mejor sistema de
concluir con los indios ya sea extinguiéndolos
o arrojándolos al otro lado del Río Negro, que es el de la guerra
ofensiva”, según escribía el futuro presidente al ministro Alsina en cita
que el médico poeta trascribe en el prólogo de “Baigorrita” con tristeza y un
dejo de rebeldía, porqué no, al asumir su destino de descendiente testigo de la raza vencida.
En 1968 reunió parte de su producción poética en el libro “Neuquén de mi
canto”. En esas páginas aparte del “Himno a Neuquén” y el extenso y musical “Romance
de Neuquén” antes dado a conocer en opúsculo con motivo del cincuentenario de
la fundación -en 1904- de la ciudad capital en la confluencia de los ríos Limay
y Neuquén, hay traducciones de poemas originales en lengua araucana lo que da
una cabal idea de sus inquietudes, vocación y conocimientos lingüísticos.
“El tronco de oro” (1968)[2],
título que alude a una leyenda aborigen es un compendio de folclore neuquino incluidas
las tradiciones religiosas y una recopilación de cuecas neuquinas, “contadas” y
tonadas. Fue reeditado en 1994 con
prólogo del profesor Feliz Coluccio conjuntamente por la Secretaría de Cultura
de la Nación a
cargo entonces del poeta José María Castiñeira de Dios y de Corregidor. Destaca
allí el autor del monumental “Diccionario del folclore americano” que Álvarez:
“Tuvo el privilegio de alternar en su juventud con grandes figuras de la poesía y la prosa
americana, como Rubén Darío, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego”. Y
prosigue el prologuista: “Paralelamente
con su labor investigativa que abarcó incluso estudios arqueológicos,
etnográficos, geológicos y de hidrotermia, fue desarrollando una tarea
humanística, con resonancia nacional e internacional, siendo su preocupación
constante por al vida y la suerte de sus
paisanos mapuches, con quienes convivió, tuvo largas tenidas, a quienes respetó
y amó desde su niñez, escuchando en distintas comunidades de Neuquén, en sus
modestos ranchos o a la sombra de añosos
pehuenes, confesiones de su religión, cuya cosmogonía no pudo ser avasallada;
de sus creencias y supersticiones, de sus rogativas, cuando las enfermedades o
las sequías desolaban sus comarcas; de sus duendes y dueños protectores de animales, plantas , cerros, lagos y
lagunas. Todo esto lo fue registrando en su memoria y en sus apuntes, sirviéndole
de fundamento para su libro El tronco de
oro, la única gran obra totalizadora
sobre el folclore neuquino”.
En
1960 apareció la segunda edición del libro “Donde estuvo el paraíso”[3]
ilustrado con siete láminas de Rafael Cayol, 42 fotografías y dos mapas. Anotó entonces en el prólogo de
esta suma de cuestiones históricas y leyendas folclóricas que epiloga un
glosario: “Investigaciones emprendidas
después de la primera edición, han obligado a efectuar algunas
correcciones, modificaciones y agregados
que se dan a conocer en la presente.
Tal sucede, por ejemplo, con la noticia
referente al verdadero descubridor del lago Nahuel Huapi. La expedición
exploradora que logró su hallazgo, así como el del Puelo, en el Chubut, la que
erróneamente se ha atribuido al capitán
español don Diego Flórez de León, aparece documentada con las trascripciones
correspondientes, para no dejar lugar a dudas, en el nuevo capítulo que lleva
por título: De cómo el capitán Juan Fernández, descubrió los lagos Nahuel Huapi
y Puelo.”
Otro
aporte suyo a las ciencias del hombre lo constituye el trabajo “Substractum y persistencia del folclore del
Neuquén” (1961) en edición de la Universidad Nacional
del Sur[4],
donde comienza reconociendo la
existencia de dos clases de fuentes para el estudio de ese folclore que recoge
y analiza: las exógenas y las endógenas. Unas provenientes del dominio español
y de otros grupos indígenas no nativos del área neuquina como ser los pampas y
tehuelches; y otras propiamente vinculadas a lo más ancestral de los primitivos
habitantes de Araucania.
Adelantamos que su obra capital en materia
investigativa son los siete tomos de “Neuquén. Historia. Geografía. Toponimia”.
Al respecto cabe transcribir algunos párrafos del comentario bibliográfico al
segundo tomo aparecido en el suplemento cultural de La Nación el 21 de febrero de 1982 y firmado por el
periodista y lunfardólogo José Barcia: “Entre
otros adjetivos de enaltecimiento, le cuadra el de singular al esfuerzo emprendido, desde hace largo
tiempo, por el doctor Gregorio Álvarez –uno de los auténticos pioneros de la Patagonia y a quien
acaban de celebrársele sus noventa y dos años de existencia-., para transmitir
la imagen cabal de la provincia de
Neuquén en una obra escrita que abarcará nueve volúmenes , el segundo de los
cuales se ha puesto en circulación. Es cierto que ha contado con la
colaboración de varios estudiosos en determinados aspectos que incluye el
libro, pero esto, en realidad, prueba su afán de no renunciar a ninguna ayuda
útil para avanzar resueltamente en el propósito de introducirse en todos los
planos -los más documentados y los menos
conocidos- de la historia de su tierra
natal.”
Es de resaltar también que en el siguiente tercer tomo, se analiza en profundidad
aparte de los modismos locales, la gramática araucana y la fonología.
Del patriotismo y desinterés del doctor Álvarez da cuenta el documento
que aparece trascripto al comienzo del tomo primero de “Neuquén” suscripto por
el autor con fecha 18 de agosto de 1971 y dirigida al entonces gobernador Felipe
Sapag. Esa comunicación acompañó un
esquema del contenido de la obra en preparación por él durante treinta años y
programada en siete u ocho tomos de los
cuales la parte histórica, según le manifiesto en la ocasión al mandatario,
estaba concluida. Los párrafos que siguen hablan por
sí solos: “Esta obra, señor gobernador”,
la obsequio con los derechos que como autor me corresponden, a mi provincia del
Neuquén; pero como no tengo medios para realizar su publicación, es que recurro
a su gobierno, que V.E. con tanto acierto
ejerce, y a la
Universidad del Neuquén, para que conjuntamente, se considere
la factibilidad de de solventar los
gastos pertinentes. Será la forma de efectuarla en el más breve lapso. Por
separado acompaño un memorandum en el que se exponen los propósitos, modus
operandi en la confección del trabajo y un sumario del contenido de la obra. En
la seguridad que el señor gobernador aquilatará la intención, el sacrificio y los desvelos del autor, que sólo se ha inspirado en el
amor al terruño y a la patria, le saludo
con mi más alta consideración.”
El Decreto 1.741 de 16 de septiembre
de 1971 firmado por Sapag y refrendado por los ministros del Poder Ejecutivo Salvatori,
Fuentes y Del Vas da cuenta del auspicio oficial para la publicación de “Neuquén. Historia.
Geografía. Toponimia.”
El doctor Gregorio Álvarez falleció próximo
a cumplir 97 años en su suelo natal el
11 de octubre de 1986. Entre otros medios porteños, La Nación y la Prensa , le dedicaron sendas
notas necrológicas a dos columnas con su fotografía los días 12 y 13 de ese mes
respectivamente. Concluía el artículo de La Nación informando: “Este ilustre profesional patagónico deja a la comunidad entera del
país una valiosa obra en distintos
aspectos de la actividad humana y el
recuerdo de una personalidad de
características muy poco frecuentes. El deceso del doctor Álvarez fue a
consecuencia de una trombosis cerebral
con una posterior infección pulmonar. Sus restos serán velados desde
esta mañana en el Salón de Acuerdos de
la gobernación. Se multiplican las condolencias provenientes de todo el país y
el Poder Ejecutivo de la provincia
decretó tres días de duelo en el territorio neuquino.”
En el diccionario
de Vicente Osvaldo Cutolo: “Historiadores argentinos y americanos” [5]
puede leerse una extensa biobibliografía suya. Y eso que todavía no había dado
a conocer lo más trascendente de su labor científica y cultural que honra a su
tierra y a la Argentina
toda como que su nombre sigue mereciendo la consideración internacional en los
campos de sus múltiples actividades y descubrimientos.
El reino de Bélgica lo había condecorado con la Orden de San Jorge en el
grado de Gran Oficial. El 28 de septiembre de 1989 con motivo del centenario de
su nacimiento, el Senado de la
Nación le rindió homenaje público y los senadores Jorge
Solanas (Movimiento Popular Neuquino), Adolfo Gass (UCR-Buenos Aires), Alberto
Rodríguez Saa (P.J. San Luis) y Eduardo
Posleman (Bloquista- San Juan)
disertaron en el recinto destacando su trayectoria[6].
Ese mismo año el Correo lanzó una estampilla con su estampa y un dibujo
conmemorativo a su “Canto a Chos Malal. En el Neuquén su nombre se sigue
pronunciando con la veneración debida a un símbolo.-
[1] “Patas largas”, el más nuevo integrante de la gran familia de
dinosaurios, Clarín, sábado 27 de octubre de 2012. Página
53.-
[2] Editorial Pehuen.-
[3] Editorial Pehuen.-
[4] Bahía Blanca, 1961.-
[5] Casa Pardo S.A., 1966., pagina 10-
(Carlos María Romero Sosa, se publicó en la revista libro HISTORIA, Número 154, junio-agosto de 2019.-)