sábado, 27 de julio de 2019

GREGORIO ÁLVAREZ, UN ESTUDIOSO DE LAS CIENCIAS DEL HOMBRE

La historia se nutre y requiere de fuentes documentales pero también de testimonios; y en ese sentido cabe aquí comenzar remontando la evocación hacia  1961 cuando un niño de menos de diez años solía concurrir llevado por su madre a cierto consultorio médico situado en la Avenida Belgrano a la altura del 1625, en las proximidades  del Departamento de Policía. En el piso, contiguo al sitio donde estaba la camilla y en una vitrina el instrumental profesional, le impresionaba a ese alumno de los primeros grados de la escuela primaria ver colgado  un enorme mapa de la provincia de Neuquén así como en otra pared,  puntas de flechas y enmarcada la fotografía de un hombre joven con guardapolvo blanco inclinado sobre un microscopio. Cierta vez al advertir esa mirada atónita posada sobre aquellos objetos, el facultativo que sentado en su escritorio confeccionaría sin duda la receta de algún tónico o alguna vitamina para fortalecer a su paciente en extremo delgado, explicó sonriendo algo así como tuvo que quitar varios diplomas para que luciera el mapa de su provincia.
 El pediatra se llamaba Gregorio  Álvarez, tenía a la sazón 71 años que representaba pese a su jovialidad y el pequeño no era otro que el autor de esta nota. El mismo que pasadas las décadas no pudo olvidar el ambiente severo y mágico a la vez de esa vivienda y consultorio del barrio de  Monserrat  donde era fácil reconocer con treinta o cuarenta años menos al hombre del microscopio, orgulloso descendiente por vía materna de mapuches y tan devoto de su patria chica que la tenía representada en escala en su lugar de trabajo. Aunque más aún hubiera volado la fantasía de imaginar que tres décadas después, en 1991, el paleontólogo José Bonaparte descubrió y bautizó en homenaje al médico y humanista una especie de dinosaurio terópodo que vivió en la Patagonia hace 95 millones de años, Alvarezsaurio Calvoi.[1]

MAESTRO 
Y SABIO                                         

 El doctor Gregorio Álvarez nació en Ranquillón (Departamento Ñorquín), en la Cordillera de los Vientos, el 28 de noviembre de 1889. Realizó los estudios primarios en Chos Malal mientras trabajaba como mensajero en la oficina de correos de esa localidad y luego, merced a una beca para  la Escuela Nacional del Profesorado Mariano Acosta de la ciudad de Buenos Aires, se graduó como maestro normal en 1910, el primero entre los nativos de la Patagonia en obtener ese título. Después ingresó a la Facultad de Medicina y en 1919 se doctoró con una tesis sobre “Ciego móvil en los niños”. En la faz profesional abrazó la  pediatría y  se destacó en el campo de la dermatología. Desempeñó la jefatura del servicio de esta última especialidad en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez durante varios años. Publicó con el sello de La Semana Médica, “Eczemas infantiles: contribuciones de etiopatogenia y tratamiento” (1933) y más allá de la faz académica –fue fundador de la Sociedad Argentina de Dermatología- y el reconocimiento de los colegas en la medicina, alcanzó quizá el más preciado de los trofeos a que puede aspirar un galeno, cual es la gratitud de los pacientes por su humanitarismo.
 Hombre ciencia y de letras no solo tuvo inquietudes múltiples sino que desarrolló cada una de ellas en grado superlativo. Así, en virtud a sus méritos como historiador y folclorólogo la Academia Nacional de la Historia lo designó miembro correspondiente en Neuquén en 1961. Su monumental labor investigativa coronada por los siete tomos de “Neuquén, historia, geografía, toponimia” cuya publicación se iniciaría en 1971 le dispensó la amistad y la admiración de figuras como la del zoólogo José Lieberman, la escritora Carmen Arolf y el historiador y jurista Ricardo Zorraquín Becú.  Como docente participó de la fundación de la Universidad de Neuquén y se lo designó profesor emérito de la Universidad Nacional del Comahue.  En tanto el poeta recibió premios a su producción lírica y el dramaturgo  pudo ver representados sus ensayos teatrales. Consubstanciado con su tierra natal cantó a sus paisajes y celebró el heroísmo de cuño homérico de los hijos de los pueblos originarios que no se rendían a los designios de una civilización que secularmente los venía excluyendo y masacrando.
 En 1951 publicó “Grabados rupestres pehuenches de Colo Michi Co (Neuquén)”, un trabajo en la senda de otros de temática arqueológica y etnográfica dados a conocer en la Revista de Educación de La Plata como “Los aborígenes primitivos del Neuquén”, en 1960; en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia, como “Algunas costumbres interesantes del aborigen del Neuquén”, en 1961; o su ponencia en el Primer Congreso del Área Araucana Argentina: “Alimentación del antiguo aborigen del Neuquén”, en 1963.  
 En 1953 editó “Pehuén Mapu. Tragedia esotérica del Neuquén tierra de la Araucania”. Y más tarde en otro drama histórico en tres actos de la conquista del Neuquén: “Baigorrita” (1964),  Álvarez  sin panfletismo pero con  sentido de justicia histórica y evidente compromiso social, exaltó el sentido del honor y la justicia de aquel  cacique ranquel recordado con simpatía por Lucio V. Mansilla en su “Excursión a los indios ranqueles”, que murió peleando contra las avanzadas de la 4ta. División al mando de Napoleón Uriburu en 1879. Se advierte en el espíritu y el mensaje de la obra la oposición entre el indómito ideal de libertad del cacique con la desmesurada  estrategia de Roca –y antes de Rosas- de aniquilamiento: “El mejor sistema de concluir con los indios ya sea extinguiéndolos  o arrojándolos al otro lado del Río Negro, que es el de la guerra ofensiva”, según escribía el futuro presidente al ministro Alsina en cita que el médico poeta trascribe en el prólogo de “Baigorrita” con tristeza y un dejo de rebeldía, porqué no, al asumir su destino de descendiente  testigo de la raza vencida.
 En 1968 reunió parte de su producción poética en el libro “Neuquén de mi canto”. En esas páginas aparte del “Himno a Neuquén” y el extenso y musical “Romance de Neuquén” antes dado a conocer en opúsculo con motivo del cincuentenario de la fundación -en 1904- de la ciudad capital en la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, hay traducciones de poemas originales en lengua araucana lo que da una cabal idea de sus inquietudes, vocación y conocimientos lingüísticos.
“El tronco de oro” (1968)[2], título que alude a una  leyenda aborigen  es un compendio de folclore neuquino incluidas las tradiciones religiosas y una recopilación de cuecas neuquinas, “contadas” y tonadas.  Fue reeditado en 1994 con prólogo del profesor Feliz Coluccio conjuntamente por la Secretaría de Cultura de la Nación a cargo entonces del poeta José María Castiñeira de Dios y de Corregidor. Destaca allí el autor del monumental “Diccionario del folclore americano” que Álvarez: “Tuvo el privilegio de alternar  en su juventud  con grandes figuras de la poesía y la prosa americana, como Rubén Darío, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego”. Y prosigue el prologuista: “Paralelamente con su labor investigativa que abarcó incluso estudios arqueológicos, etnográficos, geológicos y de hidrotermia, fue desarrollando una tarea humanística, con resonancia nacional e internacional, siendo su preocupación constante  por al vida y la suerte de sus paisanos mapuches, con quienes convivió, tuvo largas tenidas, a quienes respetó y amó desde su niñez, escuchando en distintas comunidades de Neuquén, en sus modestos ranchos o a  la sombra de añosos pehuenes, confesiones de su religión, cuya cosmogonía no pudo ser avasallada; de sus creencias y supersticiones, de sus rogativas, cuando las enfermedades o las sequías desolaban sus comarcas; de sus duendes y dueños protectores  de animales, plantas , cerros, lagos y lagunas. Todo esto lo fue registrando en su memoria y en sus apuntes, sirviéndole de fundamento para su libro El tronco de oro, la única gran obra totalizadora sobre el folclore neuquino”.                                              
 En 1960 apareció la segunda edición del libro “Donde estuvo el paraíso”[3] ilustrado con siete láminas de Rafael Cayol, 42 fotografías  y dos mapas. Anotó entonces en el prólogo de esta suma de cuestiones históricas y leyendas folclóricas que epiloga un glosario: “Investigaciones emprendidas después de la primera edición, han obligado a efectuar algunas correcciones,  modificaciones y agregados que se dan a conocer  en la presente. Tal  sucede, por ejemplo, con la noticia referente al verdadero descubridor del lago Nahuel Huapi. La expedición exploradora que logró su hallazgo, así como el del Puelo, en el Chubut, la que erróneamente se ha  atribuido al capitán español don Diego Flórez de León, aparece documentada con las trascripciones correspondientes, para no dejar lugar a dudas, en el nuevo capítulo que lleva por título: De cómo el capitán Juan Fernández, descubrió los lagos Nahuel Huapi y Puelo.”  
                                                                                
 Otro aporte suyo a las ciencias del hombre lo constituye el trabajo  “Substractum y persistencia del folclore del Neuquén” (1961) en edición de la Universidad Nacional del Sur[4], donde  comienza reconociendo la existencia de dos clases de fuentes para el estudio de ese folclore que recoge y analiza: las exógenas y las endógenas. Unas provenientes del dominio español y de otros grupos indígenas no nativos del área neuquina como ser los pampas y tehuelches; y otras propiamente vinculadas a lo más ancestral de los primitivos habitantes de Araucania.                 
                                       
Adelantamos que su obra capital en materia investigativa son los siete tomos de “Neuquén. Historia. Geografía. Toponimia”. Al respecto cabe transcribir algunos párrafos del comentario bibliográfico al segundo tomo aparecido en el suplemento cultural de La Nación  el 21 de febrero de 1982 y firmado por el periodista y lunfardólogo José Barcia: “Entre otros adjetivos de enaltecimiento, le cuadra el de singular  al esfuerzo emprendido, desde hace largo tiempo, por el doctor Gregorio Álvarez –uno de los auténticos pioneros de la Patagonia y a quien acaban de celebrársele sus noventa y dos años de existencia-., para transmitir la imagen cabal de la provincia  de Neuquén en una obra escrita que abarcará nueve volúmenes , el segundo de los cuales se ha puesto en circulación. Es cierto que ha contado con la colaboración de varios estudiosos en determinados aspectos que incluye el libro, pero esto, en realidad, prueba su afán de no renunciar a ninguna ayuda útil para avanzar resueltamente en el propósito de introducirse en todos los planos  -los más documentados y los menos conocidos-  de la historia de su tierra natal.”
 Es de resaltar también que en el siguiente tercer tomo, se analiza en profundidad aparte de los modismos locales, la gramática araucana y la fonología.  
 Del patriotismo y desinterés del doctor Álvarez da cuenta el documento que aparece trascripto al comienzo del tomo primero de “Neuquén” suscripto por el autor con fecha  18 de agosto de 1971  y dirigida al entonces gobernador Felipe Sapag. Esa comunicación acompañó  un esquema del contenido de la obra en preparación por él durante treinta años y programada  en siete u ocho tomos de los cuales la parte histórica, según le manifiesto en la ocasión al mandatario, estaba    concluida. Los párrafos que siguen hablan por sí solos: “Esta obra, señor gobernador”, la obsequio con los derechos que como autor me corresponden, a mi provincia del Neuquén; pero como no tengo medios para realizar su publicación, es que recurro a su gobierno, que V.E. con tanto acierto  ejerce, y a la Universidad del Neuquén, para que conjuntamente, se considere la factibilidad de  de solventar los gastos pertinentes. Será la forma de efectuarla en el más breve lapso. Por separado  acompaño un memorandum  en el que se exponen los propósitos, modus operandi en la confección del trabajo y un sumario del contenido de la obra. En la seguridad que el señor gobernador aquilatará la intención,  el sacrificio y los desvelos  del autor, que sólo se ha inspirado en el amor al terruño y a la patria,  le saludo con mi más alta consideración.”
 El Decreto  1.741 de 16 de septiembre de 1971 firmado por Sapag y refrendado por los ministros del Poder Ejecutivo Salvatori, Fuentes y Del Vas da cuenta del auspicio oficial  para la publicación de “Neuquén. Historia. Geografía. Toponimia.”
 El doctor Gregorio Álvarez falleció próximo a cumplir  97 años en su suelo natal el 11 de octubre de 1986. Entre otros medios porteños, La Nación y la Prensa, le dedicaron sendas notas necrológicas a dos columnas con su fotografía los días 12 y 13 de ese mes respectivamente. Concluía el artículo de La Nación informando: “Este ilustre profesional patagónico deja a la comunidad entera del país  una valiosa obra en distintos aspectos de la actividad humana  y el recuerdo de una personalidad  de características muy poco frecuentes. El deceso del doctor Álvarez fue a consecuencia de una trombosis cerebral  con una posterior infección pulmonar. Sus restos serán velados desde esta mañana  en el Salón de Acuerdos de la gobernación. Se multiplican las condolencias provenientes de todo el país y el Poder Ejecutivo de la provincia  decretó tres días de duelo en el territorio neuquino.”                            
En el diccionario de Vicente Osvaldo Cutolo: “Historiadores argentinos y americanos” [5] puede leerse una extensa biobibliografía suya. Y eso que todavía no había dado a conocer lo más trascendente de su labor científica y cultural que honra a su tierra y a la Argentina toda como que su nombre sigue mereciendo la consideración internacional en los campos de sus múltiples actividades y descubrimientos.
El reino de Bélgica lo había condecorado con la Orden de San Jorge en el grado de Gran Oficial. El 28 de septiembre de 1989 con motivo del centenario de su nacimiento, el Senado de la Nación le rindió homenaje público y los senadores Jorge Solanas (Movimiento Popular Neuquino), Adolfo Gass (UCR-Buenos Aires), Alberto Rodríguez Saa (P.J. San Luis) y  Eduardo Posleman (Bloquista- San Juan)  disertaron en el recinto destacando su trayectoria[6]. Ese mismo año el Correo lanzó una estampilla con su estampa y un dibujo conmemorativo a su “Canto a Chos Malal. En el Neuquén su nombre se sigue pronunciando con la veneración debida a un símbolo.-                       



[1] “Patas largas”, el más nuevo integrante de la gran familia de dinosauriosClarín, sábado 27 de octubre de 2012. Página 53.-
[2] Editorial Pehuen.-
[3] Editorial Pehuen.-
[4] Bahía Blanca, 1961.-
[5] Casa Pardo S.A., 1966., pagina 10-
[6] La Nación, jueves 28 de septiembre de 1989.-

(Carlos María Romero Sosa, se publicó en la revista libro HISTORIA, Número 154, junio-agosto  de 2019.-)  

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