martes, 18 de octubre de 2016

ENCUENTRO DE UN JOVEN ESCRITOR DE PROVINCIA CON PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA



(Carlos María Romero Sosa, versos publicados en el libro "Licencias Ordinarias", Buenos Aires, 2002.)

domingo, 16 de octubre de 2016

jueves, 13 de octubre de 2016

ASÍ PASAN LOS AÑOS. CONVERSACIONES CON ROBERTO ALIFANO (*)


                                      

                              Hacia 1939 el murciano Pedro Massa,  periodista, escritor y Gobernador Civil de Huesca durante la Guerra Civil Española, una figura de tan grato recuerdo en la República Argentina  donde por fortuna para la cultura del país lo empujo el exilio, en compañía de su esposa e hija pequeña,  dio a conocer prologado por Luis Ruiz Contreras, un miembro de la Generación del Noventa y ocho, el libro  “Gracia y escándalo del reportaje”. Si dejo aparte la “gracia” en el sentido que la interpretó otro “transterrado” ilustre: Ángel Ossorio Gallardo, como atributo que posee y en alto grado, por concepción y realización la obra de Silvia Amarante y  Alejandro Elissagaray, confidenciaré que aparece a colación por “contrario sensu” el otro sustantivo del título antedicho, ya que nada hay de escandaloso, desvergonzado o  atrevido en las páginas de “Así pasan los años”, un ejemplo de libro dialogal  en la mejor tradición mayéutica de cuño occidental. Un libro empecinado en extraer sino verdades,  que sin caer en ningún escepticismo moral y vista la cuestión con realismo y en perspectiva humana, son ellas siempre relativas, sí al menos veracidades, sinceridades, autenticidades en el lúdico contrapunto que se muestra ante los lectores, protagonizado entre quienes inquieren y el que responde: no otro que Roberto Alifano, libre aquí también -como en todo momento- de  petulancia de consagrado, que lo es por propio derecho. Aunque se revela igualmente ajeno al  demagógico descaro de algunos fáciles confidentes; o al revés, a la pose de los  que se visten de reservados u olvidadizos frente a un cronista.  
                                          Ciertamente dentro del periodismo en tanto género literario –y más allá de la expresión de Borges de que el oficio se parece peligrosamente a la  literatura-, puede y debe hablarse del subgénero del reportaje, algo que hay que hacer y saber hacer. Es decir, llegar ante todo al elegido, cosa no siempre fácil; y después interrogarlo con inteligencia y sutileza, dos elementos del profesionalismo en la materia. Los españoles han sido maestros en esto y no es posible olvidar a César González-Ruano y sus reportajes reunidos en ese libro que todo estudiante de periodismo o comunicación social debería leer: “Las palabras quedan”, un interrogatorio más que con preguntas de ocasión, con verdaderas idas y vueltas a Orson Welles, Jean Cocteau, Maurice Chevallier, Gregorio Benavente, Gregorio Marañon, Josefina Baker y otras y otros muchos.
                                         En el Río de la Plata tuvimos otro reportero de lujo en Juan José de Soiza Reilly, por citar un solo ejemplo; y hace poco nos sorprendió el admirado amigo de todos nosotros: el embajador Albino Gómez, con su libro: “Encuentros periodísticos”, una recopilación de reportajes que abarcan a figuras de la literatura, el arte y la política contemporáneas.
                                Creo que Chesterton dijo que la autobiografía es la mejor forma para hablar de los otros y en este caso como el diálogo con Roberto Alifano es abarcador de toda una existencia ricamente vivida, surgen con naturalidad hechos y sobre todo personas que le ayudaron  a recorrer sus distintas edades, de allí lo acertado del título del libro: “Así pasan los años”. Porque es como si se quisiera resaltar que el entorno  mejor que junto a él o en paralelo a él, transcurrió por él, sumando décadas y experiencias para perfilar una personalidad jamás en condición aislada, sino vinculada por propia decisión a tantos otros semejantes de valía que vemos desfilar por las páginas. Con esta actitud abierta hacia los demás, viene logrando Alifano salir airoso de las trampas de este mundo enemigo del alma dado a encerrar, incomunicar y aniquilar el gratificante y ante todo humanizador desafío del buberiano Yo-Tu.  Ya había diagnosticado dramáticamente Albert Camus atento al signo de estos tiempos: “No estamos solos sino aislados”.
                                 Ciertamente Roberto es  un sacerdote de la amistad, algo de difícil  comprensión cuando más que  amistades, se dan y multiplican meros “contactos”, a veces interesados y otras deportivamente superficiales. ¿Por qué se habrá bastardeado ese sentimiento tan noble y enriquecedor al que Platón dedicó uno de sus diálogos: “Lisis”, definiendo la amistad como “el afecto puro hacia una persona”?
                             Pero recordemos que siguiendo la doctrina de Empédocles, concluye el ateniense que  es el dios el que conduce al semejante hacia su semejante y se lo hace conocer. En este caso, el demiurgo empujó a Roberto a acercarse  a la mayoría de la gente mencionada en el libro. Poco obró al respecto el factor casualidad. Y precisamente ese es uno de los  galardones de los que puede ufanarse  nuestro poeta, novelista, pintor, periodista, fundador de revistas de la trascendencia literaria y artística en general de Proa en su tercera época e impulsor de la Cultura con mayúscula en el país y fuera de él; como que merece otro capítulo su actividad en Chile donde lo distinguieron con su amistad desde Pablo Neruda a Gonzalo Rojas y desde Nicanor Parra a Jorge Edwards y Volodia Teitelboim. (Y la que cumple ahora en España en tanto columnista en importantes medios peninsulares).
                          Alifano tiene crédito abierto al espíritu por no haber dejado pasar oportunidad alguna para conocer, tratar y ser tratado con cariño, solidaridad, admiración, por seres de las más diferentes actividades, desde el campeón de boxeo Pascual Pérez, hasta el general Perón, el doctor Alfonsín, el cantante Hugo del Carril, o los escritores Pablo Neruda –valga reiterarlo- que en Isla Negra le elogió la sonoridad de su apellido, Enrique Banchs, Manuel Mujica Láinez,  Silvina Ocampo, José Bianco, Enrique Molina, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges por supuesto, del que gusta  titularse su “amanuense”.
                       Ahora es lugar común o nueva “zoncera”  destacar que hay química cuando dos seres hallan empatía entre sí. Yo prefiero hablar de comunión espiritual  porque estoy seguro de que los ideales generadores de los encuentros humanos anteceden en valor ético y trascendencia a la actividad de los neurotransmisores cerebrales y a las sustancias químicas del tipo de la dopamina o de la adrenalina.      
                               “Así pasan los años” es en mucho la visión  retrospectiva, el balance al doblar con creces el “mezzo del cammin” de una existencia que parece sentirse plena: “Soy un hombre afortunado”, le escuché decir en más de una oportunidad con su característica y contagiosa vitalidad.  Y estriba esa complacencia, en haber llegado a un  grado aún más alto de la aceptación de sí mismo que propone el teólogo Romano Guardini: en el hecho cierto, verificable, confortante y a tomar como ejemplo, de tener tantos segmentos compartidos; al punto de quedar sostenida de la mano de esas presencias entrañables su propia línea del horizonte, bien tirante y prometedora de futuro.

(*) Palabras pronunciadas por Carlos María Romero Sosa en la presentación del libro: “Así pasan los años. Conversaciones con Roberto Alifano” de Silvia Amarante y Alejandro Elissagaray, que se llevó a cabo en la sala Leopoldo Marechal de la Sociedad Argentina de Escritores (CABA), el 6 de septiembre del corriente año.


Se publicó en Calchaquimix el 13 de octubre de 2016.-