Lamento que
haya personas que piensan, como el autor de una carta de lectores publicada
días pasados en otro matutino, que los animales, nuestros semejantes porque
sufren, según advirtió Albert Schweitzer, son bienes suntuarios; ellas
sin duda nunca habrán compartido el ir y venir del amor y la ternura con
mascotas. En tanto que por el camino propuesto de cobrar impuestos a los
poseedores de animales domésticos, como parece ser se estableció en algún
estado de México en dato aportado por ese mismo correo, bien podría llegarse también a la prohibición
de tener más de un hijo a ejemplo de lo que ocurre en China; puesto que la
arbitrariedad no tiene límites.
El nivel
ético de una comunidad se advierte en estos tiempos por el respeto prodigado al
medio ambiente, algo que en nuestro país tiene rango constitucional desde la
reforma de 1994 (Art. 41); y más aún al reconocimiento de los derechos de todos
los seres vivos. En ese sentido qué bueno sería pensar, creyentes y no
creyentes, en el sentido profundo e intemporal de la seráfica oración de San
Francisco de Asís que reza en un pasaje: “Alabado seas, mi Señor, en todas
tus criaturas”; y mucho más cerca de nosotros, en lo manifestado por
Juan Pablo II: “Los animales son fruto de la acción creativa del Espíritu
Santo y merecen respeto…Están tan cerca de Dios como los hombres”.-
Carlos María Romero Sosa
(Se publicó en La
Prensa , el 7 de enero de 2014)
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