Qué decir de los viajes:
recuperos de prisa a
hebras de incertidumbre y
turbación nervio a
nervio
asistidas en un ir y venir
calando hasta los huesos la
lluvia de Edimburgo o
aquel disfrute
-tensa su
piel de
hechicería- de
una fugaz tormenta
trascendida de espíritus de
dioses protectores en el
Caribe.
Qué decir de los viajes
con su envión que no
alcanza a tramitar regresos
-del todo los regresos- y
sobreseer definitivamente la
ansiedad
arrugado
su
abrigo de
espejismos.
Tres veces por mi
culpa el
arrepentimiento ante el
residuo de los
pasos sin guía
a imagen del cobijo del
olvido
desconociéndome
como un perro a su
amo.
Aquí y allá
redonda, sin
centésimos, la
cifra negativa
de todos los
rincones de paisajes
lejanos
dados a convocarme
en
desquicio de emblemas a un
rito de
extravío
confundidos
mis puntos cardinales,
desmagnetizada la brújula,
borroneada la rosa de los vientos y
apagándose en noches de vigilia la
guía de tu
estrella.
Carlos
María Romero Sosa
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