Al mundo de las letras no le será
fácil hallar una personalidad signada
por tanta vocación literaria como la que tuvo Rodolfo Enrique Modern; y menos todavía que
sea alguien con suficiente capacidad para revalidarla en cada uno de sus
escritos. En ellos, el bien adquirido oficio lejos de anularla, disimularla o
sustituirla por la mera profesionalidad, puso en acto vocación e inspiración,
su natural sucedánea. Y fueron esos llamados del espíritu y no al revés los que
determinaron la impar laboriosidad y concentración de la que resultó una obra vasta, sentida en
cada página y rica en cuanto a la forma, ya que Modern cultivó con igual fortuna la poesía, el
cuento, el teatro, el ensayo, la crítica, la biografía y la traducción de creadores
de lengua alemana como Georg Trakl, Rainer María Rilke o Hermann Hesse.
Basta leer sus antecedentes
académicos que le granjearon premios y condecoraciones y sobre los que poco o nada gustaba hablar, para
advertir que desde la primera juventud se había preparado para el ejercicio de las
letras; de allí que no dudó en seguir las carreras universitarias más afines
con los que serían sus pasiones y sus quehaceres de vida. Estudió hasta
graduarse derecho y filosofía y letras en la Universidad porteña y
si el ejercicio de la abogacía jamás lo atrajo ni lo practicó y sólo se asomó
doctrinariamente a la rama del Derecho Internacional Público sobre la que versó
su tesis en 1953, solía atribuir -si en caso- a su trato con códigos y con jurisprudencias
la precisión del lenguaje y las deducciones llenas de buena lógica que comentaristas y exegetas elogiaron en sus libros de crítica tales como “El expresionismo
literario” (1958), “La literatura alemana del siglo XX” (1969) o “Estudios de
literatura alemana” (1974).
En cambio, el profesorado y finalmente el doctorado en Filosofía y
Letras (1964) le abrieron el camino de la docencia secundaria y normal primero y
después la superior en la cátedra de Literatura Alemana que ejerció con verdadera
pasión de maestro en las Universidades Buenos Aires y La Plata.
LITERATURA
Y VIDA
Rodolfo
Modern falleció en 22 de marzo pasado próximo a cumplir 94 años: había nacido
en Buenos Aires un 22 de julio de 1922. Para entonces
Leopoldo Lugones publicaba “Las horas doradas”, Manuel Gálvez la novela: “La tragedia
de un hombre fuerte”, la imprenta Coni presentaba el último tomo de “La Literatura Argentina ”
de Ricardo Rojas y un prosista de veta humorística y rasgos costumbristas daba
a conocer “Tres relatos porteños”. Era Arturo Cancela al que iba a estudiar décadas
más tarde Modern, pese a hallarse, en tanto ser un convencido y consecuente
liberal y demócrata en materia política él, en las antípodas ideológicas del nacionalismo de derecha de su biografiado del
que no obstante y seducido por el ingenio y la chispa sarcástica que
caracteriza su obra, reunió una
antología de ella que vio la luz en 1962 con el sello de Ediciones Culturales
Argentinas del Ministerio de Educación y Justicia.
Como el mismo Rodolfo solía reconocerlo entre añoranzas por un pasado
más estable al que contraponía las turbulencias
actuales de todo orden, sin duda 1922, el año de la ascensión de Alvear
a la presidencia de
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