Contaba
yo pocos años –y pido perdón por ser autorreferencial- cuando el sacerdote de
origen alemán y extensa actuación religiosa, cultural y docente en el país, R.
P. Santiago Lichius (1877-1973), perteneciente a la congregación del Verbo
Divino, visitó un día nuestra casa. Este organista virtuoso, compositor,
musicólogo y frecuente colaborador en los periódicos con notas sobre crítica
musical y temas piadosos, recibió en la oportunidad de manos de mi padre,
varias partituras originales de quien fuera también otro creador musical, en su
caso de finales del siglo XIX y principios del XX: el salteño presbítero doctor
Clodomiro Arce Romero, nacido en la ciudad del cerro San Bernardo el 14 de
noviembre de 1854 y fallecido allí el 27 de septiembre de 1909.
Habrá motivado la entrega de esas partituras,
el convencimiento que nadie mejor que el padre Lichius para analizarlas y en su caso difundirlas.
Ignoro qué piezas o fragmentos de ellas pudieron haber sido las obsequiadas entonces,
ya que en las biografías del doctor Arce, tanto
la incluida en el Diccionario Histórico Argentino, dirigido por los
historiadores Ricardo Piccirilli, Francisco L. Romay y Leoncio Gianello; como la
inserta más tarde en el Nuevo Diccionario Biográfico Argentino de Vicente
Osvaldo Cutolo, se lo menciona como compositor
de dos misas, de numerosas piezas musicales para órgano de carácter litúrgico y
de una Rapsodia de proyección folclórica. En tanto que el historiador salesiano
R.P. Arsenio Seaje en su obra “La
Iglesia en Salta. Fichas cronológicas para su historia 1806-1985)”
publicada en 1986, además de referir que
fundó una banda de música instrumental y un Coro Polifónico que dirigió por
diez años y de aludir a su gran amistad y colaboración con otro sacerdote: el
franciscano natural de Italia fray Benjamín Cenci, creador de la primera Schola
Cantorum de Salta, ratifica su autoría de temas de música religiosa y de otros
de tono popular.
Tiempo
después el P. Lichius proporcionó al
obsequiante una hoja pentagramada que contiene la obra original de Arce para
voz y órgano con arreglos de aquél según se lee al final con su letra y firma, titulada
“Ecce altare domini”, expresión bíblica que se repite en función de antífona en
la partitura.
No era
improvisada ni accidental la pasión musical de Arce. En la obra de Roberto G.
Vitry: “Mujeres Salteñas” publicada en
Salta en el año 2000, al trazar la
biografía de doña Antonina del Carmen Alvarado de Moyano, hija del brigadier
general Rudecindo Alvarado, dama patricia a la que la historia del
Noroeste Argentino reconoce como notable benefactora. Entre las muchas obras
caritativas y piadosas debidas a su generosidad que se enumeran allí como la
contribución para erigir la torre de la
basílica de San Francisco y la construcción de su altar mayor o la restauración
de la histórica torre de la iglesia de la Merced , también
Vitry aporta el dato -vivo por cierto en la tradición familiar- que Carmen
Alvarado de Moyano fomentó la vocación artística de Arce y su particular inquietud por la música sacra, llegando a costearle un
viaje a Europa en su juventud para que en París se perfeccionara en armonía y
composición con Charles Gounot. Al respecto solían testimoniar sus
hermanos Josefa y Pascual Arce quienes lo
sobrevivieron varias décadas, sobre la veneración que manifestaba por el genial autor de “Fausto”. Incluso en
uno de sus posteriores viajes al Viejo Mundo visitó al
antiguo maestro en su residencia parisina de St. Cloud.
Hijo de
Felipe Arce y Zelarayán y de Matilde Trinidad Romero de la Corte , sobrina del general
Güemes, Arce realizó sus estudios
sacerdotales primero en su provincia y luego en el Seminario de Loreto, en
Córdoba, en cuya universidad se doctoró en Derecho Canónico. Ordenado sacerdote
en Salta en 1878 por su pariente, el franciscano monseñor Buenaventura Rizo
Patrón, tercer obispo de la diócesis salteña, fue luego catedrático en el
Seminario Conciliar de Salta fundado por el mencionado pastor en 1874 y del que
llegó a ser rector. Al respecto informa Andrés Mendieta que Clodomiro Arce –al
que nombra Elías Clodomiro como asimismo lo hizo al trazar su biografía el citado
padre Arsenio Seaje- promovió la creación de ese seminario en una iniciativa a
la que pronto se sumaron el padre Mateo Apaza que recorrió evangelizando las serranías de
Guachitas y Cerrillos y el canónigo Luis B. Alfaro.
Canónigo de la Catedral de Salta y fiscal eclesiástico, el diario La Provincia dirigido por
el poeta satírico Nicolás López Isasmendi, en la nota necrológica que le dedicó
el 28 de septiembre de 1909 donde informaba que el acto del funeral se realizó
en la Catedral ,
subrayó su condición de “decano del
venerable cabildo eclesiástico de esta diócesis”.
Se desempeñó antes como párroco de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña en la segunda mitad del
siglo XIX, cuando activó la edificación de la torre y el campanario que
proyectó el ingeniero Rauch, como informa Telma Chaile en su trabajo “La
tradición de la Virgen
de La Viña.
Construcción colectiva y homogeneización de los relatos
devocionales en Salta, Argentina, afines del siglo XIX y principios del XX”
(Hispania Sacra, Vol 65, Nro. 132 (2013). Esa iglesia debió ser entrañable para él: su tío el canónigo Pascual Arce Zelarayán –que firmaba “Arze”
con z- había ejercido allí el ministerio parroquial y promovido la creación del nuevo templo de estilo italianizante,
hoy Monumento Histórico Nacional; en tanto que su abuelo materno, el guerrero de la Independencia y del
Brasil, Gregorio Victoriano Romero González, había donado en su juventud
terrenos de su propiedad situados en la actual calle Alberdi al 400, para que
junto a la modesta capilla original del Nazareno o capilla de La Viña , se erigiese un templo
destinado a honrar la advocación de Nuestra Señora de la Viña , lo cual se concretó décadas
más tarde con el producido de nuevas donaciones de otros fieles.
En 1903 –da cuenta un artículo aparecido en El
Liberal de Santiago del Estero el 18 de mayo de 2019- el doctor Arce era
visitador diocesano del obispado de Tucumán a cargo de monseñor Pablo Padilla y
Bárcena y a sugerencia suya, se decidió desmembrar del curato santiagueño de
Matará a Mailín y constituir allí una nueva parroquia próxima al añoso
algarrobo donde se inició la veneración
del Señor de los Milagros de Mailín. Además
fundó en Salta la Sociedad
de Obreros Católicos de San José, que se integró luego a los Círculos Católicos
de Obreros creación del sacerdote redentorista Federico Grote en 1892. Actuó en
la prensa local divulgando a través de los
periódicos por él fundados: “El obrero” y “El deber” así como “Democracia” que
dirigió, las ideas en materia social de
la encíclica “Rerum Novarum”, asomando a la sociedad salteña conservadora y en
el mejor de los casos paternalista, a la llamada “Cuestión Social”. En 1908
participó en la primera peregrinación argentina a Tierra Santa junto a figuras
eclesiásticas y laicas de prestigio, entre aquéllas el tucumano monseñor Julián Toscano –hoy
enterrado junto al altar mayor de la
catedral de Cafayate donde fue párroco-, monseñor fray Zenón Bustos y Ferreyra,
monseñor José Américo Orzali, el entonces franciscano fray Pacífico Otero,
después eminente historiador sanmartiniano, o
la madre Camila Rolón, fundadora de la Congregación de las
Hermanas Pobres Bonaerenses de San José y cuya causa de beatificación y
canonización se tramita en la actualidad.
Del periplo iniciado en el puerto de Buenos Aires rumbo a los lugares
sagrados de la cristiandad dejó
testimonio escrito en sus “Memorias de viaje
a Palestina”. En 1903 el papa León XIII le otorgó la cruz “Pro Ecclesia et
Pontífice” y suscribió el
correspondiente diploma que acompaña a la condecoración el entonces Secretario de Estado, cardenal
Mariano Rampolla.
Aparte de la fundamental dedicación al orden
sagrado y de su afición por la música, el doctor Arce tuvo gran interés por las ciencias naturales y destacan
sus biógrafos que reunió un herbario en su hogar que lucía en vitrinas en la
sala donde ejecutaba su armonio; como si esos testimonios muertos de la
naturaleza le inspiraran volar hacia las regiones inmateriales e imperecederas
del arte. En especial desarrolló estudios geográficos, etnograficos y arqueológicos
y participó en expediciones arqueológicas junto al nombrado monseñor Toscano,
destacado historiador y arqueólogo autor
de ensayos en la materia tales como: “La
región calchaquina” (1898) e “Investigaciones sobre arqueología argentina” (1910).
Y también asistió en sus investigaciones de campo al ingeniero Víctor J. Arias,
uno de los primeros estudiosos de la
Cultura de La
Candelaria que después profundizó Alfred de Metraux. En una de esas expediciones, el doctor Arce halló
al norte de Cachi un vaso lítico
ceremonial con forma de jaguar hembra en estado de parición, con guardas decorativas
en su exterior talladas en la piedra que representan hojas de árboles. Esa
pieza despertó en los años cuarenta del siglo pasado la atención del
antropólogo José Imbelloni, en tanto Dick Edgar Ibarra Grasso destacó en el
objeto alguna influencia del Tiahuanaco.
Es de imaginar a Clodomiro
Arce Romero –o Elías Clodomiro al ser bautizado-, un día con el oído atento al
pentatonismo andino de raíz incaico revivido en las nativas bagualas. Y extasiado
otra jornada frente a la sublimidad de las melodías de Charles Gounot, al tener
el privilegio de escucharlas en versión del maestro. O tragando tierra en sus excavaciones
arqueológicas y al regreso de cada yacimiento,
dado a predicar desde el púlpito con inspiración ascética enriquecida por esas experiencias, aquel
pasaje del Genesis: “polvo eres y al
polvo volverás”.-
(Carlos
María Romero Sosa, se publicó en LA
PRENSA , el 7 de junio de 2020.-)
No hay comentarios:
Publicar un comentario