Victoriosa en las almas, Generala,
con voces de consuelo, no de mando;
y más que voces, signos: pluma y ala
para el aire alcanzar que va volando.
Abajo hay penas, dudas, suelo blando
de la ilusión que su perfume exhala
justo al desvanecerse: justo cuando
la inquietud la deshoja y desinstala.
La casa era un desierto transitado
por caravanas de ansiedad o hastío;
y presagios y duelos. Y espejismos...
Pero Tu imagen nos llenó el vacío,
Virgen del Carmen, red en los abismos.
Generala del triunfo asegurado.
(*) Nuestra Señora del Carmen fue declarada por el general José de San Martín, Patrona del Ejército de los Andes.-
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