Desde la niñez escuché
hablar a los míos de Olga de Adeler, a quien recién conocí hacia mis once o doce años. Ocurrió cuando un tío
nos condujo en su auto hasta el chalet de Olivos donde vivía, creo recordar que
con una hija. Mi abuela materna, como
ella escritora y periodista, se quedó allí esa tarde tomando el té con su amiga
de la juventud y la militancia literaria. Al regresar a recogerla varias horas
después la vi salir de la casa acompañada hasta la puerta por una señora mayor
alta y distinguida que hablaba con un ligerísimo acento extranjero. Revivo la emoción de esa jornada al
encontrarme frente a la autora de páginas que tanto movilizaron mi imaginación
en la edad en que se tiene una estrella en la mano, como escribió Rubén Darío. Sucede
que había leído y fantaseado, sin duda abriendo largos paréntesis a los deberes
escolares, aventuras con príncipes valientes, palacios de ensueño, madrastras temibles, gnomos queribles y muy en
especial había sentido la camaradería con los animales humanizados de sus
cuentos de “El hilo mágico”, un libro –en edición de tapa dura de Peuser- bellamente
ilustrado en colores por el dibujante Manuel Ugarte, el mismo artista que antes
me trasladó a la campiña británica y a los
bosques de Escocia con sus ilustraciones de Ivanhoe y del defensor de pobres y
oprimidos Robin Hood.
Nacida
dinamarquesa en 1877 bajo el reinando de Christian IX -primer monarca de la
casa de Schleswig-Holtein-Sonderburg-Glusksburg- y de su esposa Luisa de
Hesse-Kassel, procedía Olga Jespersen –tal su apellido de soltera- de una antigua
familia de marinos. Pronto como en un futuro cuento suyo con final feliz
contrajo matrimonio con el barón Johannes Emil Adeler que, a poco y debido a reveses de la fortuna, se traslado
en 1900 a
la Argentina
radicándose con su esposa en la localidad de Puan donde nacieron sus tres hijos;
allí y en viajes a Bahía Blanca inició Olga la relación con los García Black, la parte de mi familia afincada
en esa ciudad y en Carhué, no demasiado
lejos del partido de Puan.
Al
morir el barón de Adeler diez años
después, esta vez emulando la realidad un cuento con amargo epílogo del danés
Andersen, le tocó a la viuda hacer frente a la adversidad que representaba la prematura desaparición del compañero y el consiguiente
desamparo económico en que quedó sumido el hogar. Entonces con la fuerza
espiritual de otra Karen Blixen, aquella compatriota suya radicada en África y
más conocida por el seudónimo Isak Dinesen, se aplicó a concebir historias, en
su caso inspirada en la pampa bonaerense y sus habitantes y a traducirlas al
papel en perfecto castellano, enriquecido por voces criollas cuando la temática
lo requería. Pronto publicaciones como Caras y Caretas y El Hogar requirieron
sus colaboraciones, editoriales como
Peuser o la Librería
del Colegio publicaron sus libros, el Consejo Nacional de Educación aprobó uno
de ellos: “Jazmín del país”, como texto de lectura para la escuela primaria y de
ese modo con el fruto de su labor intelectual sostuvo a sus hijos. También de
la tercera década del 1900 data su vínculo con La
Prensa donde, según lo destacó una crónica aparecida allí
el 20 de octubre de 1967 fecha en que
cumplió 90 años, Olga de Adeler fue “durante más de medio siglo una distinguida
colaboradora cuya adhesión al diario se ha mantenido inquebrantable.” Incluso, ya trasladada a la ciudad de Buenos
Aires, llegó a desempeñarse en la
redacción y estuvo a cargo del archivo del periódico que fundara José C. Paz,
para lo cual concurría diariamente al antiguo
y elegante edificio de Avenida de Mayo al 500.
Cultivó con maestría el cuento y el relato muchas veces de fondo moral y
afirmación humanista. Así “La pausa de humanidad”, ambientado en las trincheras
de la Primera Guerra
e incluido en su libro “De corazón
adentro” (1922), recrea una situación real y abre una puerta a la esperanza de
un mundo mejor. En tanto que en “Caridad
oculta” de la misma colección, hay aparte de la moraleja de contenido ético,
cierto atisbo de crítica a las
injusticias sociales y a las postergaciones de los necesitados. El criollismo de buena ley, producto de sus
vivencias en el campo argentino y la
consiguiente captación psicológica de los temperamentos rurales sencillos y en general llenos de nobleza y lealtad, recorre
buena parte de su narrativa. Impresiona también en ella un recatado feminismo y
el nada forzado argentinismo que la inspira.
En el prólogo de otra colección de
cuentos que alcanzó dos ediciones (1929
y 1956): “Jazmín del país”, expresó: “En
este Jazmín del país, flor
eminentemente argentina, he condensado mis ideas de mujer –vale decir de madre-
y he querido impregnarlo de fragancia nacional para que su perfume sea a la vez
terreno y humano”. Esos caracteres
enmarcados con un fondo de ternura que resalta
en una prosa sin artificios pero de elevado tono poético, están patentes
en otro de sus libros del género: “Imágenes” (1934) e incluso en sus comedias “En las mejores manos del
mundo” y “La mejor obra”, estrenada en junio de 1931 en Buenos Aires.
Tuvo amistad y fueron admiradas su
vida y su obra ejemplares por colegas en las letras como Juan Burghi, Ada
Elflein, Carmen Arolf –seudónimo de Flora García Black-, María Lidia Barone del Curto, Lía Gomez
Langenheim o Adelia Di Carlo. Esta última expresó en una oportunidad: “Olga de Adeler es de origen noble, pero lo es
doblemente por su alma; y esa alma hecha
a base de nobleza, de rectitud y de sentir profundo está en sus libros. Esa
alma vibra en sus páginas que ora tiernas, ora dulces, buenas, altivas, justicieras,
nos conmueven hondamente.”
La autora de dos
mundos, tan pronto capaz de recrear para los pequeños las leyendas nórdicas conocidas
en la propia niñez –“la literatura
infantil no es otra cosa que la memoria
de una invención”, destacó Fryda Schultz de Mantovani- y de imaginar
argumentos frente a nuestras abiertas extensiones pampeanas, falleció en Olivos
el 31 de enero de 1968. El “Diccionario de Mujeres Argentinas” de Lily Sosa de
Newton y el “Diccionario de literatura
infantil y juvenil” de María Ruth Pardo Belgrano, Graciela Rosa Gallelli y Elsa
Plácida Vulovic, han registrado los datos principales de su biografía.
Carlos
María Romero Sosa
(Se
publicó en La Prensa
el 3 de julio de 2016)
2 comentarios:
Muy agradable sorpresa me produjo la pestaña escrita, sobre mi abuela, OLGA JESPERSEN DE ADELER. Mi nombre es Graciela Argerich Adeler, y mi padre fue el ilustrador del libro JAZMIN DEL PAIS. Jorge Argerich. Lamentablemente no leo diarios, pero tratare de encontrar el ejemplar mencionado, ya que tengo pendiente informar sobre nuestra familia materna a una persona que es ingles vive en el Reino Unido y por averiguaciones que el hizo sobre sus ancestros, aparece mi abuela y quiere saber sobre ella. Se llama Matthew Morrison y he estado varias veces en contacto con el por mail. ¿Tendria alguna forma de comunicarme con ud. ya por telefono o por mail? le paso mi direccion de mail, en caso que pueda o desee comunicarse conmigo: graceargerich@hotmail.com. Lo saludo atte., Graciela Argerich
Oh! Encontré ayer(día del libro) en la avenida Pedro de Mendoza en la boca el libro el hilo mágico, tirado en el medio de la calle, esquivando las ruedas de los autos! Yo iba en bicicleta y lo levanté, tengo muy poco tiempo pero al ver que eran cuentos lo leí y me gustó, es cierto tiene el aire moralista de aquellos tiempos, busqué en Google y encontré esta reseña, genial, gracias por contarme quien fue Olga de Adeler, voy a guardar el libro, que además está en perfecto estado!!!
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