domingo, 3 de julio de 2016

OLGA DE ADELER, DE DINAMARCA A LA PAMPA BONAERENSE




                                                    Desde la niñez escuché hablar a los míos de Olga de Adeler, a quien recién conocí hacia  mis once o doce años. Ocurrió cuando un tío nos condujo en su auto hasta el chalet de Olivos donde vivía, creo recordar que con una hija. Mi abuela materna,  como ella escritora y periodista, se quedó allí esa tarde tomando el té con su amiga de la juventud y la militancia literaria. Al regresar a recogerla varias horas después la vi salir de la casa acompañada hasta la puerta por una señora mayor alta y distinguida que hablaba con un ligerísimo acento extranjero.  Revivo la emoción de esa jornada al encontrarme frente a la autora de páginas que tanto movilizaron mi imaginación en la edad en que se tiene una estrella en la mano, como escribió Rubén Darío. Sucede que había leído y fantaseado, sin duda abriendo largos paréntesis a los deberes escolares, aventuras con príncipes valientes,  palacios de ensueño,  madrastras temibles, gnomos queribles y muy en especial había sentido la camaradería con los animales humanizados de sus cuentos de “El hilo mágico”, un libro –en edición de tapa dura de Peuser- bellamente ilustrado en colores por el dibujante Manuel Ugarte, el mismo artista que antes me  trasladó a la campiña británica y a los bosques de Escocia con sus ilustraciones de Ivanhoe y del defensor de pobres y oprimidos Robin Hood.   
                                                            Nacida dinamarquesa en 1877 bajo el reinando de Christian IX -primer monarca de la casa de Schleswig-Holtein-Sonderburg-Glusksburg- y de su esposa Luisa de Hesse-Kassel, procedía Olga Jespersen –tal su apellido de soltera- de una antigua familia de marinos. Pronto como en un futuro cuento suyo con final feliz contrajo matrimonio con el barón Johannes Emil Adeler que, a poco  y debido a reveses de la fortuna, se traslado en 1900 a la Argentina radicándose con su esposa en la localidad de Puan donde nacieron sus tres hijos; allí y en viajes a Bahía Blanca inició Olga la relación  con los García Black, la parte de mi familia afincada en esa ciudad y en Carhué,  no demasiado lejos del partido de Puan.

                                                         Al morir  el barón de Adeler diez años después, esta vez emulando la realidad un cuento con amargo epílogo del danés Andersen, le tocó a la viuda hacer frente a la adversidad que representaba  la prematura desaparición del compañero y el consiguiente desamparo económico en que quedó sumido el hogar. Entonces con la fuerza espiritual de otra Karen Blixen, aquella compatriota suya radicada en África y más conocida por el seudónimo Isak Dinesen, se aplicó a concebir historias, en su caso inspirada en la pampa bonaerense y sus habitantes y a traducirlas al papel en perfecto castellano, enriquecido por voces criollas cuando la temática lo requería. Pronto publicaciones como Caras y Caretas y El Hogar requirieron sus colaboraciones,  editoriales como Peuser o la Librería del Colegio publicaron sus libros, el Consejo Nacional de Educación aprobó uno de ellos: “Jazmín del país”, como texto de lectura para la escuela primaria y de ese modo con el fruto de su labor intelectual sostuvo a sus hijos. También de la tercera década del 1900 data su vínculo con La Prensa donde, según lo destacó una crónica aparecida allí el 20 de octubre de 1967 fecha  en que cumplió  90 años, Olga de Adeler fue “durante más de medio siglo una distinguida colaboradora cuya adhesión al diario se ha mantenido inquebrantable.”  Incluso, ya trasladada a la ciudad de Buenos Aires,  llegó a desempeñarse en la redacción y estuvo a cargo del archivo del periódico que fundara José C. Paz, para lo cual concurría diariamente al  antiguo y elegante edificio de Avenida de Mayo al 500.
                                                         Cultivó con maestría el cuento y el relato muchas veces de fondo moral y afirmación humanista. Así “La pausa de humanidad”, ambientado en las trincheras de la Primera Guerra e  incluido en su libro “De corazón adentro” (1922), recrea una situación real y abre una puerta a la esperanza de un mundo mejor. En tanto que en        “Caridad oculta” de la misma colección, hay aparte de la moraleja de contenido ético, cierto  atisbo de crítica a las injusticias sociales y a las postergaciones de los necesitados.  El criollismo de buena ley, producto de sus vivencias en el campo argentino y  la consiguiente captación psicológica de los temperamentos rurales sencillos y  en general llenos de nobleza y lealtad, recorre buena parte de su narrativa. Impresiona también en ella un recatado feminismo y el nada forzado argentinismo que la inspira.
                                                   En el prólogo de otra colección de cuentos que alcanzó  dos ediciones (1929 y 1956): “Jazmín del país”, expresó: “En este Jazmín del país, flor eminentemente argentina, he condensado mis ideas de mujer –vale decir de madre- y he querido impregnarlo de fragancia nacional para que su perfume sea a la vez terreno y humano”.  Esos caracteres enmarcados con un fondo de ternura que resalta  en una prosa sin artificios pero de elevado tono poético, están patentes en otro de sus libros del género: “Imágenes” (1934) e incluso  en sus comedias “En las mejores manos del mundo” y “La mejor obra”, estrenada en junio de 1931 en Buenos Aires.
                                                    Tuvo amistad y fueron  admiradas su vida y su obra ejemplares por colegas en las letras como Juan Burghi, Ada Elflein, Carmen Arolf –seudónimo de Flora García Black-,  María Lidia Barone del Curto, Lía Gomez Langenheim o Adelia Di Carlo. Esta última expresó en una oportunidad: “Olga de Adeler es de origen noble, pero lo es doblemente por su alma; y  esa alma hecha a base de nobleza, de rectitud y de sentir profundo está en sus libros. Esa alma vibra en sus páginas que ora tiernas, ora dulces, buenas, altivas, justicieras, nos conmueven hondamente.” 
                                                   La autora de dos mundos, tan pronto capaz de recrear para los pequeños las leyendas nórdicas conocidas en la propia niñez –“la literatura infantil  no es otra cosa que la memoria de una invención”, destacó Fryda Schultz de Mantovani- y de imaginar argumentos frente a nuestras abiertas extensiones pampeanas, falleció en Olivos el 31 de enero de 1968. El “Diccionario de Mujeres Argentinas” de Lily Sosa de Newton y  el “Diccionario de literatura infantil y juvenil” de María Ruth Pardo Belgrano, Graciela Rosa Gallelli y Elsa Plácida Vulovic, han registrado los datos principales de su biografía.

Carlos María Romero Sosa


(Se publicó en La Prensa el 3 de julio de 2016)

2 comentarios:

Graciela Argerich dijo...

Muy agradable sorpresa me produjo la pestaña escrita, sobre mi abuela, OLGA JESPERSEN DE ADELER. Mi nombre es Graciela Argerich Adeler, y mi padre fue el ilustrador del libro JAZMIN DEL PAIS. Jorge Argerich. Lamentablemente no leo diarios, pero tratare de encontrar el ejemplar mencionado, ya que tengo pendiente informar sobre nuestra familia materna a una persona que es ingles vive en el Reino Unido y por averiguaciones que el hizo sobre sus ancestros, aparece mi abuela y quiere saber sobre ella. Se llama Matthew Morrison y he estado varias veces en contacto con el por mail. ¿Tendria alguna forma de comunicarme con ud. ya por telefono o por mail? le paso mi direccion de mail, en caso que pueda o desee comunicarse conmigo: graceargerich@hotmail.com. Lo saludo atte., Graciela Argerich

Wilfrido dijo...

Oh! Encontré ayer(día del libro) en la avenida Pedro de Mendoza en la boca el libro el hilo mágico, tirado en el medio de la calle, esquivando las ruedas de los autos! Yo iba en bicicleta y lo levanté, tengo muy poco tiempo pero al ver que eran cuentos lo leí y me gustó, es cierto tiene el aire moralista de aquellos tiempos, busqué en Google y encontré esta reseña, genial, gracias por contarme quien fue Olga de Adeler, voy a guardar el libro, que además está en perfecto estado!!!