La
investigadora en materia de folclorología, poeta, profesora universitaria y académica de letras e historia Olga
Fernández Latour de Botas, recordó días
pasados -en una carta de lectores publicada en La Nación- al escultor, ingeniero civil y docente universitario Ángel Eusebio Ibarra
García (1892-1972). Una oportuna evocación por cierto, al vincular a doscientos
dieciséis años de la muerte del General San Martín en Boulogne-Sur-Mer, ese
magno aniversario con una noticia sobre el
autor -entre otras premiadas obras escultóricas diseminadas por todo el país- del monumento denominado
“El abuelo inmortal”, realizado en 1950 como tributo al Año Sanmartiniano y que
se encuentra en la plaza Grand Bourg en las proximidades del Instituto Nacional Sanmartiniano que lo promovió
y costeó; de la estatua ecuestre de José
de San Martín (1946), existente en la ciudad bonaerense de Lomas de Zamora; además
de haber sido el creador artístico de la Orden del Libertador General San Martín,
condecoración que otorga la República
Argentina.
Ibarra García, antiguo vecino de la calle Juez
Tedín del porteño Barrio Parque y en tanto católico practicante asiduo
concurrente a la parroquia de San Martín de Tours, era devoto del Santo Patrono
de la Ciudad
de Buenos Aires al punto de haber fundado la Asociación de
Caballeros de San Martín de Tours, entidad que según comentó en La Nación en agosto de 2004
Josefina Fornieles, devino luego en la
Orden de los Caballeros de San Martín de Tours. Es decir que don Ángel fue activo sanmartiniano por partida doble,
pues si el ciudadano y patriota veneraba a nuestro Santo de la Espada , el hombre de fe dirigía
sus plegarias al misericordioso Obispo de Tours, en la juventud también soldado romano.
Vivió
sus últimos años en Laprida al 2000 de Recoleta, a una cuadra de nuestra casa y
debido a ello en mi juventud tuve ocasión de descubrir la distinción de su espíritu y su cordialidad, actitud ésta
que redoblaba como anfitrión cuando lo visitábamos en su departamento con mi
padre, su gran amigo que lució en su
escritorio una fotografía dedicada suya que hoy conservo. En esas ocasiones admiraba yo los cuadros en el comedor pintados por Ibarra García, mientras lo escuchaba contar sobre sus
maestros en la vida y el arte.
Lo cierto es que la justa evocación de la doctora Fernández Latour, me da ocasión
para comentar asimismo que Ibarra García fue un fervoroso güemesiano y el autor
del medallón de Martín Miguel de Güemes, pieza fijada en la base del mástil que se encuentra en la
plaza de ese nombre en el barrio de Palermo, frente a la Basílica del Espíritu
Santo, inaugurado en 1956 por el
entonces Intendente Municipal Luis María de la Torre. Junto a ese mástil
solían reunirse las membresías de instituciones de la provincia como el Centro
de Residentes Salteños entre cuyos socios fundadores, en 1946, figuró el ex
senador nacional Carlos Serrey, y que fuera presidido durante décadas por el
doctor José Manuel del Campo. Se daban cita allí para honrar la memoria del
prócer que tuvo también su monumento ecuestre en la Capital de la República dispuesto por Ley Nacional Nro. 5689 de 10 de
octubre de 1908 promulgada por José Figueroa Alcorta, recién en
el año 1981, obra de Hernando
Bucci.
Pero debo agregar
un dato más que adelanté en otra carta de lectores que publicó el diario La Prensa el 24 de agosto
último, sumándome al homenaje de Fernández Latour: para la elaboración de la esfinge
del medallón antedicho, Carlos G. Romero Sosa
que tanto escribió entre otros temas históricos, sobre la iconografía
del Héroe Gaucho y la historia de sus retratos,
asesoró al artista brindándole referencias relativas al posible rostro de
Güemes, toda vez que como bien poetizó Julio César Luzzatto: “La guerra no le dio tiempo/ de posar para
pintores”. Igualmente lo había hecho
con anterioridad mi padre para que Ibarra
García ambientara los bajorrelieves de la estatua en bronce emplazada en la ciudad de Salta en
recuerdo de su fundador: el Licenciado Hernando de Lerma, tal como lo resalta
Vicente Osvaldo Cutolo en la obra “Historiadores
argentinos y americanos” (Buenos Aires, 1966), donde hay una extensa
biografía del escultor de referencia, al que el crítico Romualdo Bruguetti menciona
en su “Nueva Historia de la pintura y la
escultura en la Argentina ”
(Ediciones de Arte Gaglianoni, Buenos Aires, 2000), calificando su arte como
continuador de la línea figurativa.
(Carlos
María Romero Sosa. Se publicó en Calchaquimix, el 13 de septiembre de 2016)
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