Hubo una vez en la política argentina un pobre hombre, aunque sin duda
de auténticas convicciones llamado Herminio Iglesias. Cierto día dijo aquello de “conmigo o sinmigo” y las burlas no
se hicieron esperar. Qué podía pedirse, según el razonamiento de muchos, de ese caudillo duro
de la ciudad de Avellaneda, el antiguo feudo de Barceló y “Ruggierito” donde la
forma de hacer política, fuera en los años treinta de ideología conservadora o de
sentimiento peronista después de los cuarenta, se caracterizaba por mantener
rasgos patoteriles y populacheros; o de vacío populismo como se dice ahora.
Lo grotesco del personaje aparecía nítido en el
neologismo con resonancias de vocablo arcaico
pronunciado por el vociferante candidato a gobernador de la provincia de
Buenos Aires en 1983. Pero Herminio Iglesias no fue elegido por el pueblo
bonaerense que dio su voto al médico radical Alejandro Armendáriz y su estrella
declinó pronto, más allá de alcanzar una diputación en 1989 y una concejalía en
Avellaneda diez años después. El tosco y derechoso personaje dejó de representar un
peligro para la escasamente afianzada cultura democrática del país a poco
salido de la dictadura del Proceso.
Pasaron las décadas y en 2015 llegó un gobierno de buenas maneras y
anuncios de cambio a tambor batiente. Sin embargo hoy, dando un
nuevo argumento a la teoría del “corsi e ricorsi” de la historia propuesta
en su hora por Giambattista Vico, otro hombre público, Secretario de Empleo del
Ministerio de Trabajo para más datos, acaba
de mencionar un término desusado, coloquial y hasta escatológico: “descomer”, para el caso con la
finalidad de justificar y promover una flexibilización laboral macrista, tanto
más cruel en estos tiempos donde se
erige como un fantasma el fin del
trabajo vaticinado por el Premio Nobel Joseph Stiglitz.
Me pregunto si será tomado tan en chiste y recibirá parecido escarnio
por parte de los medios, la dirigencia y gran parte de la ciudadanía el actual
funcionario y exitoso empresario del grupo Techint, como en su momento los sufriera Herminio,
quien pese a todos sus desaguisados y más que reprochables exabruptos de corte fascistoide,
firmó en septiembre de 1979, junto a Deolindo Bittel, el documento del Partido
Justicialista saludando a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA , cuando tantos bien
hablados callaban. O peor todavía justificaban, mientras lucían orgullosos y
serviles en los cristales de sus automóviles, calcomanías con la miserable
expresión de que los argentinos éramos derechos y humanos.
(Carlos María Romero Sosa, se publicó en
Saltalibre.net el 18 de enero de 2017 y se reprodujo en Con Nuestra América)
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