martes, 21 de febrero de 2017

CONTRADICCIÓN: Sobre la detención del general César Milani acusado de graves violaciones a los derechos humanos








                                                                       Sobre la detención del general César Milani en La Rioja,  acusado de  participar en secuestros durante la última dictadura, como de todo hecho y para el caso de la resonancia pública del presente, cabe hacer diferentes lecturas. La primera indudablemente compromete al anterior gobierno, que habiendo tomado como bandera la defensa de los derechos humanos lo catapultó a la jefatura del ejército, haciendo oídos sordos a las varias denuncias sobre sus presuntas actividades ilegales en los años de plomo.
                                                             Empero, también, será atendible considerar al respecto algo que se ha  podido advertir desde que comenzó a circular la noticia de la prisión preventiva del militar. Se trata de la no ocultada satisfacción  de ciertos factores de poder, léase medios o multimedios,  por la actual situación procesal de Milani; cosa compartible si se está de acuerdo con que todo genocida debe estar preso sea quien sea. 
                                                             Sin embargo, se desprende de esa publicada complacencia una interrogación:  ¿para algunos analistas, el pecado de Milani fue su participación en la llamada guerra sucia o haber pertenecido del gobierno de la doctora Cristina Fernández de Kirchner; y en tal caso, la penalidad por aquel  delito no valdrá sobre todo para castigar este otro?
                                                           ¿Por qué? Pues porque  no es novedad alguna que esos mismos grupos de presión -hablo de tales lobbys y no de los familiares de procesados o condenados cuya preocupación y sufrimiento humanamente se comprende-, ya desde antes de asumir el actual presidente comenzaron o  intensificaron una campaña a favor de que se detengan los juicios por delitos de lesa humanidad. Y lo vienen haciendo con apelación  a todo tipo de argumentos: desde la invitación a mirar hacia delante y cerrar el pasado, al negacionismo liso y llano. Y desde un súbito bautismo en la fe del recientemente fallecido pensador francobúlgaro  Tzvetan Todorov y su tesis sobre los “abusos de la memoria”, a enternecer con reclamos por la alta edad de los presos, tema que  no convendría agitar mucho porque surgen de inmediato en la memoria colectiva, a contrario sensu,  por ejemplo los cortos años de las víctimas de la Noche de los Lápices o los días apenas de vida de los bebés robados.  
                                                         El oxímoron es un válido recurso literario, la incoherencia interesada en materia política se llama cinismo.              

(Carlos María Romero Sosa, se publicó en Salta Libre, el 20 de febrero de 2017 y se reprodujo en La Prensa el 21 de febrero.) 

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