martes, 26 de septiembre de 2017

LILY SOSA DE NEWTON: FEMINISMO ESCLARECEDOR NO CONFRONTATIVO



                                               Aunque por esas cosas de los apuros cotidianos hacía un par de años o algo más que no nos comunicábamos, no  olvido la característica telefónica de Lily Sosa de Newton: 4632; y si los pienso  tampoco del resto de los números. La llamaba a menudo y  la veía mientras los horarios docentes me  permitieron visitarla en su departamento de la calle Coronel Bonorino 82, en el barrio de Flores: una gran biblioteca adornada o resguardada tal vez de  algún colega historiador cleptómano de libros, por  un sinnúmero de pequeños gatos de porcelana.
                                       ¿Dónde estarán unos y otros hoy? Tanto más que el pasado 24 de octubre de 2016, cuando aún estaba viva pero internada contra su voluntad en un geriátrico suburbano,  el grupo de amigos y lectores suyos que  nos convocamos en el ámbito de la Comuna II de la CABA para celebrar su cumpleaños en ausencia, fuimos testigos de las denuncias  públicas de los organizadores de la reunión: la escritora y periodista había sido quizá despojada de su propiedad y lo peor, se dijo, que desapareció la última versión  de su clásico “Diccionario biográfico de mujeres argentinas” volcado por ella en la computadora con múltiples actualizaciones, ampliaciones  y correcciones.
                                          Muy extraña resulta esa pérdida, porque además de hacerlo en la PC, un instrumento que manejaba con pericia digna de alguien con muchas décadas menos, copiaba en resguardo de eventualidades cada documento modificado en un diskette cuando los había y al aparecer en el mercado el pendrive, en ese otro soporte más seguro.  Será cosa entonces de agotar la búsqueda de tales elementos sin darnos por vencidos en la tarea, porque la obra de Lily en rescate de la memoria de miles de mujeres nativas o avecinadas en el país, constituye un inestimable patrimonio cultural de la Nación y en cuanto a su agotado Diccionario,  ya se empieza a conocer por “el Sosa de Newton”, como una suerte de “Moliner” local, por cierto no gramatical y sí biográfico e imbuido de un feminismo esclarecedor y no dado a la confrontación, aunque fruto digno de parangonarse en laboriosidad y erudición en su materia con el mítico “Diccionario del uso del español” de la filóloga zaragozana.  
                                         Sé de las puertas que infructuosamente tocó para conseguir que fuera reeditado; las primeras ediciones son de Plus Ultra, editorial  donde se desempeñó mucho tiempo en las funciones de directora de prensa y relaciones públicas.  Hace alrededor de un quinquenio comentaba ilusionada que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires o su Ministerio de Cultura tenían intenciones de hacerlo, lo que no ocurrió y la desalentó bastante. 
                                    Esta mujer de excepción nacida en Morón en 1920 y fallecida en Ciudadela el 13 de mayo de 2017, fue pionera en el estudio de las figuras de su sexo de actuación en las más diversas actividades, como las letras, las artes, la actuación, las ciencias, las profesiones liberales, la beneficencia, la política y el deporte. Notorias algunas y menos buena parte de las incluidas, Lily en tanto investigadora insomne, rastreó en archivos y bibliotecas biografías y bibliografías de ellas y sobre ellas y reunió  así miles de fichas no sólo para el Diccionario sino también para otros libros de su autoría como “Las argentinas de ayer a hoy” (1967), “Narradoras argentinas” (1995), “Las protagonistas” (1998), “Las argentinas y su historia” (2007) y numerosos artículos dados a conocer en diarios y revistas especializadas. Antecedentes en el tema como “Mujeres de América”, de Juan José de Soiza Reilly (1930)  o  “Grandes mujeres de América” (1945) de J. Luis Trenti Rocamora, aparte de extenderse a figuras de la Colonia y patricias de otros lugares del Continente, centraron la atención no en personalidades desconocidas sino en todo caso olvidadas. En cambio la tarea suya  fue circunscripta al país y dirigida a toda mujer que valiera la pena memorar.
                                 Obras ajenas a su pluma como el opúsculo “Genio y figura de mujeres americanas” de Amalia René S. del Castillo (1985), el libro colectivo “Mujeres argentinas” (1998), que prologó María Esther de Miguel y es una selección de textos debidos, entre otras creadoras, a Alicia Dujovne Ortiz y Marta Cichero o “Mujeres salteñas”, de Roberto G. Vitry,  por citar tres ejemplos, tienen mucho de su impronta reivindicativa de la  “mitad invisible de la historia” según el titulo del historiador Luis Vitale. Otro tanto puede decirse  de la labor de su elogiada amiga Ana María  Cabrera, que noveló las existencias de  Macacha Güemes, Felicitas Guerrero y Regina Pacini de Alvear,  una demostración de hasta qué punto la labor precursora de Lily Sosa de Newton abrió surcos y que el tema femenino de sus afanes es en verdad inagotable y posible de tratar desde diversas ópticas y géneros literarios. En ese sentido juzgaba anticipadoras de la novela histórica centrada en personajes femeninos a María Alicia Domínguez con sus libros sobre Mariquita Sánchez y Margarita Weild de Paz y a Martha Mercader con “Juanamanuela, mucha mujer”. 
                                No fue sin embargo la mujer el único interés que transitó dado que también publicó -en 1981- y fue laureada por él, un ensayo sobre Hilario Ascasubi que dio a conocer Eudeba en la colección Genio y Figura; ello sin dejar de mencionar los documentados estudios biográficos de los próceres  Lavalle, Dorrego, Paz y Aráoz de Lamadrid que escribió y se divulgaron en las décadas del sesenta y setenta.
                               En las numerosas entrevistas que se le hicieron no se cansaba de subrayar hasta qué punto la vocación literaria que siempre tuvo y no logró frustrar su padre cuando le impidió concretar el propósito de ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras luego de graduarse como maestra normal -“Una hija mía no va a ir a machonear a la Universidad”, contaba que le advirtió-, pudo desarrollarla plenamente a partir de su casamiento a los veinte años con Jorge Newton, que le llevaba otros tantos. Un novelista con todas las letras, asomado a la cuestión social desde su ideario anarcosocialista, dramaturgo, periodista  e historiador; además de haber sido un militante de la libertad, que combatió en su juventud en la Revolución Mexicana y se vinculó con Lázaro Cárdenas. El matrimonio vivió en varias ciudades del interior del país donde desempeñó un periodismo  de información y opinión sin concesiones a las oligarquías locales, el contestatario descendiente del estanciero inglés Richard Black Newton, uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina y primer alambrador del campo argentino. (“Alambren, bárbaros” con su ejemplo reclamaba Sarmiento a los hacendados criollos.)  
                                        Estuvieron juntos en Venezuela cuando el general Perón, con el que trabaron relación, se hallaba exiliado en Caracas.  Sin embargo Lily en su  sencillez jamás abrumaba con anécdotas y recuerdos personales a sus visitantes. En cambio vivía para los proyectos intelectuales y, lejos de toda torre de marfil, también para la sociabilidad.
                                         Doy fe de cómo la colmaba de felicidad  encontrar un dato nuevo o modificar uno erróneo. De allí la obsesión por corregir y ampliar su Diccionario y lo irreparable del extravío de sus últimas enmiendas y ampliaciones.  Nunca  cerraba para siempre una investigación aunque la hubiera dado a conocer en letras de molde.                                         
                                       Me acuerdo que en una ocasión le mencioné que en un capítulo de “Las argentinas de ayer a hoy”, había escrito sobre mi antepasada, la salteña Javiera Molina y Gallo,  quien víctima de un caso de bigamia y habiendo caído en una suerte de delirio místico al sentirse en forma absurda culpable, empleaba cilicios y disciplinas sangrientas a imitación de Santa Rosa de Lima. Más que a la historiadora, a la mujer moderna que era Lily, conciente de su identidad y responsabilidad familiar y social, la turbaba esa tragedia shakespiriana acaecida en tiempos de la Guerra de la Independencia, cuando en el ejército patriota actuaba el coronel Toribio Dávalos hasta que su jefe: Manuel Belgrano, lo condenó por bígamo al destierro en la Patagonia y a la pérdida del empleo y honores militares. Me pidió que le acercara más elementos sobre el tema y le fotocopié cartas de doña Javiera dirigidas a su hijo, el después gobernador de Salta doctor Benjamín Dávalos de Molina. Quedamos incluso en que vendría a casa a tomar el té y ver el cilicio de aquella lejana abuela paterna, conservado en una caja de madera en el “Sancta Sanctorum” familiar. Pero parece ser que estuvo más próximo el mil ochocientos y tantos al que nos remitió aquella charla histórico genealógica que el dos mil y pico del que por unos instantes nos evadimos; la conventual Salta del Ejército del Norte, de Rondeau y de Güemes y sus infernales que el barrio de Flores con sus motochorros y sus veredas rotas en las que razonablemente temía caer. Y fue así que los temas y los sinsabores de la vida ciudadana postergaron “sine díe” su visita.
            

 (Carlos María Romero Sosa, se publicó en La Prensa el 24 de septiembre de 2017)

1 comentario:

Lorenzo dijo...

Hola Carlos,

Interesante lo que escribes. Me gustaria poder comunicarme contigo más directamente. Estoy haciendo una investigacion sobre Xaviera y Toribio, padres de mi tatarabuelo Jose Benjamin y mi abuelo Juan Carlos, y quizas haya informacion interesante que pudieras tener sobre ellos. Como te puedo contactar? Gracias

Lorenzo Dávalos