Los
chicos pobres suelen improvisar los juguetes de los que carecen y la pelota de
trapo es todo un símbolo en ese sentido. Los niños ricos, en cambio, no miran
las jugueterías como a esas cosas que nunca se alcanzan, al decir de Discépolo en el tango “Cafetín de
Buenos Aires”. Aquéllos gastan hasta el final sus lúdicos instrumentos caseros mientras que estos
otros bien pueden romperlos o desarmarlos para ver qué hay adentro; saben que les
serán repuestos por otros nuevos por sus mayores. Son actitudes fundadas en las
imposibilidades o las posibilidades que desde los primeros años ofrece la vida en
estas sociedades tan desiguales.
Cierto niño
rico ya crecido, se empecinó en seguir jugando y rompiendo los presentes; sólo
que en el tren eléctrico viajan demasiado apretujados pasajeros de carne y
hueso a precio de coche pullman, merced al celo -al cabo pro inflación- del
ministro de transporte Guillermo Dietrich, los juegos de guerra terminan miles
de metros bajo el Atlántico Sur como el submarino ARA San Juan, las armas de
sebita matan como a Rafael Nahuel en la Patagonia y al abrir cierto obsequio puede
aparecer el chasco para toda una
sociedad: la tarjeta de felicitación por
el plan económico neoliberal y hambreador del pueblo de la señora Christine Lagarde con el logo del FMI.
El niño
rico se empecinó en ser presidente y lo logró en irreprochable elección en diciembre
de 2015 con un merchandising de globos amarillos, contagioso optimismo fundado
en promesas falsas y más que acertados consejos publicitarios del señor Durán
Barba, cayendo todo en el terreno fértil de los prejuicios de clase de los votantes de medio
pelo. La pequeña historia cuenta que del
doctor Manuel Quintana, un lejano
antecesor en el sillón de Rivadavia, se decía desde la infancia que había
nacido para ocupar la primera magistratura del país. La Argentina oligárquica
marcaba entonces los destinos desde la cuna. Honores para algunos pocos y
miseria, conventillos, tuberculosis y represión para el resto. En el caso del
ingeniero Mauricio Macri la realidad es bien otra que la del patricio Quintana. Hijo de un inmigrante
enriquecido merced a la innegable astucia de prestidigitador en los terrenos
del capitalismo prebendario orientado a la obra pública con sobreprecios y retornos,
a nadie se le ocurrió que su vida se encauzaría más allá de las empresas
paternas que llegó a dirigir por breve
tiempo, dada la conflictiva relación sostenida con don Franco que algún
psicólogo podrá interpretar. Hasta que
un día se impuso, con buen resultado, el desafío de presidir el club de fútbol Boca
Junior. Después, cumplido ya a su leal
saber y entender el “cursus honorum” acorde con los requisitos de la patria
futbolera y aprovechando la ola menemista de los “outsider” de la política,
entró en ella con guiños a los sempiternos ganadores del sistema que vieron en
él la posibilidad de llevar a la Casa Rosada
un proyecto de derecha conservador por
vía de las urnas. Una circunstancia imposible
de concebir antes de 1983 sin que mediara un golpe militar, descartado por los dueños de la Argentina : “ los que
mueven las palancas” en términos del inolvidable doctor Oscar Alende, menos
debido a una súbita conversión democrática que aceptando con realismo el dato de
que la Nación
carece de Fuerzas Armadas con poder de fuego y con peso como para volver a
sacar los tanques a la calle.
Lo
cierto es que a tres años y medio de la gestión macrista estamos con el juguete
roto, es decir con el país al borde de
la cornisa según el diario norteamericano
Financial Times: “La situación solo va a
empeorar”, diagnosticó el periódico
de cabecera de los inversionistas globales. Y sigue expresando la nota firmada
por el periodista neoyorquino Colby Smith: “El
enfoque de su gobierno para lidiar con la volatilidad del mercado y mantener
contentos a los electores está fracasando de cara a las elecciones
presidenciales de octubre.” En términos parecidos acaba de titular El País,
de España: “La Argentina se asoma al abismo económico.”
En
tanto el presidente sin preguntarse ¿qué hacer? o sin proponerlo como Lenin en el
libro de ese título publicado en 1902, echa culpas a diestra y sinistra, se lo
ve de mal genio y para distenderse toma a
menudo vacaciones -las más recientes en Córdoba durante la Semana Santa-, de vez en cuando
ejerce la función actoral rodeado de extras en timbreadas de utilería y, en
especial, gusta internarse con dudosa vocación metafísica, en el tiempo y sus abismos:
así en la dimensión del pasado para denunciar “la pesada herencia” y en la del futuro
para atemorizar al “establishment” con el regreso de la doctora Cristina
Fernández de Kirchner, que por lo demás cada día que pasa sube en las encuestas
mientras cunde la desilusión de los ex votantes del ingeniero frente al
desgobierno del oficialismo que igualó a
toda la sociedad. Empobreciéndola.
Nada le
sale bien al pobre Mauricio: trepa la inflación, trepa el dólar, trepa el
riesgo país, cierran decenas de Pymes por día, las exportaciones pese a los 47
pesos por dólar y subiendo no son las esperadas, en el bosque petrificado de la
recesión no se encuentra brote verde alguno, la miseria retroalimenta la
inseguridad -su solución es uno de los requerimientos más unánimes-, el
narcotráfico no se inmuta frente a la cara de pocos amigos o de conocidos
indeseables –uno de ellos D´Alessio- de la ministra de seguridad Patricia
Bullrich, la payasada de las fotos de
las fotocopias de los famosos cuadernos del juez Bonadío y el rebelde fiscal Stornelli no sirve
ni para hacer barquitos de papel, el escándalo de espionajes truchos y extorsiones
a empresarios que investiga el juez Ramos Padilla en Dolores se agranda como
mancha de aceite. A todo esto, la inefable diputada Elisa Carrió se regodea con la muerte del ex
gobernador justicialista de Córdoba José
Manuel de la Sota ,
haciendo recordar el cajón quemado por Herminio Iglesias en el cierre de
campaña peronista de 1983, el mejunje neoconservador Cambiemos –un
oxímoron- viene saliendo tercero en las
elecciones PASO de todas las provincias y hasta el presidente Bolsonaro apela
para que le aprueben sus medidas de ajuste en Brasil al cuco de la debacle de
nuestro país.
Así las cosas, tenemos derecho a pensar que a
veces exigir juguetes para romperlos, un efecto de la malacrianza con el plus
de la incapacidad, la falta de
liderazgo, las amistades peligrosas, la obstinación en el error, el
desconocimiento de la división de poderes, quizá la corrupción –Panamá papers,
intento de condonación de la deuda familiar del Correo Argentino en perjuicio
de la Nación , la
firma de decretos a favor de claros destinatarios para permitirles blanquear
depósitos no declarados en el exterior, etcétera- y seguro que manga ancha ante
los “conflictos de intereses” de los plutócratas a cargo de varios ministerios,
tiene resultados francamente devastadores.
(Carlos
María Romero Sosa, se publicó en Salta Libre el 2 de mayo de 2019 y se
reprodujo en la revista Con Nuestra América, el 4 de mayo de 2019.-)
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